Puebla, sus medios y sus monstruos (Parte I)

  • Luis Martínez
Un análisis del mercado local de medios y la gestión de la opinión pública en cuatro entregas

La relación de la prensa con el poder marcada por la fuerte dependencia que los medios de comunicación tienen del dinero público, es un fenómeno ya normalizado por propios y extraños; sin embargo, en Puebla este fenómeno tiene sus propios matices que han derivado en notorios excesos y casos verdaderamente espeluznantes que colocan al mercado de medios poblano como uno de los más complejos del país.

 

Si bien estas condiciones no son únicas para nuestra región, vale la pena relevar los matices, para tratar de entender cómo se construye la opinión pública y cómo ésta impacta en la toma de decisiones y en la formación de una singular ciudadanía en Puebla.

Un mercado muy competido y saturado

De acuerdo con cifras del Observatorio Mexicano de Medios, Puebla es la tercera entidad con más periódicos impresos y digitales del país, sólo por debajo de CDMX (que concentra al grueso de medios nacionales) y del estado de Veracruz abundante en medios por su gran extensión territorial y la diversidad de sus regiones.

Con alrededor de 90 medios digitales - validados por dicho observatorio- , de los cuales apenas un puñado de ellos concentra el 90 por ciento del tráfico de lectores de noticias, cerca de veinte radiodifusoras y una decena de televisoras, Puebla parece un epicentro del "emprendimiento de medios” a nivel nacional, con una pequeña salvedad: los medios de comunicación en la región cuyo funcionamiento no depende del dinero público, se pueden contar con los dedos de una mano.

Es decir, en Puebla se fundan medios sólo para tener acceso al financiamiento público, dependencia que genera un mercado absolutamente obediente a los designios de las instituciones que les contratan y que por su volumen, es capaz de generar la suficiente huella digital y mediática para construir percepciones según convenga al contratante.

Cada trienio, sexenio o cambio de autoridades, todos estos medios hacen fila desde los primeros días en las oficinas de las nuevas directoras y directores de Comunicación Social de las instituciones públicas, para presentar sus respetos, propuestas y someterse a las órdenes del poder en turno.

Nuevos medios surgen, otros se fortalecen, algunos desaparecen con el viejo gobierno, o mutan en una nueva marca afín a los intereses políticos de sus contratantes.
Con un golpe de suerte y con las bondades del periodismo digital actual -que ofrecen la posibilidad de crear medios de comunicación con una muy pequeña inversión-, reporteras y reporteros que ayer "chacaleaban" a políticos y gobernantes en banquetas y cafés, hoy se transforman en flamantes directivos y fundadores de nuevos medios.

Recientemente el especialista en Periodismo Digital iberoamericano, Ramón Salaverría, destacó la necesidad de dejar de culpar a los medios y periodistas de la desinformación y comenzar a observar a otros actores sociales como los verdaderamente responsables.

En Puebla, el presupuesto de las oficinas de Comunicación Social destinado a los medios -poco o mucho, dependiendo de cada institución u orden de gobierno- se divide en tres bolsas:

1) La de los medios consolidados cuyo tráfico, audiencia, televidentes o radioescuchas, les coloca en una posición con la suficiente ventaja para exigir y negociar poco. Los mismos nombres, las mismas familias de siempre, sin color y sin partido, mientras los contratos se firmen a tiempo.

2) La de la numerosa "chiquillada" de medios modestos en audiencia y contenido panfletario, que a cambio de pequeños contratos garantizan la publicación íntegra de boletines, la adulación permanente, la obediencia perfecta y el trabajo sucio contra los adversarios del contratante. Su margen de negociación es bajo y sin los niveles de audiencia de los consolidados, sus únicas fortalezas son la paciencia, la insistencia y la capacidad de ser una molestia permanente con contenidos y columnas adversas para quien no los contrata.

3) La de los medios propios y aliados. La de los amigos, los cercanos, los allegados al o la jerarca de la comunicación en turno. Los confidentes, los incondicionales, en algunos casos los gestores de la reputación, esos a los que el contratante no sólo les encarga la cobertura institucional, sino les da la llave de las primicias y las filtraciones. Si tienen medio lo consolidan, sino lo tienen, lo fundan.

Los medios se configuran y reconfiguran a las necesidades del contratante, el dinero público puede garantizar una nómina modesta, o algunos privilegios para el más ambicioso. Los medios crean sus productos, pero es la ética de la persona que los contrata y las condiciones bajo las que lo hace, la que permite medir su grado de responsabilidad en la desinformación y excesos.

Así, las instituciones públicas crean a sus propios monstruos.

En la siguiente entrega:

Marinismo, morenovallismo, tragedia y barbosismo: la reconfiguración permanente de la élite mediática en Puebla.

Hasta la próxima.

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Luis Martínez

Comunicador y Catedrático especializado en Periodismo Digital y Opinión Pública con más de 12 años de experiencia. Master en Ciencia, Tecnología y Sociedad por Quilmes, Premio Nacional de Innovación en Transparencia 2016