De la catacumba el fascismo

  • Rodrigo Rosales Escalona

PRIMERA PARTE

 

Una sociedad mal informada debilita la democracia

Ahora más que nunca se demuestra que la desinformación debilita la democracia

En el pasado, la extrema derecha podía ser presentada como un pequeño grupo que podía ser derrotado. Sin embargo, en la actualidad la frontera entre centroderecha y extrema derecha se ha derrumbado. Su actuar, recuerda al fascismo.

No debemos subestimar el hecho de que el fascismo no se soluciona por vía judicial; sin una estrategia correcta, otras personas serán víctimas de un ataque, en cuanto a que detrás de estos grupos, están férreos intereses económicos y políticos, que jamás estarán dispuestos a perder su beneficios e intereses.

No me voy a detener a las causas geopolíticas del por qué la Primera Guerra Mundial, desde el siglo XV, pero sí señalaremos el cómo el Fascismo y Nazismo, parten de un clima psicológico de ir sembrando estereotipos de necesidad social de sectores altamente conservadores, que encuentran en nuevos grupos y organizaciones proletarias encaminadas a luchar por mejores condiciones de vida y de trabajo, un factor de impedir el sistema de explotación salvaje en el capitalismo, es decir, sembrando miedo, de sentirse desprotegido a una sociedad con una moral sin capacidad de reflexión del porqué y para qué una sociedad más justa.

Antes de entrar al tema sobre el fascismo, revisemos que las reformas neoliberales de los años 80 y 90 profundizaron los niveles de desigualdad imperantes en América Latina, pero permitieron satisfacer ciertas aspiraciones de la ciudadanía, tales como el control de la inflación, la generación de estabilidad macroeconómica y la ampliación del acceso a bienes importados. Estos logros de las reformas neoliberales ayudaron a disipar el temor a la hiperinflación y al colapso de la economía, con lo cual se abrió paso al surgimiento de nuevas demandas sociales. Es así como la cuestión de la inequidad comenzó a ganar terreno. Pese a algunos avances logrados en la última década, América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo. Debido a ello, no es de sorprender que este tema sea relevante para una parte importante del electorado y resulta lógico que tanto las ideas como los partidos políticos de derecha no gocen de buena salud en el continente hoy en día. Si la derecha efectivamente se caracteriza por pensar que las desigualdades centrales entre las personas son naturales y, por tanto, están fuera del alcance del Estado, es de esperar que en un continente marcado por altos niveles de desigualdad la derecha tenga pocas posibilidades de ganar elecciones democráticas. No en vano, la literatura que parte de la premisa de la acción racional y que, por lo tanto, da por sentado que los electores votan en función de sus intereses materiales, indica que en países democráticos con alta desigualdad social es de esperar que se produzca una redistribución desde los ricos hacia los pobres.

En efecto, el giro a la izquierda que ha experimentado el continente latinoamericano desde finales de la década de 1990 está directamente relacionado con el ocaso del proyecto de modernización conservadora que líderes, partidos políticos y tecnócratas de derecha auspiciaron con bastante éxito durante los años 80 y 90.

Esto quiere decir que, en contraste con lo que asumen los autores que adhieren al paradigma de la acción racional, en sociedades marcadas por altos niveles de desigualdad no siempre sucede que el electorado demanda mayor redistribución y, por lo tanto, prefiere votar por la izquierda. Para que esto efectivamente suceda, es necesario que haya actores que politicen los niveles de desigualdad existentes y logren movilizar al electorado en función de ese tema.

Cabe destacar que el ocaso del proyecto de modernización conservadora ha ido aconteciendo de forma bastante gradual y se explica en gran medida por la emergencia de diversos actores a lo largo de América Latina que han tenido la capacidad de politizar la desigualdad.

¿Cómo y por qué ha acontecido una politización de la desigualdad en varios países de América Latina en el último tiempo? A grandes rasgos, esto se puede explicar por la conjunción de tres factores. En primer lugar, la conformación de grupos opositores a las reformas neoliberales ha sido un proceso lento, sobre todo respecto a la generación de los recursos organizacionales necesarios para movilizar a la ciudadanía para llevar adelante ciclos de protesta y formar nuevos partidos políticos que levantan sus propios candidatos y programas para las elecciones. En segundo lugar, hay un factor bastante contingente que también ha ayudado a politizar la desigualdad: el declive de la influencia de Estados Unidos en la región, sumado al impacto positivo que ha tenido el aumento del precio de las materias primas en el mercado global, ha permitido a los gobiernos de izquierda contar con mayor libertad económica y política para implementar proyectos que se apartan de las directrices del así llamado «Consenso de Washington». En tercer y último lugar, una vez que la implementación de las reformas neoliberales terminó por generar estabilidad macroeconómica pero quedó en evidencia que tales reformas dan pocos o ningún fruto en términos de reducción de la desigualdad, comenzó a ser más evidente que resulta necesario implementar otro tipo de políticas públicas, y esto a su vez se ha visto reforzado por la opinión de comunidades epistémicas que han propiciado este debate, por ejemplo, al sugerir que la desigualdad tiene un impacto negativo en el crecimiento económico.

Es claro que ante el incipiente avance de una sociedad reclamante de mejorar sus derechos constitucionales, que tienen a una justicia en una vida digna, donde la democracia parta de tener y contar con recursos económicos que satisfagan las necesidades de cada familia, sin estar atrincherados en una pobreza sin salida. Sociedad que nuevamente da primeros pasos de ir aprendiendo a reflexionar que el método es despojar a esa estirpe, de un poder que solamente lo emplea para satisfacer sus intereses, no de una nación y pueblo.

En la medida en que, por cuestión electoral es como el pueblo decide un giro hacia un proceso más justo y verdadera democracia, la estirpe acusa que el populismo conduce al “comunismo”, que “despojará” a “todos”, de “la libertad”. Es obvio que siembran estereotipos negativos o de proyección de ideales y necesidades propias hacia una sociedad desinformada.

Las manifestaciones de grupos de derecha, la anuncian como que “representan a una nación”, se autoengañan, porque el mundo es ajeno a su estereotipo de vida.

Es cuando recurren a todo tipo de mensajes y propaganda de desinformación, de falsas noticias, del vituperio, etcétera, contra un gobierno no afín a ellos, incluso, sus voceros, se supone que son los más selectos de una estirpe de intelectuales, que refuerzan o magnifican el engaño.

Antes de ir más lejos, debemos retroceder a las raíces del fascismo, de cómo la propaganda logró incrustarse en la mente y corazón de pueblos y naciones, con trágicas consecuencias para la humanidad, a la fecha.

rodrigo.ivan@yahoo.com.mx

Analista político y de prospectiva social

 

 

 

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Rodrigo Rosales Escalona

Periodista y analista político en medios locales y nacional, filósofo, docente en nivel superior, activista social, comprometido con la justicia.