La tolerancia…”en los bueyes de mi compadre”

  • Juan Martín López Calva
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   Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro,

 judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano”.

Walt Whitman (1819-1892).

Durante la marcha conmemorativa del 45 aniversario de la matanza del 2 de octubre en Tlateloco se suscitaron nuevamente escenas a las que desafortunadamente nos estamos acostumbrando como sociedad y empezamos a ver como “normales”.

El procedimiento es ya conocido: inicia la marcha de manera pacífica con las organizaciones convocantes y los ciudadanos que de manera libre y responsable ejercen su derecho a expresarse en los espacios públicos, en el transcurso del recorrido se empiezan a infiltrar grupos de jóvenes con el rostro cubierto y mochilas donde llevan desde palos hasta petardos y bombas molotov. En algún momento de la manifestación, antes de llegar a su punto de destino, estos grupos empiezan a agredir de manera cada vez más violenta a la policía y a destruir automóviles, comercios, cajeros automáticos y todo lo que encuentran a su paso.

En estos enfrentamientos violentos, la policía y el cuerpo de granaderos se encuentra muchas veces inerme recibiendo golpes con palos, piedras, trozos de banqueta o adoquines, petardos y bombas molotov, mientras se defienden únicamente con sus escudos.

Hay un momento en el que los cuerpos policíacos pasan a la ofensiva y encapsulan a los grupos violentos para proceder a hacer detenciones en las que muchas veces hay golpes hacia estos grupos y también hacia personas que se manifestaban pacíficamente o simplemente circulan por el lugar y quedan atrapadas en el lugar de la violencia. Existen también casos de golpes hacia reporteros que cubren y tratan de registrar gráficamente los acontecimientos.

Es indudable que los excesos de la policía y los granaderos deben denunciarse y condenarse enérgicamente. Resulta claro que se tiene que trabajar mucho todavía para profesionalizar a los cuerpos que vigilan el orden, para que su acción sea más efectiva en cuanto a contener y detener a los que verdaderamente generan la violencia evitando los excesos y las detenciones arbitrarias.

Sin embargo, resulta cada vez más claro que esta dinámica de violencia no es espontánea ni se genera por la presencia policíaca como señaló por ejemplo la organización Artículo 19, que afirmó en un boletín previo a la marcha del 2 de octubre que se ha observado una acción organizada de las fuerzas del orden para disolver las manifestaciones.

La dinámica de la violencia es generada por grupos entrenados, equipados y organizados que saben muy bien la manera de vestir, actuar, hacer daño y huir de la policía o victimizarse si eventualmente resultan detenidos o agredidos por los granaderos.

Llama poderosamente la atención que estos grupos no sean señalados y condenados de manera tajante por las organizaciones que se manifiestan. Cada vez que los medios de comunicación señalan a los violentos, los grupos que protestan se deslindan de ellos y dicen que son infiltrados. Pero a la hora en que los medios señalan y condenan a estos grupos, ninguna organización manifiesta un apoyo explícito a esta condena.

Por el contrario, una vez que personas de estos grupos violentos son golpeadas o detenidas, las organizaciones sociales y los líderes de las protestas se apresuran a condenar la actuación de la autoridad y a solicitar la libertad de todos los detenidos, contribuyendo a su victimización y aduciendo el argumento de la “criminalización de la protesta social”.

Curiosamente estos líderes y organizaciones sociales se asumen siempre como defensoras de la tolerancia, pero no son capaces de unirse al rechazo social hacia los grupos violentos que se caracterizan por su total intolerancia. Paradójicamente estos líderes y grupos ondean la bandera de la protesta pacífica pero no se  manifiestan abiertamente en contra de quienes usan constantemente la violencia.

En “el día después” de cada marcha uno puede ver la forma en que estos líderes y organizaciones y quienes simpatizan con ellas difunden viralmente en las redes sociales fotografías o videos de la policía golpeando o deteniendo manifestantes pero nunca las fotografías o los videos de los violentos agrediendo a la policía. Un manifestante detenido a empujones es motivo para hablar de brutal represión y aún de fascismo, pero un granadero envuelto en fuego por una bomba molotov o un policía bancario e industrial -que ni siquiera estaba en el operativo de la marcha sino simplemente cuidaba un edificio- golpeado salvajemente en la banqueta no es motivo de ninguna mención o es incluso minimizado diciendo que se trata de manipulación de los medios aliados al poder.

“No justifico la violencia, venga de donde venga…PERO…” y viene después la victimización de los violentos y la descalificación a cualquier acción de la policía tachándola de represiva e intolerante. Cuando alguien se atreve a subir una escena donde la víctima es un policía, la respuesta de estos grupos es siempre un ataque o una foto que ejemplifica que en realidad la policía es la mala y los grupos que provocan la violencia son los buenos.

Mientras no nos indigne con la misma intensidad cualquier acción violenta en contra de un ser humano, sea policía, transeúnte o manifestante, mientras no seamos capaces de exigir respeto a todos los grupos, sean de la tendencia que sean, no podremos hablar de que estamos realmente promoviendo la tolerancia.

Hasta hoy parece que la consigna es que haya tolerancia “en los bueyes de mi compadre”.

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).