La Capilla de San Juan en el Convento del Carmen

  • Atilio Peralta Merino
A las afueras del templo se erige la capilla de San Juan de la Cruz edificada por Antonio Cervantes

La bóveda del Templo del Convento de Nuestra Señora del Carmen alberga adjunta a la nave principal las capillas del Santo Niño de Praga, la Santa Teresa de Ávila, que falleciera en dos fechas calendáricas, el 3 de octubre de 1582 en el calendario juliano, y el 15 de agosto en el del Papa Gregorio, fecha en la que precisamente diera inicio a su vigencia; y, asimismo, la correspondiente al santo de Yepes.

En la parte posterior del templo y a las afueras de la nave en cuestión, se erige la capilla dedicada a la Santa Cruz, respecto de la cual, Mariano Fernández de Echeverría y Veytia narra la intervención que en 1630 corriera en su edificación y ornamenta a cargo de Antonio Cervantes de Carvajal, canónico que fuera comisario del Santo Oficio de la Inquisición.

La capilla de San Juan de la Cruz es descrita por Echeverría y Veytia en los siguientes términos:

“Compónese de cuatro bóvedas con su cuerpo de muy buenas dimensiones, una ocupa el presbiterio y el altar principal y en la siguiente se forma el crucero elevándose su cúpula  sobre las demás bóvedas, con cuatro ventanas por donde recibe mucha claridad”.

Señalase al respecto que la Santa Cruz venerada en la capilla es “parte de la milagrosa de Huatulco”, en cuya bahía desembarcaban desde los tiempos de Hernán Cortés los navíos procedentes del reino del Perú, y de donde zarpasen las destinadas al Asia en la célebre “expedición de las especierías”.

Previa a su estadía en la Florida en la segunda de las expediciones que fuera comandada por Ponce de León y de la que da cabal cuenta el mismísimo “Inca” Garcilazo, el Dean de Catedral de Puebla, Tomás de la Plaza, procedía de las mismas bahías, no en balde,  haría plasmar en los murales que adornan  su residencia, no sólo los motivos de “Los Sueños” de Petrarca y la clarividencia de las “Sibilas”, sino una serie de motivos propios de la simbología de la región del río Copala como es el tlacuache referencia mística, en los vestigios de Copala, por lo demás, queda constancia de que la cruz era venerada en sus latitudes con antelación a la llegada de los frailes.

Mariano Fernández de Echeverría y Veytia refiere que entre las reliquias aportadas a la capilla que se erige en la parte trasera del atrio del convento, se contienen significativas reliquias que resguardan lo mismo un hueso de Santa Teresa de Ávila, que carne del propio San Juan de la Cruz.

Hace poco menos de un año sugeríamos en estas mismas páginas la posibilidad de que ante la perspectiva de trasladar a Nueva España la orden carmelita, acaso fuese Puebla su lugar sede, la narración de Echeverría y Veytia bien pueden apuntar en tal sentido, he aquí lo decíamos hace un año:

San Juan de la Cruz es, a no dudarse, la máxima expresión de la mística española acreedora por sus alcances de la erótica árabe de Ibn Arabian e Ibn Hasam, floreciente en la Córdoba de los Omeyas.

Fray Crisógono de Jesús de la O.C.D. (Orden de Carmelitas Descalzos) escribió en 1943 con motivo del cuarto centenario del poeta del “Monte Carmelo, el que acaso haya de considerarse el mejor trabajo existente al respecto.

Una obra escrita con claros fines hagiográficos en plena posguerra española y en tanto Hitler se enseñoreaba a cabalidad en Europa; para sorpresa de cualquier acucioso lector que en la ocasión pudiera sentirse inclinado a hacer referencia a alguno de los formidables textos del escritor francés Georges Bataille.

El estudio de referencia alude tanto a una solicitud de pase real para trasladarse a Nueva España a favor de Juan de Yepes, así como a la existencia de un volumen denominado “Carmelo Mexicano”.

El pase real fue negado al poeta como también le fuera negado a Miguel de Cervantes Saavedra.

Por lo que hace al libro en cuestión, Fray Crisógono se circunscribe a señalar que, con relación al mismo, tenemos tan sólo referencias de su existencia.

El emperador Carlos en compañía de la emperatriz Isabel de Portugal decidieron y ordenaron el 17 de octubre de 1535 en la ciudad de Madrid que “no pasen religiosos a fundar en las Indias sin licencia del Rey”, según consta al respecto en la Recopilación de Leyes de Indias que corriera a cargo de Antonio de León Pinelo.

Hasta el año de 1943, al menos, el “Carmelo Mexicano” habría estado extraviado en algún inaccesible y oculto rincón del Archivo de Indias en Sevilla.

De haberse encontrado o de encontrarse en algún momento futuro, seguramente nos enfrentaremos a la presencia de alguna especie de manual administrativo de la orden carmelita reformada por otra gran pluma de nuestra lengua como al efecto lo es Santa Teresa de Jesús; un manual de actividades acaso aburrido por decir lo menos, no obstante, y ante el verbo vibrante del santo de la “Noche Oscura” frente a las disposiciones de la Corona ante las Indias; en ese libro podremos muy bien tejer “prisión de fantasía” como dijera la madre Juana Inés.

albertoperalta1963@gmail.com

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Atilio Peralta Merino

De formación jesuita, Abogado por la Escuela Libre de Derecho.

Compañero editorial de Pedro Angel Palou.
Colaborador cercano de José Ángel Conchello y Humberto Hernández Haddad y del constitucionalista Elisur Artega Nava