• EN SU TINTA

En el futbol, mi coco era Manuel Sol: Emilio José Baños Ardavín

  • Juan Norberto Lerma
Desde el tercero de primaria y hasta terminar la secundaria, el rector Emilio José baños Ardavín estudió en un colegio de los Legionarios de Cristo
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Originario de Monterrey, Nuevo León, Emilio José Baños Ardavín, rector de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), vivió sus primeros años en un departamento construido cerca de un riachuelo y desde el que se podía contemplar el cerro de La Silla.

Desde el tercero de primaria y hasta terminar la secundaria, Emilio José baños Ardavín estudió en un colegio de los Legionarios de Cristo. Acepta que desde que él estaba en la escuela ya se escuchaban señalamientos, él era un niño en ese tiempo y se limitaba a escuchar lo que decían de la congregación.

Cuando menciona el tema, lo hace con naturalidad y describe el contexto complejo en el que era prácticamente imposible saber si lo que se decía entonces de los Legionarios de Cristo era rumor o información confiable.

Sólo como hipótesis, supone que cuando llegó a oídos del Papa Juan Pablo II lo que se decía entonces de los Legionarios de Cristo, él debe haberlo visto como parte de la agenda de personas interesadas en debilitar a la Iglesia Católica.

Reconoce que con el caso de los Legionarios de Cristo, Juan Pablo II se enfrentó a una situación límite, apuntalada por la personalidad del fundador de la congregación, la cual aún hoy se plantea como algo contrastante, por lo positivo que se podría rescatar y lo negativo que sólo ahora se conoce.

Una de las anécdotas que más recuerda el rector de la UPAEP ocurrió en el tiempo en que jugaba futbol. En esa época él era defensa central y le tocó enfrentar a Manuel Sol, un jugador que años más tarde debutaría con los Pumas de la UNAM.

En el campo de juego, en alguna ocasión pudo contener a Manuel Sol, pero lo recuerda como su coco, porque su equipo siempre perdió las finales y lo más que pudieron es ser subcampeones.

Aunque la convivencia con su mamá siempre fue agradable, Emilio José baños Ardavín afirma que ella era muy celosa con las mujeres a las que él pretendía. Su mamá les encontraba varios defectos a las muchachas a las que él se acercaba, pero eso no afectó en nada su convivencia cotidiana.

Mi padre, mi gran ejemplo

Emilio José Baños Ardavín es el mayor de seis hermanos que vivieron sus primeros años en Monterrey. Uno de sus recuerdos imborrables es la visión del jardín de su casa, un riachuelo y la vista imponente del cerro de La Silla.

El padre de Emilio José Baños Ardavín fue un hombre brillante, contador público, y un gran lector. El rector de la UPAEP afirma que su padre era un hombre con un carácter muy fuerte y reconoce que a veces se da cuenta que él heredó ese temperamento y asegura que hace cuanto puede para moderarlo.

“Soy originario de Monterrey, Nuevo León. De niño, primero viví en un departamento. Pero realmente de lo que yo me acuerdo, porque viví mis primeros 8 años de vida allá, es de una casita a dos aguas, de dos pisos, en una especie de privada. No como las de ahora, cerrada, pero sí de una forma como la de una herradura, y con su jardín. Me acuerdo que había un jardín y que de repente tenía una bajadita y daba al río, un riachuelo más bien, pero dividía lo que era esa zona, El Contry se llama, pero luego empieza el cerro de La Silla. Después de ese río empezaba la pendiente del cerro. Esa es la figura que tengo de esa casa”.

Cuántos hermanos tiene.

“Somos seis hermanos”.

Usted qué lugar ocupa.

“El primero, somos dos hombres y 4 mujeres”.

¿Ser el primogénito le exigió ser más responsable?

“Sí, siempre es un poquito el patrón, que el primero de los hermanos tenga una mayor responsabilidad. Ahora que lo veo ya como padre de familia, lo descubro proyectado también en la primera de mis hijas. Como que hay una especie de patrón ahí con el hermano mayor”.

Ser el hermano mayor, ¿tiene un peso moral?

“Pues no sé, no diría yo tanto. Moral, en el buen sentido, de que de repente se asume cierto rol, cierta responsabilidad sobre los hermanos. Además, mi mamá falleció muy joven, entonces por ahí podría haber algo, pero nada fuera de lo normal”.

¿Cuántos años tenía usted cuando murió su mamá?

“Yo no era tan pequeño, tenía ya 24 años, tal vez 23 años. La más chica de mis hermanas tenía 15 o quizá 13 años, por ahí”.

¿Era una madre amorosa? ¿Autoritaria? ¿Preocupona?

“La verdad es que era a todo dar. Bien, muy celosa. De eso sí me acuerdo”.

¿Le celaba las conquistas?

Pretendientes… No, cómo digo pretendientes, más bien a las que yo pretendía, y sí, ella era en verdad sumamente exigente”.

¿Qué decía?

“Bueno, pues en este tema le ponía peros a todo. Sin embargo, tengo unos recuerdos fenomenales de ella. Murió a los 49 años. Pero la convivencia fue muy bonita, hubo grandes aprendizajes. Ella falleció de cáncer y la forma cómo ella se enfrentó a la enfermedad, pues son de esas cosas que te marcan y te dan una perspectiva. Tengo un muy bonito recuerdo de ella”.

Cómo era su padre.

“Mi papá también falleció, relativamente joven, a los 61 años. Él estudió contaduría pública, pero la hacía de todo, menos de contador. Él era realmente una persona brillante, en el sentido de que sabía de todo. Leía muchísimo, se devoraba los libros. Todo el mundo lo ubicaba como ingeniero, porque realmente su pasión fue, sobre todo en la última etapa de su vida, la más rica en el sentido profesional, los proyectos de infraestructura fuerte: carreteras, puentes, el túnel de Coatzacoalcos que une la zona industrial”.

“Él estuvo involucradísimo en todo el tema, en el inicio de la licitación del túnel de Coatzacoalcos. Ya él no lo logró ver terminado, porque esa obra se tardó muchísimo, como muchas cosas que pasan en el país. Pero, bueno, mi padre era una persona con un carácter muy fuerte, eso sí, y es algo que de repente te das cuenta que heredaste y que necesitas saber moderar. También tengo buenos recuerdos de mi padre. Mi padre y mi madre tenían personalidades distintas, que se complementaron”.

¿Su padre fue su ejemplo?

“Sí, yo creo que sí. Ahora que uno ya no está tan chavo, o más bien, que ya estamos grandecitos, nos damos cuenta que la vida te va enseñando. Te reflejas o proyectas también en lo que apreciabas de tus padres y ahora lo que vives con tus hijos. Yo creo que hoy lo aquilatas más. Al principio siempre hay un poco el tema de criticar y somos muy duros a veces. Por lo menos en mi caso, con varias situaciones que se hicieron bien, pero otras no tan bien, otras que de plano quizás no hubieras hecho igual, pero ahora entiendes los motivos”.

Las batallas con Manuel Sol

Uno de los recuerdos inolvidables del rector de la UPAEP es que cuando disputaba el juego final de campeonato juvenil le tocó enfrentar a Manuel Sol, un jugador que más tarde llegaría a equipos de la primera división del futbol profesional.

Emilio José Baños Ardavín era defensa central de su equipo y le tocó marcar a Manuel Sol. El rector reconoce que algunas veces logró evitar que les anotara un gol, pero eso no evitó que el equipo de Manuel Sol los venciera en la final en un par de ocasiones.

¿A qué jugaba usted de niño?

“Pues jugaba mucho. Tengo vívidos recuerdos de Monterrey, jugaba bote pateado con los vecinos, con toda la chaviza. Jugué al futbol, toda mi niñez, hasta la secundaria. Me acuerdo que yo era el defensa central, ya en México. El pique era que nosotros siempre quedamos en segundo lugar ahí en la Ciudad de México, y el equipo que siempre era imbatible se llama Instituto México. El delantero que yo tenía que cubrir, uno de los que me tocaron, era Manuel Sol, se deben acordar de él”.

“Él fue futbolista profesional. Nunca se me olvida eso, y cuando lo vi en la Primera División, me acordé que este cuate era mi coco. Por la altura, yo soy alto, me ponían de defensa central”.

¿Llegó a contener a Manuel Sol?

“Pues sí, de repente sí lo detuve, pero de lo que más me acuerdo es que siempre era nuestro coco. Nunca pudimos ganarles en la final, siempre quedamos subcampeones. Éramos chavitos, pero son de los recuerdos que se van quedando”.

¿Fue usted un estudiante sobresaliente en la escuela?

“Sí, para que darle la vuelta, tuve mis buenas épocas. No era yo el que siempre quedaba en primer lugar y eso, pero sí como que yo tenía un cierto tema de competitividad, de reto. Y sí me iba bien, de hecho, me fue bastante bien en la escuela”.

¿Allí descubrió su vocación?

“Pues fíjate que no. Si te refieres a algo relacionado con el mundo académico, no. De hecho, el que yo esté aquí no tiene nada que ver con mi carrera ni con algún familiar o alguna gente de la academia. De lo que sí me acuerdo muy bien es que saliendo de la universidad, yo estudié en la UNAM, ingeniería química, veía a mis profesores y tenía una relación muy buena con varios de ellos, entonces decía: ‘En el futuro, todo, menos la academia’. Yo no me veía para nada trabajando en este mundo, y fíjate cómo son las cosas”.

Qué veía, ¿acartonamiento?, ¿burocracia?

“No, como que lo que yo quería era acción. Me veía en la industria, siempre tuve un poquito la vena de tratar de hacer algo, de emprender, generar algo de empleo, algo de impacto, transformar”.

Algo útil.

“Pues sí. Exactamente, algo útil. Entonces, más o menos así fueron mis 17 ó 20 años de ejercicio profesional, antes de encontrarme con el mundo académico. Porque la circunstancia por la que me encontré con la UPAEP fue totalmente inesperada. No fue algo planeado, sin embargo curiosamente sí se pueden ver como pasos que fui dando en esa dirección y que me llevaron finalmente a estar acá”.

“Cuando decidí estudiar ingeniería química, fue un poco por eliminación, porque yo no sabía qué estudiar. Me gustaban las matemáticas, me gustaba todo el tema de la termodinámica, y yo dije: ‘Bueno, si no estoy clavado en algo, pues lo que me amplíe el panorama a la hora del ejercicio profesional’. Por eso estudié ingeniería química, porque es una ingeniería que te abre muchas posibilidades y a la postre, mira, fíjate, hasta de rector la puedes hacer, bueno, medio hacer”.

¿Fue fiestero en su época de la universidad?

“Sí, me gustaba salir, pero no tanto a lo que hoy llaman antros, aunque eventualmente íbamos. Pero eran reuniones en casas, reuniones como bohemias, eso lo disfrutábamos más, y también porque había personas de todo tipo. Mi familia era más como de clase media, pero, por ejemplo, en la UNAM te encuentras gente de todos los niveles. Como que todo mundo se sentía más cómodo por el tema de los gastos o lo que tú quieras, pero sobre todo el disfrute, por eso íbamos a casas. De repente organizábamos una reunión y era muy padre, inclusive me acuerdo que cuando era época de las Posadas cerrábamos la calle, ahí en donde estaba la casa, cosa que hoy se ve como muy de pueblo, o que ya es imposible hacer, por este tipo de vida que llevamos. Ese era realmente el ambiente en el que vivíamos. Además, me gustaba mucho salir de campamento, a pescar. Esas eran las diversiones que teníamos”.

¿Practicó deportes?

“El fútbol en la prepa y me dio por el voleibol un rato. Luego ya en la universidad me dio más por correr. Bueno, ya desde la prepa nos invitaron algunos amigos a entrenar y a correr. Mi primera carrera, así larguita, fue de medio maratón, la tradicional carrera del Día del Padre, allá en México. Ahí le empecé a tomar un poquito el gusto a correr”.

“El medio maratón son 21 mil metros, 21 kilómetros, el maratón son 42 kilómetros. Era choncho el tema, entrenábamos ahí en los Viveros y el reto era, creo, correr 7 vueltas, que ya eran como 14 kilómetros. Y bueno, estábamos muy chavitos. Yo lo corrí a los 15 años. El entrenador decía: ‘Bueno, si aguantas 7 vueltas en los Viveros, puedes dar el brinco a los 21 kilómetros porque estás joven, vas a poder’. A mí me costó un demonial acabar esa primera carrera y llegué fregadísimo, pero llegué”.

A veces te cabreas un poco y comienzan los pleitos

Cuando Emilio José Baños Ardavín iba en la secundaria había un muchacho que molestaba a otro continuamente. Un día, el rector decidió intervenir y paró en seco al agresor.

Comenzaron una pelea en la que Emilio José Baños Ardavín terminó con el brazo roto. Aunque él no le da importancia a la pelea, en realidad fue grave, porque lo tuvieron que operar y le incrustaron unos clavos en el hueso.

¿Fue peleonero de niño?

“Más o menos. No muy frecuente, pero sí me acuerdo de algún par de peleas”.

¿Intercambió golpes con alguna persona?

“Sí, sí”.

¿Por causas intrascendentes?

“No. Me acuerdo de que una fue en la primaria ya avanzada, fue con el típico que te estaba fastidie y fastidie, hasta que un día ya me colmó el plato y nos agarramos. No fue tampoco muy trascendente. En la secundaria también. Ahí fue por andarle haciendo al héroe, porque se traían de encargo a otra gente, a otro chavo. Claro, es que el otro se ponía con un chavito, con un cuate que nunca lo iba a poner en su lugar. Entonces, un buen día yo le entré. Y sí nos dimos un buen agarrón. Me costó. Aquí todo este hueso lo traigo con clavos y demás, me lo tuvieron que operar”.

Pues no fue tan simple.

“No fue algo tan tranquilo, pero luego este muchacho y yo fuimos grandes amigos, bueno, no grandes amigos, pero sí cuates. Son lecciones de la vida. Después de ese pleito ya no recuerdo otro. En la universidad sólo hubo empujones y calentamientos, porque en la UNAM sí me dio un poquito por la grilla. Entonces, pues de repente en algunos mítines se ponían un poquito más calientitos, pero no pasó más que de arrebatar el micrófono y poner a la gente en su lugar”.

Qué lo hace enojar.

“Bueno, muchas cosas. Yo creo que todos hemos de tener algo de eso. En el plano no justificable, cosas que no se hacen como yo pienso que se deben hacer, y a veces uno se encapricha, y si no es como tú dices, pues te cabreas un poco. Creo que yo, más o menos lo he logrado dominar. De repente eso lo ubico de mi padre, que también era un poco impulsivo, pero creo que hoy debido a los años, el medio, y un poquito lo que vas ubicando, pues vas cambiando. Otra cosa que me hace enojar es el tema de las injusticias, la hipocresía. Claro que eso lo dice uno muy fácil, aunque muchas veces nosotros somos los primeros que caemos en eso. Bueno, pero son cosas que enojan a cualquiera”.

Qué lo apasiona.

“Pues hoy por hoy, creo que son varios rubros. Me apasiona el tema del círculo íntimo familiar. Digamos que me apasiona ver cómo están creciendo mis hijas, cómo van tomando su camino. Sobre todo el tema de la trayectoria de la persona, desde el milagro de verlos nacer, pero que lo aprecias más cuando eres papá, la experiencia de ser padre me parece un fenómeno. Otra pasión que tengo es viajar, disfruto mucho conocer mi país”.

Qué lugares le gustan.

“Los lugares en los que se puede apreciar la naturaleza, las montañas, pero también los desiertos. En fin, toda la parte de la naturaleza. Me encanta el tema de las ciudades o pueblos que transpiran cultura, tradición, muchos de México y también del extranjero. Creo que es lo que más disfruto, y dentro de ese contexto, el viajar y disfrutar con mis amigos o familiares es otra cosa que me apasiona, y es lo que realmente me mueve más”.

¿Fue un niño feliz?

“Sí, fui un niño feliz. ¿Quién podría decir que no? Pero, bueno, igual alguien podría decir que ha sido profundamente infeliz. Yo, la verdad, quizás tengo algo más que eso. Tengo un sentido más genuino de agradecimiento, porque uno a veces se asusta de lo que ya en retrospectiva ha recibido: cariño, un hogar, hermanos, primos, amistades, vidas que ves a tu alrededor y que dices: ‘Ay carancho, yo quisiera seguir los pasos de tal tío, de tal primo’. En fin, no tengo nada que reprochar, gracias a Dios”.

¿Tiene alguna fobia?

“No, yo creo que no. Por lo menos no que yo recuerde en este momento”.

Dice que su padre fue un gran lector, ¿usted lee también?

“No como él, aunque quisiera hacerlo. Él tenía la capacidad de hilar ideas y demás, era impresionante, pero sí me gusta leer”.

Qué tipo de cine le gusta.

“Fíjate que el cine es uno de los temas que no diría yo que me apasionan, pero me gusta de todo. Me gusta el cine de drama. Podría decir que aprecio también las caricaturas, quizás por la etapa en que están todavía mis hijas. Algunas caricaturas de las que hoy hacen son muy realistas y muy creativas y también me gustan. Yo diría que las películas que más me llaman la atención son las de drama y las históricas, las que retoman ciertos acontecimientos de la humanidad”.

Estudié 6 años en un colegio de los Legionarios de Cristo

El rector de la UPAEP estudió durante 6 años en un colegio de Legionarios de Cristo y afirma que uno de los personajes que más admira es a Juan Pablo II. Durante el tiempo que estuvo en la escuela de Legionarios de Cristo él no tuvo ningún problema, aunque acepta que ya desde aquellos años corrían rumores sobre comportamientos irregulares.

A la distancia y sin la intención de justificar nada de lo que posteriormente se conoció de algunos de los Legionarios de Cristo, considera que a Juan Pablo Segundo II le tocó enfrentar una situación límite, porque aún hoy se estudia la personalidad de Marcial Maciel y no se logra entender cómo fue que logró tantas cosas positivas y cómo realizó tantas acciones negativas.

¿Tiene algún personaje histórico favorito?

“No tengo uno que ubique, así como una figura emblemática, pero sí hay varios. Todo el entorno de la Segunda Guerra Mundial me parece muy interesante, de todo ese ambiente, la figura de Churchill me parece muy inspiradora”.

“Es un cuate complicado, pero se me hace un tipo interesantísimo por las decisiones que fue tomando, por las reflexiones que hacía y también por cómo recogió la tradición de su pueblo y cómo supo leer los tiempos”.

“Otro que admiro muchísimo es a Juan Pablo II, también por lo mismo, por el momento histórico, con todo y alguna polémica que pudiera haber ahí sobre que si se enteró o no, de ciertas problemáticas de la iglesia, o lo que tú quieras. Pero sus escritos son fenomenales, su porte, su forma de enfrentar su responsabilidad”.

“Quizá por mi época y mi edad, me tocó ir con él. Pude ir a varios encuentros de estos que se hacían, Jornadas de la Juventud. Vi y escuché la forma cómo hablaba, cómo conectaba y sus planteamientos. Hoy por hoy, todavía, yo creo que muchos de sus escritos son lecturas obligadas. En fin, era un personaje”.

¿A pesar de lo malo que se dice de él?

“Bueno, sí, es lo que te digo. Yo creo que por lo que le he leído, por lo que yo viví, por lo que pude palpar de él, yo creo que… A ver, abro un paréntesis. Yo estudié en una escuela de Legionarios hasta la secundaria, y ya en mi tiempo, y ya con esta conciencia de niño, se hablaba de cosas en este sentido. Se hablaba de que si la pederastia y de cosas que iban mucho más allá, incluso diabólicas. Por poner un ejemplo, existía una pasta dental, que en la parte de atrás veías una lunita y unos signos que tú decías: ‘Estos son satánicos, y no sé qué’. Entonces en esos años había muchas teorías de esas conspiradoras, como medio-de-otro-mundo, pero ese era el entorno, era un poquito la época álgida de la Guerra Fría y demás. Lo que quiero decir con esto es que había muchas historias y muchas teorías, que había indicios, pero difíciles de comprobar. No quiero de ninguna manera justificar nada, simplemente lo que quiero decir es que quizás era difícil distinguir entre lo que era real y lo que eran chismes y ataques. Porque también había mucha gente interesada en destruir una institución como la iglesia, bueno, eso ha ocurrido en todos los tiempos, pero por diferentes razones”.

¿Grupos que atacan instituciones?

“Sí, a cualquier cosa sólida la atacan, así es. Y hay que recordar que en ese tiempo a Juan Pablo II le tocó y participó de alguna manera, o sea fue un factor, en la caída del muro y del bloque soviético. Entonces, lo que quiero decir es, yo supongo, es una hipótesis, que se planteaban cosas, pero quizás al principio él las veía como parte de esa agenda. Porque también la situación que yo creo que abre todo un capítulo en este caso, el caso más duro en contra de Juan Pablo II, es una situación límite. Es decir, la personalidad del fundador de los Legionarios aún es objeto de estudio psicoanalítico y demás, y todavía no se alcanza a entender cómo inspiró y logró lo que en positivo se puede rescatar. Pero también lo negativo. O sea, una cosa salvajemente contrastante. En fin, hoy porque ya lo sabemos, pero en su tiempo hubo toda una maquinaria para encubrirlo. Es una hipótesis, por el cariño y por todo lo que yo le aprendí, estoy sesgado. Lo que sí sabemos es que al final sí pidió que se analizara con seriedad todo el tema, no nada más el caso, pero sí empezando por el caso. Luego ya no lo retomó, bueno, al que se le encargó fue a Ratzinger, que realmente fue quien procesó el asunto”.

¿Cuánto tiempo estuvo en los Legionarios de Cristo?

“Bueno, fue poquito”.

Me dijo que hasta la secundaria.

“Sí, pero es que yo me vine de Monterrey y entonces fue como de tercero de primaria, debo haber estado 6 años”.

“Nos mudamos de casa y entonces luego la prepa la hice en el Centro Universitario México, con los maristas. Posteriormente decidí ir a la universidad, pues era la que me quedaba mejor y que además es una súper universidad, la UNAM. La verdad es que no me arrepiento de ninguna, y lo volvería hacer, sin duda. Lo que aprendí fue fenomenal”.

¿Hay alguna anécdota que se le haya quedado grabada?

“Bueno, así de botepronto, en el año 2000, la transición fue para mí una gran lección. Hablando de cosas que polarizan, pues esta fue una experiencia polarizante: la llegada de Fox a la presidencia, como esa esperanza de un escenario democrático, una nueva etapa para México. Tengo un recuerdo muy vívido, no sé por qué, de la celebración en el Zócalo, cuando se ratifica el triunfo de Fox. Era una esperanza brutal y sin embargo, a la postre, las expectativas poco a poco se fueron cayendo”.

“Ahí aprendí algo que creo es relevante y es relevante también para lo que vivimos hoy: de repente nos vamos con la finta, albergamos la esperanza en una sola persona, y eso nos puede llevar, sí a grandes satisfacciones, pero también a grandes decepciones. Incluso nos pasa en un espacio tan chiquito como puede ser la universidad, pero también ocurre en algo tan grande como un país y hasta nivel mundial”

“Yo creo que apostarle a un hombre o a una mujer no es el camino, eso es algo que aprendí. Y lo aprendí para lo que veo en otros, pero también para lo que veo en mí. Porque la universidad, por supuesto es un universo muy chiquito, y mi aprendizaje es que no hay que creérsela. Hay que ubicar realmente quienes somos”.

“Yo creo que si hay un referente que debemos tomar para nuestro quehacer en el ámbito que sea, es el atreverse a ubicarnos a cada uno de nosotros y luego a los demás. Ubicarnos en la realidad de lo que somos y entender que una institución como esta, un país, una ciudad, son mucho más grandes que lo que puede representar una persona”.

“De ahí que me parezca que la apuesta es fortalecer las dinámicas interpersonales que se dan en las comunidades, más allá de apostarle todo a una figura o a una persona. Eso me ayuda, digamos, a ver con tranquilidad la responsabilidad que uno tiene, pero también a confiar en los otros, y a construir juntos. Para mí ha sido un gran aprendizaje y hoy lo contrasto con lo que estamos viviendo a nivel nacional, y me parece que hay un caminito o una reflexión que pudiéramos tomar desde ahí, a partir de esas reflexiones, que ya como generación nos han tocado vivir”.

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