Ambos lados de la mesa

Platicaba yo con un querido colega el día domingo muy temprano; en el momento de la charla ninguno de los dos habíamos ido a votar. He aquí el resumen de tan agradable diálogo:

1. Mi amigo me confió su preferencia electoral; para soportar su argumento me relató un recuento de los sinsabores actuales; de esas obras modernas que, en su opinión, no ayudan en nada a resolver los problemas actuales, ni satisfacen necesidad alguna; de esa forma de gobernar tan ajena a los poblanos. Compartió conmigo esa añoranza que siente por administraciones anteriores, concretamente en lo referente al trato directo con la gente, a la sencillez y humildad del que gobierna, a ese modo tan peculiar de gobernar que caracterizó a los jefes de Estado en turno. Mi querido colega no evitó, ni por asomo, incluir el argumento de la necesidad de que el Estado verdaderamente colabore con el gobierno federal, de esa urgencia de cercanías políticas, en beneficio de Puebla. Finalmente enfatizó su preocupación por las finanzas de la entidad, de esas obras que no se reflejan directamente en la partida de contabilidad gubernamental correspondiente que, en su dicho, tarde o temprano endeudarán a los poblanos por muchas generaciones.

2. En respuesta a lo anterior, un servidor le confié a mi querido amigo, igualmente, mi preferencia electoral; en síntesis le dije que el panorama político no era el más deseable; empero, le manifesté que de pasadas amarguras a actuales sinsabores, prefiero los actuales sinsabores. Aún más, le dije que era yo plenamente consciente de las críticas a las obras y trabajos de la actual administración; sin embargo, tratando de emitir el juicio más equitativo posible, le comenté a mi amigo que esas obras y trabajos deben juzgarse de manera más completa y objetiva; es decir, no solo pensando si, por si mismas, resuelven necesidades específicas de la población, sino considerando también que, su sola creación, genera trabajos, empleos, oportunidades, derramas económicas que, a cuenta gotas, van llegando a los bolsillos de los poblanos; de aquellos trabajadores de la construcción que, por la semana laborada, percibirán un salario que les permitirá, en cada caso, adquirir algún bien o servicio para su familia, llevar el pan a su mesa, comprar esos cuadernos escolares que serán necesarios el semestre entrante, pagar en parte ese compromiso al familiar en turno, etc…; de aquéllos empresarios que podrán liquidar la maquinaria comprada o arrendada, pagar los impuestos pendientes, contratar a ese nuevo asistente que por razones de liquidez no han podido contratar, etc…; de aquéllos comerciantes que, ante la visita a las obras realizadas, se verán beneficiados en sus comercios, tendrán clientela que adquirirá sus productos; ese helado, torta, refresco, juguete que, los que somos padres de familia, siempre acabamos comprando a esos “locos bajitos” de los que habla el poeta Serrat. Como segundo argumento le manifesté a mi amigo que la cercanía en el trato de gobernar es, en mi opinión, un dulce amargo; para mí, de nada sirve tener un gobernante simpático y empático, si es un verdadero chivo en cristalería; le dije que para mí, igualmente, la cercanía con el gobierno federal, es el arma de dos filos a la que constantemente temía Arsenio Lupín; en efecto, tan peligroso es ser cercano al presidente en turno, como ser íntimo de él; los extremos terminan tocándose. En relación al argumento de las finanzas públicas le dije a mi querido colega que, aun así, prefiero el conocimiento indirecto de una deuda, que el desconocimiento total de la misma; me duele más vivir una administración que se vendió como la más pulcra para conocer, al día siguiente, la cantidad de mugre que terminará caracterizándola.

Ese fue el diálogo; esos fueron, los dos lados de la mesa. Agradezco a mi amigo la confianza en permitirme conocer su pensamiento; en celebrar conmigo una charla cabal, honesta y, sobre todo, decente.

El día llego, se vivió y terminó. ¿Qué queda?; en mi opinión un largo trabajo para todos. Primero, para los gobernantes electos, a quienes respetuosamente solicito una gran muestra de madurez, de honestidad; una meta de bien común. Segundo, de los gobernados, una visión amplia, salirnos de nuestro micro universo, ponernos en el zapato del otro, con respeto y dignidad. Lo que se busca, al final del día, es lograr que ambos lados de la mesa veamos, en lo posible, una misma realidad.

 

* Maestro en Derecho. Abogado postulante y asesor jurídico.

Correo electrónico: elbuho1973@gmail.com

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