García Luna, Calderón y Claudia

  • Xavier Gutiérrez
Muchas cosas pueden brotar si habla.

Se necesitaría ser demasiado infantil, ingenuo, tonto, o lo que le sigue, para ignorar que Jenaro García Luna  estaba al servicio del narco dentro de la presidencia de la república.

El otro adjetivo aplicable a Felipe Calderón en la presidencia, es cómplice.

Eso lo intuye la sociedad. Y no es improbable que a la hora de “cantar” en una prisión estadunidense, el propio García Luna lo mencione, utilizando el recurso de testigo protegido para disminuir su condena.

Calderón, por otra parte, cae en el cinismo al decir que no se dio cuenta que dentro de Los Pinos estaba el enemigo. Diversos medios, en su momento y después, publicaron amplios y documentados reportajes y testimonios sobre los vínculos del responsable de seguridad calderonista con del hampa y los negocios.

Hubo y hay incluso, referencias de que el presupuesto multimillonario que manejó García Luna en ese sexenio dorado, salpicó a cercanos a Calderón y a otros conspicuos empresarios de la élite mexicana.

Esto último, por si faltara, le vuelve a dar la razón al presidente López Obrador, sobre los poderosos hilos del tejido que emparenta a la alta clase política y diversos empresarios coludidos en el tenebroso pero siempre rentable negocio de medrar desde el poder.

Hay un mar de fondo en el actuar de ese formidable pez gordo que está tras las rejas. Y muchas cosas pueden brotar si habla. 

Un   hombre como este personaje, acostumbrado a la buena vida, a las andanzas entre negocios de altura, residencias, autos, yates y motos, metido en un cuarto de cuatro paredes sin las ventajas de una prisión mexicana, y con un horizonte estrechísimo en los próximos diez o veinte años, es capaz de todo.

Para atenuar el tiempo en ese infierno, para García Luna una puerta de escape puede ser hablar.

Y si habla, hay al menos una docena de personajes de la nomenklatura mexicana que  están en la mira.

De paso, este hecho, le pinta un manchón más a la de suyo maculada figura de Calderón en su nueva versión opositora. Y otros más están en la fila…

LAS CALLES DE PUEBLA. Se ignora quién le habrá vendido la “genial” idea a la presidenta municipal Claudia Rivera de estrechar las calles de Puebla con postes por doquier. 

Si de estrechar arterias se trata, sin duda es alguien de mente muuy estrecha. 

Me resisto a pensar que la idea sea de la propia alcaldesa.

La realidad cruda, crudelísima, es que cada día hay más calles de la ciudad sembradas de bolardos, ese tipo de pequeños postes negros con amarillo que complican la circulación.

 El efecto de esa especie de plaga municipal es evidente: reducen el arroyo vehicular, dificultan la vuelta a los autos, provocan accidentes y hacen más lento en tránsito por las enormes hileras que se forman. 

Para decidir semejante tontería debieron partir de algo elemental: la traza urbana de la ciudad no es de grandes y anchas arterías como las ciudades de otros países. Basta ajustarse a la realidad y aplicar innovaciones concordantes con  nuestro entorno. Así de fácil.

Una deducción rebuscada y perversa, sería creer que doña Claudia está empeñada en irritar de tal modo a la ciudadanía de la capital, para menguar la esperanza de votos en la siguiente elección y que esto  afectara los planes del gobernador. Y de su propio partido, claro.

Maléfica idea, pero…todo es posible en la viña del señor. 

La otra interpretación cae en lo que Juan Pueblo suele imaginar en estos casos: piensa mal y acertarás.

Es decir, la vieja fórmula de “entre más obra..más sobra”. La mente negociante de no pocos gobernantes aterriza cada semana en gastos o derroches inútiles. Y entonces, piden “proyectos” o les brotan ocurrencias que se inserten en el paisaje urbano: una callecita adoquinada por ahí, una remodelación por allá, unos baches tapados más allá, un parquecito o jardín inventado acullá.

Gastos de relumbrón para taparle el ojo al macho. En esto, nunca falta la mano de gato al zócalo y otra garra similar al Paseo Nicolás Bravo. Esto ha sido recurrente en la vida de Puebla. Los sucesivos gobernantes están cortados por la misma tijera. La cleptocracia no se acaba…sólo se transforma.

Y brotan los constructores o parientes hábiles en estos menesteres, que engordan de modo ilimitado y cínico las cuentas de quienes tienen la facultad de autorizar las obras y firmar contratos.

Nada nuevo bajo el sol. 

Los que apenas se fueron, por citar un ejemplo, se quedaron con grandes casonas del centro histórico, “compradas”, “invadidas” o adquiridas mediante un sinfín de triquiñuelas jurídicas y amenazas a sus dueños o herederos, y hoy lucen como flamantes restaurantes, hoteles, bazares, zapaterías y joyerías.

Lo sorprendente: hasta una par de sacerdotes de piadosas  parroquias del centro histórico, hicieron cuantiosas inversiones para poseer carísimas propiedades de uso comercial en manzanas centrales.

Si alguien en Puebla se diera a la tarea de seguir la huella del dinero, menudas sorpresas se encontraría. 

A todos los lectores, y especialmente a quienes tuvieron la gentileza de comentar sobre pasados artículos, mi agradecimiento. Con ello,¡ mi deseo muy afectuoso de haya salud plena y felicidad en todos sentidos..!

xgt49@yahoo.com.mx 

 

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.