Poco sabemos de las causas de las decisiones en las altas esferas de la política. Por eso tenemos la historia, porque con frecuencia se repite. Igual que Ucrania, Cuba y Rusia juntas rebasaron la línea no visible que demarca la zona de seguridad de Estados Unidos. Cuba aceptó instalar bases de misiles nucleares en su territorio. No es lo mismo que su vecino tenga una pistola a que entre en su jardín a practicar tiro al blanco. Creo que eso nos queda claro a todos.

No se puede tolerar. La diplomacia existe para que, en el diálogo y la concesión al otro, las partes moderen su voracidad. Los límites de nuestros deseos los impone la existencia del otro.

En aquel momento de la llamada “crisis de los misiles”, el entonces presidente de Estados Unidos tuvo una plática directa con el entonces mandatario de la llamada URSS.

Cuba en un delirio de grandeza muy al estilo de Fidel, pensó que podría ser quien inclinase la balanza geopolítica a un nuevo equilibrio. Exactamente lo mismo le ocurre ahora a Ucrania. La diferencia entre Fidel y el actual presidente de Ucrania es, por supuesto, abismal. El presidente de Ucrania es un simple títere, nacida su autoridad de un vulgar golpe de estado y “consolidada”, créanlo o no, al puro estilo nazista contra la oposición que escalona resistencia y después a territorios autónomos.

Es resumir demasiado, pero baste decir que la “crisis de los misiles” en los años sesenta con Cuba se dio en un contexto ideológico decolonizador. Por el contrario, Ucrania busca ser una colonia neoliberal. Fidel fue un estadista, el presidente de Ucrania, como lo mencioné, es un simple títere.

Todos sabemos cómo acabó la historia. Cuba abandonada por Rusia, los imperios llegando a un acuerdo. Ucrania está a punto de conocer su lugar en la geopolítica, lección que pudo haberse ahorrado si hubiese estudiado un poco de historia.

Aún si, los sucesos aún se desarrollan y si bien la historia nos da pista, hay detalles que debemos analizar y lo haremos en la próxima entrega.