• Sociedad

Machismo borró a heroínas del movimiento de Independencia

En la historia nacional, la participación femenina la han hecho a un lado”, dijo la especialista María Concepción Lámbarri
.

Hay machismo en la omisión histórica de las otras mujeres heroínas del movimiento insurgente de 1810, dijo María Concepción Lámbarri Malo, directora del Museo de la Restauración de la República, en Querétaro, quien este viernes 7 de marzo a las 17 horas, presentará en el Cafeinah Cultural la plática Mujeres, las heroínas anónimas en el movimiento insurgente de 1810.

La especialista expresó que en la historia nacional, la participación femenina la han hecho a un lado. “Nos ponen a una gran heroína en una monedita de cinco centavos, pero hubo muchas otras que arriesgaron su fortuna, bienes, todo, pero no son reconocidas. Un dato que la historia omite, por ejemplo, es el apresamiento de un grupo de más de 100 mujeres en el pueblo de Pénjamo, ordenado por Agustín de Iturbide”.

Las heroínas anónimas incluidas en su charla tal vez no tuvieron una participación sobresaliente como Josefa Ortiz de Domínguez o Leona Vicario, quienes dedicaron su fortuna y su vida a la causa de la Independencia de 1810, “sin embargo trascendieron más por el espíritu de sacrificio y por sus sorpresivas acciones valerosas, que por su importante participación como abnegadas y fieles esposas, hermanas, hijas o madres valientes que animaron y aconsejaron; muchas perdieron la vida y la de sus hijos o fueron víctimas anónimas en la lucha”.

María Concepción Lámbarri puso de ejemplo a Rafaela López Aguado de Rayón, madre de los hermanos Rayón, quien sin dudarlo dio cinco hijos a la causa insurgente; incluso se encontró con la dura decisión de escoger entre la vida de uno de ellos y la sumisión de los demás.

Otra heroína anónima fue María Ricarda Rosales, sobrina de Víctor Rosales, quien fue aprehendida en octubre de 1814 en la batalla del Maguey cuando cuidaba y protegía a su pequeño sobrino, para ser trasladada a la Ciudad de México y recluida en las cárceles de la Inquisición, de las cuales se fugó con ayuda de Leona Vicario.

 O Andrea González, esposa de José Güemes, apodado el Anglo-americano, quien al ser asesinado su mujer quedó en el mayor de los desamparos y, como “un acto piadoso” el virrey ordenó que fuera contratada para trabajar en las insalubres fábricas de tabacos propiedad del gobierno, donde murió sola y en el abandono.

No existen datos seguros sobre Guadalupe Rangel, esposa de Albino García, quien montada a caballo y con el sable en la mano tomaba parte en los combates, animando a los soldados insurgentes con su ejemplo. Fue hecha prisionera y llevada a Guadalajara en 1812; o bien de la esposa del célebre José María Liceaga,  quien a la muerte de su marido en 1818, fue detenida, acusada de traición y trasladada a  la cárcel de Silao, Guanajuato.

Pese a las súplicas de su esposa María Manuela Taboada, Mariano Abasolo, quien fuera capitán del regimiento de la reina y amigo de Ignacio Allende, además de rico propietario de importantes y prósperas haciendas en Guanajuato, se unió al ejército insurgente. Cuando él luchaba al lado de Allende, María Manuela tuvo que huir de Dolores para ir en busca de su marido, después de que su casa fue atacada y saqueada por tropas realistas.

A partir de ese momento, María Manuela nunca se separó de su esposo y lo acompañó a través del desierto de Chihuahua, hasta que cayeron prisioneros los principales jefes insurgentes. A Abasolo le hicieron consejo de guerra y fue sentenciado a prisión perpetua fuera de México, a cambio de la entrega de sus bienes a los realistas.

Esposa del acaudalado Juan Bautista Larrondo, María Catalina Gómez, de origen acambarense, igual que su marido comulgaba con las ideas libertarias de don Miguel Hidalgo y Costilla. 

El 7 de octubre de 1810, después del mediodía,  María Catalina acompañada de su cajero y  algunos peones armados con hondas, palos, instrumentos de labranza y cuchillos, reclutados en su hacienda de San Antonio, salieron a las orillas de Acámbaro (rumbo a Zinapécuaro, Michoacán) e interceptaron las tres carrozas que venían de la Ciudad de México con destino a Valladolid (hoy Morelia).

En ellos viajaban el intendente de Michoacán, Manuel Merino, comandante de esa provincia; el coronel Diego García Conde y el coronel de las fuerzas provinciales Diego Rul; todos fueron apresados gracias a la heroica acción de tan valiente mujer, quien dejó a las fuerzas españolas sin dirigentes y despejó el camino a Miguel Hidalgo y sus seguidores.

“En esta charla  no pretendo juzgar ni analizar los hechos ocurridos el domingo 16 de septiembre de 1810 en San Miguel el Grande, por parte de Narciso de la Canal, coronel del Regimiento de Dragones Provinciales de la Reina de San Miguel el Grande, sino resaltar la actuación de su esposa María Josefa de la Canal y Landeta  (familiar de María Josefa de la Canal y de la Canal, esposa del insurgente Luis Malo).

“Ella defendió a su marido hasta la muerte, acompañándolo en el destierro, representándolo legalmente en su defensa y justificando  su actuación ¿imprudente?  ¿indolente?  ¿valiente? o simple simpatizante del movimiento insurgente, cuando lo acusaron de ser cómplice de los insurgentes y haber salvado la vida a Allende cuando uno de sus ayudantes (realista) tuvo la oportunidad de matar al cabecilla de la insurrección, y el coronel De la Canal no sólo lo contuvo sino lo desarmó”.

En defensa de su esposo, María Josefa testificó que él no sabía nada de la insurrección, que se enteró de este levantamiento cuando el sargento mayor de su mismo regimiento realista le presentó al coronel una orden para que apresara de inmediato a los capitanes Ignacio Allende y Juan Aldama, pertenecientes al Regimiento de Dragones Provinciales, pero el  coronel no ejecutó de inmediato la orden y se contentó con apelar por la vida de los españoles que habían sido apresados.

La Independencia de México, concluyó María Concepción Lámbarri,  abarca desde las primeras conspiraciones y el inicio del levantamiento armado, la madrugada del 16 de septiembre de 1810, hasta la consumación de la Independencia en 1821, con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México. “Fue una etapa de muchos cambios políticos y sociales en la que también las mujeres tuvieron una amplia participación y a partir de la cual su inserción en la vida pública empezó a incrementarse”.

Comentarios de Facebook: