Trump y el cambio de la estrategia de seguridad
- Germán Molina Carrillo
El triunfo de Donald Trump en las pasadas elecciones para la presidencia de los Estados Unidos y sus compromisos de campaña en el proceso electoral, en contra de la inmigración ilegal, de luchar contra los cárteles de la droga mexicanos, que han inundado las calles del vecino del norte con el tráfico de fentanilo, matando a cientos de miles de estadounidenses en los últimos seis años, así como su promesa de revisar el T-MEC firmado entre Estados Unidos, Canadá y México, y sobre todo la expulsión de millones de personas que entraron ilegalmente al país bajo el argumento de que son delincuentes y que sólo han llegado para robarles empleos a los norteamericanos, le sirvieron para no sólo ganar la presidencia, sino también la mayoría en el poder legislativo, lo que le permitirá en su mandato contar con los votos y respaldo suficientes para que le sean aprobadas sus políticas y acciones de gobierno.
Donald Trump, aún sin haber tomado posesión del cargo, con sus declaraciones en el sentido de imponer aranceles del 25 por ciento a las exportaciones de productos provenientes de México y Canadá, ha puesto de cabeza al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, que en sus primeras semanas del ejercicio de su mandato, declaraba a los medios cuando se le preguntaba sobre su estrategia de seguridad en contra de los cárteles de la droga, el mismo discurso del expresidente López Obrador: “Nosotros no vamos a entrar en una guerra contra los carteles, como lo hizo el gobierno de Felipe Calderón, que originó más violencia y homicidios, sino que vamos a atender las causas que originan la inseguridad”, con lo que dejaba claro que seguiría la misma línea de su antecesor y que no se vislumbraban cambios para frenar la ola de violencia y lucha entre los cárteles en estados como Guerrero, Michoacán, Jalisco, Chiapas, Guanajuato, Tamaulipas, Morelos, Sinaloa, Colima, cuya población es víctima de la inseguridad cotidianamente, ante autoridades que se encuentran en su mayoría coludidas o rebasadas por los cárteles, sin esperanzas de que la situación cambie.
Pese a lo anterior, y aún bajo el riesgo de contradecir el discurso de López Obrador, la presidenta se ha visto obligada a echar a andar una estrategia de seguridad distinta, bajo la coordinación de su Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, en estados como Sinaloa y Guerrero, donde la violencia e inseguridad siguen aumentando, con gobiernos débiles y que están bajo sospecha de estar coludidos con los líderes de los cárteles como el de Sinaloa y el de Los Rojos y Los Ardillos en Guerrero.
Resulta evidente, que la presidenta, jamás podrá recobrar el tiempo perdido por su antecesor y que enfrenta a grupos muy poderosos dispuestos a defender lo que consideran suyo y que difícilmente depondrán su antagonismo y abandonarán actividades que les han dejado cuantiosas ganancias en el último sexenio.
Lo anterior, sin dejar de lado, la complicidad y complacencia de autoridades de los tres niveles de gobierno, a las que tampoco les conviene que la presidenta y su estrategia tengan resultados positivos.
Así que la presión que en su momento trataron de aplicar los partidos de oposición y los críticos al gobierno de López Obrador en el sexenio pasado, acusándolo de que su estrategia de seguridad era ineficaz y de encabezar un narco gobierno, fueron inútiles para obligar al expresidente a modificar el supuesto combate a los cárteles del narcotráfico; pero sólo bastaron las declaraciones del presidente electo de los Estados Unidos, para obligar a la presidenta Sheinbaum, a llevar a cabo acciones tanto para combatir mediante la fuerza del estado realmente a los cárteles, como también para tratar de frenar que las caravanas de migrantes que entran a México por la frontera sur, logren llegar a la frontera con los Estados Unidos para tratar de cruzar a su territorio
El tiempo para la presidenta se agota, a fin de poder complacer las exigencias de Trump y lograr evitar aplique los aranceles del 25 por ciento a los productos mexicanos, desde el primer día de su gobierno, el 21 de enero de 2025, si se sentirá satisfecho con las acciones de la presidenta o se mantendrá en la misma postura, sin que le importe el cambio de la estrategia de seguridad cuyos resultados sólo se conocerán a mediano y largo plazo.
Habrá que esperar a conocer cuál será la postura del nuevo presidente de los Estados Unidos, en temas como la reforma al Poder Judicial y el apoyo que México ha brindado a las dictaduras de países como Cuba y Venezuela y si defenderá los intereses de las empresas de Estados Unidos instaladas en México, para que las reformas de la 4T, no les afecten. Y finalmente, si aceptarán siga el T-MEC con nuestro país, después de 2026 en que será revisado por los tres países que participan en el tratado.
Mi pronóstico es que, si desde ahora Donald Trump sin haber asumido el poder, está dictando la agenda a la presidenta Claudia Sheinbaum, al asumirlo las cosas podrían ponerse peor para México, si no desiste de su amenaza de aplicar los aranceles a los productos mexicanos, originando una recesión económica de fatales consecuencias.
Por ahora las amenazas y la presión de Trump han sido más efectivas, que las órdenes de López Obrador a la presidenta para que, sin ocupar la silla presidencial, le siga dando continuidad a su proyecto de transformación.
Así que por el momento las acciones del gobierno federal y del partido oficial están más dirigidas a complacer las exigencias de Trump, que a seguir desgastando a la débil oposición de los partidos en ambas cámaras.
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Abogado, notario y actuario por la Facultad de Derecho de la BUAP; doctor en Derecho por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Es director fundador del Instituto y del Centro de Ciencias Jurídicas de Puebla y de la Revista IUS; autor de más de siete obras jurídicas, ponente, moderador, comentarista, y conferencista.