El valor educativo del juego y el ocio

  • Juan Martín López Calva
Los educadores necesitamos reaprender a jugar, a construir espacios de ocio con sentido humano

…Bajo la presión de tener que trabajar hoy nos hemos olvidado de cómo se juega. El ocio sólo sirve hoy para descansar del trabajo. Para muchos el tiempo libre no es más que un tiempo vacío, un horror vacui. Tratamos de matar el tiempo a base de entretenimientos cutres que aún nos entontecen más. El estrés, que cada vez es mayor, ni siquiera hace posible un descanso reparador. Por eso sucede que mucha gente se pone enferma justamente durante su tiempo libre…El ocio se ha convertido en un insufrible no hacer nada, en una insoportable forma vacía del trabajo. Incluso el juego ha sido absorbido hoy por el trabajo y el rendimiento.
 
Byung Chul Han. “El ocio se ha convertido en un insufrible no hacer nada”. Entrevista de Luis Martínez en El Mundo. 12 de febrero de 2019.

No resulta ninguna novedad escribir que nos encontramos hoy en un mundo obsesionado por la productividad, el consumismo y el crecimiento económico de los países, que ha ido desplazando de manera sistemática y acelerada a la sana aspiración de una sociedad global en la que exista desarrollo humano y calidad de vida para todos.

Este es sin duda uno de los factores que han detonado la crisis de humanidad que hoy padecemos en todo el planeta, que filtra hoy todas las actividades individuales o sociales en función de su rendimiento económico, de la generación de utilidades y de la aplicación práctica de las ideas, proyectos y políticas públicas.

Ya he escrito en otras ocasiones acerca de esta tendencia mundial que concibe al ser humano fundamentalmente como homo economicus, según el término que utiliza Edgar Morin o como homo laborans, según el planteamiento del filósofo coreano-alemán Byul Chung Han de quien tomo el epígrafe de este artículo.

Como afirma Han, en nuestros tiempos productivistas y consumistas existe una enorme presión de tener que trabajar, al grado de generar, como señala en su obra La sociedad del cansancio, una autoexplotación que se disfraza de realización personal.

Esta presión hace que el trabajo ocupe cada vez mayor espacio en nuestra vida cotidiana y produce que, como dice la cita introductoria, nos hayamos olvidado hoy de cómo se juega. Como dice también la cita, el ocio se ha convertido solamente en un tiempo de desconexión para descansar el trabajo y para mucha gente, el tiempo libre se ha vuelto un tiempo vacío y sin sentido, un horror vacui -miedo al vacío- que se cubre con ruido, con formas vacías de matar el tiempo, con entretenimiento superficial que nos vende esta sociedad del espectáculo en la que se ha convertido el sistema mundo.

De este modo, el estrés creciente que se apodera de nosotros hace que ni siquiera este tiempo de desconexión sea realmente reparador y nos aporte un descanso real y revitalizante. Estas situaciones se han recrudecido a partir de la pandemia y desde lo que yo mismo experimento y conozco de primera mano que viven mis colaboradores y colegas, vivimos hoy agobiados, desgastados y profundamente agotados. Como dice Han, nos está tocando vivir en la sociedad del cansancio.

Un rasgo adicional que caracteriza a esta sociedad es que como dice Han, “incluso el juego ha sido absorbido hoy por el trabajo y el rendimiento, porque el trabajo se ludifica, es decir, “…las ganas que todos tenemos de jugar se ponen al servicio del trabajo, que las explota y saca partido de ellas. Se ha desdibujado totalmente la línea divisoria entre juego y trabajo.

¿Qué pasa con la educación en este contexto? ¿Cómo se ha modificado la escuela a partir de estas tendencias? ¿Qué papel juegan las universidades en la reproducción de esta estructura sistémica que rige a la sociedad contemporánea?

Por increíble que parezca, la escuela que era, sobre todo en el nivel básico, el lugar del juego, el espacio en el que a través de las actividades lúdicas como los juegos de roles, el niño iba introduciéndose al proceso de socialización y comprendiendo el mundo en el que vive, con el consecuente desarrollo de sus habilidades socioemocionales, cognitivas y psicomotrices, ha ido cediendo terreno y convirtiéndose también en una institución centrada en la presión por “trabajar”.

La visión productivista y eficientista del mundo actual ha ido llenando la escuela de asignaturas, actividades, proyectos, tareas, concursos, festivales y producción de evidencias de que los profesores trabajan arduamente con sus estudiantes y no “pierden el tiempo” con actividades lúdicas ni tienen demasiados espacios de ocio dentro de sus horarios y calendarios.

Los niños desde preescolar tienen cada vez más la presión de aprender a leer y escribir, a realizar las operaciones básicas de aritmética, a iniciar su introducción a otra lengua -por supuesto en primerísimo lugar el inglés, que es el idioma de los negocios- y empezar a familiarizarse con los artefactos, programas y plataformas digitales.

Así como el trabajo se ludifica, también la actividad de aprendizaje se va ludificando -o gamificando, como suele decirse tomando el anglicismo en lugar de usar el término existente en nuestro idioma- y se pone al servicio de objetivos de aprendizaje, al mismo tiempo que el juego libre y sin una planeación y evaluación curricular va perdiendo terreno y se va dejando de lado.

Esta tendencia está produciendo que también en la escuela y la universidad se vaya olvidando cómo se juega, por el mero gusto de hacerlo, por la diversión -es decir, por la tendencia a recrearse, a tomar nuevos rumbos, a explorar lo desconocido- y por la convivencia que va generando comunidad.

Tenemos así currículos cada vez más llenos de asignaturas y actividades “productivas”, programas de materias cada vez más llenos de temas y contenidos, días cada vez más sobrecargados de clases, tareas y trabajos por entregar, con la consecuente pérdida de los tiempos para el ocio con sentido, para el jugar por jugar.

De manera que en la escuela y la universidad el poco entretenimiento o juego al margen del trabajo, como dice Han, “…se ha degradado a una mera desconexión mental” que no redunda en un buen tiempo de ocio.

“Tenemos la tarea” dice el filósofo coreano-alemán, de “liberar el juego del trabajo” porque el ser humano no es sólo homo economicus u homo laborans sino también homo ludens, un ser que tiene en su interior el deseo de recrearse a través del juego y de dar profundidad y vitalidad a su existencia a través del ocio con sentido.

“La sociedad futura será una sociedad del juego” dice Chang y los educadores necesitamos reaprender a jugar, a construir nuestros espacios de ocio con sentido humano trascendiendo la dictadura del trabajo y el productivismo para construir vidas humanas más equilibradas, integrales, libres y felices, devolviendo al tiempo humano su fragancia y edificar una sociedad que recupere también, tiempos de vida contemplativa, como dice también Han en esta interesante entrevista.

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).