El límite democrático

  • Rafael Micalco Méndez
Hay amenazas a ese equilibrio democrático que no debemos estar dispuestos permitir que se rebasen

“Aquí estoy, dispuesto a llegar hasta donde la ciudadanía lo demande; pero ésta no es obra de un hombre, ni siquiera de un puñado de estupendos líderes. Ésta es una portentosa obra que corresponde al pueblo entero, será la propia ciudadanía la que deba tomar en sus manos la construcción del futuro.”
Maquío

El avance democrático del país debe seguir inexorablemente su curso. El derecho inalienable del pueblo a elegir a sus gobernantes es y tendrá que ser respetado en el país. Tras las diferentes ópticas políticas que pudieran existir y emanar en el país, todas convergen en la idea de un México democrático.

La competencia electoral es dura y a veces demasiado frontal, el debate político público tiende a veces a ser visceral y polarizado; aun así, la voz mayoritaria se inclina por la mejor versión del país, o el mejor camino para llegar a ella.

Los poderes del Estado -ejecutivo, legislativo y judicial- en una vida democrática pueden llegar a ser disonantes, confrontativos; pero regularmente en la búsqueda del equilibrio democrático, impulsando los pesos y contrapesos necesarios.

Todos estos aspectos de la sociedad y su gobierno mantienen una línea invisible de límites que no se rebasan, que brinda a todos las y los mexicanos a mantener nuestra identidad, nuestra cohesión social y nuestro amor a la patria, y nos permite vivir en una relativa y segura paz. Sin embargo, hay amenazas a ese equilibrio democrático que no debemos estar dispuestos a permitir que se rebasen, no por conveniencia a un segmento social, ni a un gobierno, mucho menos a una filia política, sino por el bien del pueblo y de la mayoría.

No podemos dejar de observar que lo que a México le está sucediendo a partir del arribo de los partidos miembros de la coalición Juntos Haremos Historia; y es que paso a paso se concentran en debilitar la estructura democrática y alimentar una base electoral con cargo al erario. Todo ello apoyado por un discurso de odio en el que no asume la responsabilidad de sus actos y crean una falsa idea de bienestar general.

Los poderes del Estado se han visto amenazados, recientemente, por ejemplo, con su intentona de aprobar la reforma en seguridad, fuimos testigos de las prácticas más deplorables desde el gobierno para “doblar” a las y los legisladores, en ese mismo sentido, se le recrimina al presidente de la Mesa Directiva en el Senado su libre manifestación. El Poder Judicial no ha escapado de las críticas en la mañanera presidencial, rompiendo el equilibrio.

La competencia electoral está en peligro luego que se le intentó exterminar al Instituto Nacional Electoral quitándole recursos; luego vino la amenaza velada para desaparecer este importante órgano democrático del país y recientemente, se le hace un lado para realizar una “consulta” que solo cambia de nombre para tratar de cumplir con la ley (que no lo logra) e imponer la voluntad de un presidente, que debemos recordar, ganó gracias a la actuación impecable del INE.

Peligrosamente, trata de burlar la Constitución para que el ejército permanezca en las calles, pero en el fondo esa no es la cuestión, sino el debilitamiento sistemático de las corporaciones de seguridad estatales y locales. El mismo gobernador de Puebla ha reprochado que no hubo recursos federales para la compra de patrullas y el FORTAMUN, fondo destinado para mejorar las policías municipales, a quienes se quitó del presupuesto. Esto conduce a que el monopolio de la seguridad pública no es conveniente en un país donde, cabe cada vez menos, la disidencia al poder y a la opinión presidencial.

Además, la insensibilidad generalizada ante la educación de mala calidad; la falta de pericia para amortiguar los efectos de la crisis mundial y acciones en beneficio de la economía local; el pésimo sistema de salud que dolorosamente cobra vidas; los niños con cáncer sin tratamientos ni medicinas, entre muchas otras cosas que son de conocimiento público.

Todo ello está sobrepasando el límite, de una población que soportará no mucho, que en la búsqueda de mejores condiciones de desarrollo, no está dispuesta a sacrificar su libertad. Las y los mexicanos, estoy seguro, optaremos por la transición pacífica y no permitiremos que el avance totalitario de estos gobiernos continúe, porque estoy seguro que todos votamos por un mejor país y un candidato ganó, pero todos, todos y todas queremos un país de libertad y desarrollo por encima de una filia política.

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Rafael Micalco Méndez

Miembro activo del PAN desde 1988, miembro del CEN, consejero Nacional y Estatal; expresidente Estatal del PAN Puebla 2006-2009 y 2012-2015; licenciado en Administración de Empresas; diputado local 2005 y federal 2012. Actualmente, secretario Nacional de Promoción CEN y diputado local electo.