El Patrón y la Mermelada: los reyes del poder pegajoso

  • Alejandra Fonseca
El verdadero fracaso no es sólo de los individuos y sus cómplices, sino del sistema que los sostiene

En el fascinante mundo de las oficinas, donde la competencia por el poder y el dinero es feroz, podemos descubrir personajes dignos de una tragicomedia.

Permítanme presentarles a dos figuras cuyo talento para sobrevivir y prosperar en medio de su propia decadencia es casi admirable. Hablamos del patrón y la mermelada”, dos veteranos del juego corporativo que han perfeccionado el arte de mantenerse en la cima, con alto costo para la salud mental y ética de todos a su alrededor.

Empecemos por la mermelada, apodada así por su habilidad casi sobrenatural para adherirse a cualquier situación o persona que le garantice un lugar en la mesa, ejemplo viviente de cómo la adaptación sin principios puede ser una estrategia de éxito. Durante años esta figura maestra de la supervivencia estuvo relegada a un segundo plano, congelada en el olvido mientras otros tomaban decisiones. Pero como cualquier mermelada bien sellada, nunca se echó a perder, esperando pacientemente el momento de reaparecer y pegarse de nuevo a la estructura de poder.

El caso del patrón, por otro lado, es un poco -mejor dicho- un mucho más… visible y evidente. Este personaje, cuya influencia parece estar sostenida por una mezcla de espionaje interno y relaciones de dudosa procedencia, con entidades que se transforman de manera caricaturesca y poco convencional en un símil de una DEA o FBI arrendados, ha logrado lo que muchos considerarían imposible: dirigir con mano izquierda y temblorosa, que sostiene una botella de licor que nunca parece vaciarse, la esquiva de la acometida, mientras con mano derecha les da la estocada a sus acérrimos defensores, porque confían en que pueden taparlo todo sin tener compostura ¡porque día a día lo luce! Los rumores de acoso sexual, su temprana afición por el alcohol y a las meretrices, son un secreto a voces y tema recurrente de conversación en la oficina y fuera de ella. ¡Pero claro! en el reino del patrón, las normas y la decencia son meras máscaras y disfraces sostenidas y sugeridas por sus intercesores.

Lo realmente interesante aquí es cómo estos dos personajes logran mantenerse en sus posiciones. Tal vez sea su habilidad para navegar el pantano corporativo con una destreza que haría envidiar a cualquier político; tal vez es simplemente que aquellos en posición de hacer algo al respecto, le ven la utilidad y mejor buscan explotar esas habilidades desarrolladas por años, para su beneficio y conveniencia, a cambio de cubrir sus excesos; o tal vez disfrutan de un poco de mermelada en su tostada o comparten un brindis tempranero con el interminablemente borracho.

La pregunta es: ¿hasta cuándo se les permitirá seguir operando con total impunidad? Más importante aún, ¿qué dice esto sobre la cultura organizacional que lo permite? En un entorno donde el acoso y el abuso de poder no sólo son tolerados sino, en algunos casos, hasta celebrados como parte del “juego”, el verdadero fracaso no es sólo de los individuos y sus cómplices, sino del sistema que los sostiene.

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes