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Soraya Jiménez: la historia del primer oro para una mexicana

  • Edwin García
En México eran las 5 am cuando la hazaña se escribió: ¡despierten todos!, cayó la de oro, Soraya ya es leyenda
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El ADN de la atleta Soraya Jiménez parecía incluir un talento muy especial para todos los deportes que practicaba, pues así lo hizo notar en el bádminton, natación e incluso el basquetbol, hasta que conoció el levantamiento de pesas en el que –naturalmente– también brilló. Esta última disciplina le permitió forjar carrera y poner su nombre en lo más alto, aunque la brillantez inició desde los siete años cuando ya competía en certámenes locales, quizás bajo la premisa de algún día llegar a lo internacional.

El mérito de Soraya no llegó únicamente por lo deportivo, ya que también supo hacerse un espacio dentro de una disciplina que en México era prácticamente desconocida y que también era considerada solo para hombres. Aun con esto, la gran oportunidad llegó en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, era la primera ocasión en que la halterofilia se abrió por primera vez a las mujeres y Soraya no lo dudó: entró para no salir de ahí sin el primer oro olímpico para una mexicana.

La hazaña se consumó un 18 de septiembre de dicho año. En México todos dormían a causa de la diferencia horaria; pocos corazones despiertos miraban su primera participación olímpica donde levantó 127,5 kilos en dos tiempos, lo que le valió colgarse la medalla de oro, apenas la décima en la historia de México dentro de Juegos Olímpicos, aunque la primera ganada por una mujer. Desde entonces, Soraya pasó a ser inspiración para muchas niñas y jóvenes en el deporte mexicano. ¿El mensaje?, todas pueden.

La juventud de Jiménez Mendívil le auguraba una fructuosa carrera por delante, pero en el 2002 inició su camino amargo debido a ciertas cargas con las que ya no pudo avanzar: constantes enfermedades, lesiones interminables, intervenciones quirúrgicas, la extirpación de un pulmón y algunos escándalos extradeportivos que le arrebataron de tajo el estatus de primer nivel, aunque fue siempre fiel con los entrenamientos de las jóvenes promesas.

Esta cuestión física empeoró a la par que su situación económica y la soledad a la que se vio relegada. Con apenas 35 años de edad, un infarto de miocardio terminó con su vida y causó enorme conmoción en la sociedad mexicana y la familia halterofilista.

 

El inicio de una promesa

Soraya Jiménez Mendívil nació un 5 de agosto de 1977 en Naucalpan (México). Sus padres, José Luis Jiménez y María Dolores Mendívil, tuvieron tres hijos, dos gemelas, Soraya y Magali, y el hermano menor de nombre José Luis.

Desde muy temprana edad las hermanas comenzaron con la práctica del deporte, convirtiéndose en niñas destacadas dentro de muchas disciplinas. Fue desde los 11 años que Soraya descubrió la halterofilia, mientras que sus profesores vieron en ella el potencial necesario para conseguir grandes marcas que podrían rebasar las normales para su edad.

Una de sus principales figuras a seguir fue su propio tío, Manuel Mendívil, quien se llevó en equitación la medalla de bronce durante los Juegos Olímpicos de Moscú 1980. Tras saberse parte de una sangre deportiva, el siguiente paso era derribar la pared existente entre la práctica varonil y femenil para marcar época.

El primer triunfo le llegó a sus 16 años de edad, cuando se adjudicó el tercer puesto en la Copa NORCECA de Colorado Springs (Estados Unidos) en la categoría de 54 kilos, donde levantó 120 kilos.

El camino rumbo al oro inició primero con abrirse paso entre la discriminación dentro de un deporte que en los Juegos Olímpicos estaba lleno de testosterona. Pero la sorpresa llegó cuando, en 1997, el COI (Comité Olímpico Internacional) aprobó la participación femenina en halterofilia y todo su trabajo se enfocó en la siguiente cita olímpica, Sídney 2000. Para llegar a la justa, Soraya consiguió que la empresa de gas en la que trabajaba su padre le diera el patrocinio que necesitaba para luego encontrar un entrenador búlgaro en quien confiar, Georgi Koev.

Ya con un nivel de entrenamiento exigente, las dudas comenzaron a llegar debido a que Soraya refería lesiones en la rodilla que la acompañaron durante toda su vida, aunque eso no fue impedimento para que alcanzara el oro en los Juegos Centroamericanos de Maracaibo 1998 y la plata en los Juegos Panamericanos de 1999. Jiménez Mendívil se mantuvo bajo entrenamiento durante un año en Bulgaria, alejada de cualquier distracción y también de su familia.

Es cierto, el pesimismo reinaba en la expedición mexicana a Sídney luego de logar solo una medalla en la cita anterior de Atlanta 96 sumado a una mala participación en los Juegos Panamericanos, aunque para Soraya esta era la oportunidad de su vida.

La madrugada del lunes 18 de septiembre, Soraya pasó casi inadvertida al adueñarse de la competición al levantar en dos tiempos 127,5 kilos. Su determinación se combinó con una mala actuación de la norcoreana y favorita Ri Song Hiu, valiéndole para llevarse el oro. Los brazos de la entonces juvenil consiguieron que el himno nacional mexicano pudiera volver a sonar tras 16 años de ausencia, esta vez solo para ella.

Pocas horas más tarde, Jiménez ya tenía todo el foco puesto sobre ella, su rostro era la portada de todos los medios de comunicación nacionales, quienes la convirtieron en una leyenda. Todo el país ya la cargaba en hombros sin siquiera poder verla, ya que hasta la fecha solo María del Rosario Espinoza en taekwondo, en Beijing 2008, logró otro oro para México.

Su repentina e inesperada muerte llegó a causa de un paro cardiaco el 28 de marzo de 2013, cuando tenía solo 35 años, evento que conmocionó a México, donde hasta la fecha se recuerda como un ejemplo de superación para varios deportistas, en especial para las mujeres que vieron en la halterofilia una opción gracias a ella.

Foto: Twitter

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