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El Toñín pactó para controlar el huachicol en el Triángulo Rojo

  • Alberto Melchor
Luego de operar y apoderarse de la ordeña de combustible por casi nueve años en el Triángulo Rojo, Antonio decidió retirarse, sin embargo la fractura en su organización lo reactivó en esta actividad
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Tercera de tres partes

Con un millonario negocio en crecimiento y policías a sus órdenes, a “El Toñín” sólo le hacía falta una cosa: controlar en su totalidad el robo de combustible en el estado que, para 2010 ya estaba repartido en diversos grupos incluyendo a Los Zetas.

De acuerdo con uno de los ex colaboradores de este personaje, en plática con e-consulta, expuso que en esa fecha existían entre 20 y 25 pequeñas mafias en el Triángulo Rojo, acreditándose como propietarias de tomas clandestinas y de territorios que debían ser respetados por el resto de los participantes.

Ya sin El Ingeniero, amigo de “El Toñín” y quien lo inició en este delito, el grupo comenzó de a poco a apoderarse de los territorios rivales, que además de un mayor ingreso económico, le significaron un mayor poder.

Según lo narra, apoderarse de Tepeaca, Acajete, Acatzingo, los Reyes de Juárez, Tecamachalco y su natal Quecholac, no representó mayor problema.

Aunque para controlar estas zonas “corrió sangre”, la cual fue cobrada por pistoleros a sueldo que “El Toñín” usaba no solo para “intimidar” a sus rivales sino para darle protección a él.

Pactan con “El Lalo” el control de las tomas

Para finales de 2011 y principios de 2012, ya solamente existían tres grupos que controlaban la ordeña: el primero estaba a cargo de “El Toñín”; el segundo era el de Carolina, alias “La Madrina”, quien controlaba Aljojuca, San Salvador El Seco y Cuapiaxtla, Tlaxcala.

Mientras que el tercer grupo en disputa era el de Los Zetas, quienes contaban con una célula que en ese momento estaba a cargo de José Eduardo, alias “El Lalo”, uno de los cabecillas más peligrosos en la zona limítrofe con Veracruz.

Según recuerda quien estaba con “El Toñín” en esa época, “La Madrina” fue la primera en ceder y decidió aliarse con el grupo de “El Lalo”, sin embargo pocos meses después se difundió un video donde se apreciaba a unos sujetos torturarla. Después no se volvió a saber de ella.

Para principios de 2013, la gente de “El Lalo” decidió pactar con el grupo de “El Toñín”, acordando dividirse las zonas de acuerdo con el control que ejercían en ese momento.

Sin embargo la célula de Los Zetas ya tenía presencia total en Palmar de Bravo, Esperanza, Cañada Morelos, Atzizintla y Tlacotepec de Benito Juárez.

En esta zona, esta organización logró extender sus redes al grado de cometer otros ilícitos que ya practicaba en Veracruz, como el secuestro, extorsión, asalto a camiones de carga y tráfico de personas.

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Crecimiento de “El Toñín” llega hasta Texmelucan

A diferencia de los informes de la Fiscalía General del Estado respecto a que era la gente de “El Lalo” la que controlaba el robo de combustible desde Palmar de Bravo hasta Amozoc, quien colaboró con “El Toñín” asegura que era él quien tenía mandaba desde Quecholac hasta los límites con San Martín Texmelucan.

Al no poder inmiscuirse en el territorio de “El Lalo”, según relata, comenzó a extenderse hasta Amozoc, San Miguel Espejo, Coronango, Ocotlán y Huejotzingo.

Disputas internas interrumpen el retiro de “El Toñín”

Apenas en 2016, luego de operar y apoderarse de la ordeña de combustible por casi nueve años en el Triángulo Rojo, Antonio decidió retirarse a los tres ranchos y casas que tenía hasta ese momento en Oriental, San Salvador El Seco y Quecholac.

Con el pacto aún vigente con Los Zetas, pese a la detención de “El Lalo” y la llegada al poder de Roberto S., alias “El Bukanas”, Antonio dejó su red de robo de hidrocarburo a “El Niño”, un personaje de aproximadamente 30 años de edad y de escasos 1.50 metros de estatura, que precisamente por su aspecto se ganó dicho apodo.

Con la encomienda de mantener la misma dinámica de trabajo, “El Niño” se hizo acompañar de dos lugartenientes: Gustavo, alias “El Vieja” y Ruselín, alias “El Russ”.

De acuerdo con lo revelado, a cada uno les asignó un territorio para vigilar y operar, sin embargo el orden apenas duró unos meses ya que, según relata su ex colaborador, apareció un personaje conocido como “El Kalimba”.

Este último formó un lazo cercano con “El Russ”, a quien aseguran, comenzó a motivarlo para buscar apoderarse de la banda, aprovechando el retiro de “El Toñín” y de que el suegro de "El Kalimba" podría ayudarlos a ordeñar en Palmar de Bravo, pues él es quien se encarga de las tomas en esa zona para Los Zetas.

A finales del 2016, aseguran, esta situación obligó a Antonio a abandonar el retiro y volver a tomar el control del grupo, pues comenzaba a presentar fracturas y estaba en riesgo una posible expansión por parte de la gente de “El Bukanas”.

Instalan cámaras tras cacería de "El Bukanas"

Después de que en febrero pasado se le adjudicó al grupo de "El Bukanas" el levantón y la detención de los tres agentes ministeriales de la Fisdai de Puebla y se desatara una cacería en Palmar de Bravo para su captura, el grupo de "El Toñín" respondió con la instalación de cámaras en Palmarito Tochapan, donde tenía uno de sus centros de operación.

El aumento de los operativos por parte del Ejército Mexicano lo pusieron en jaque y por ese motivo se instalaron cerca de 15 sistemas de circuito cerrado, aunados a los aunque ya de por sí existían en la localidad y que eran financiados por "El Toñín".

Este sistema, confirmaron, fue el que permitió grabar el momento en que uno de los trabajadores de "El Toñín" fue ejecutado por un soldado, así como el asesinato de un militar a manos de otro subalterno de este grupo.

Las autoridades se quedan cortas en la magnitud de estos grupos

Actualmente, tanto "El Toñín" como "El Bukanas" se han convertido en los enemigos principales de las autoridades en la zona del Triángulo Rojo, sin embargo, quienes conocen el historial en la zona saben que los datos que las autoridades tienen sobre estos grupos son erróneos.

Aseguran que la realidad sobre la distribución de los territorios, quienes los operan y hasta las ganancias que deja la ordeña de combustible es muy distintaa la que públicamente reconocen.

Uno de sus ex colaboradores admitió que su desarticulación no es difícil, siempre y cuando detecten los puntos de corrupción que existen en la región, pues sin policías cooptados o funcionarios omisos estas bandas no tendrían cómo pagar la protección de los pobladores que actúan con base en sus necesidades económicas.


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