Gobernar para cada rincón

  • Marcelina Romero
Ser buenos gestores en política significa gobernar para el pueblo.

Por Marcelina Romero (*)

“¿En dónde empiezan los derechos humanos universales? Pues en pequeños lugares, cerca de nosotros; en lugares tan próximos y tan pequeños que no aparecen en los mapas. Esos son los lugares en los que cada hombre, mujer y niño busca ser igual ante la ley, en las oportunidades, en la dignidad sin discriminación. Si esos derechos no significan nada en esos lugares, tampoco significan nada en ninguna otra parte”.

Eleanor Roosevelt

 

Esta máxima de Eleanor Roosvelt debería iluminar la toma de decisiones diarias de nuestros gobernantes, sobre todo si observamos cómo actúa la clase política en la región y lo difícil que le resulta ubicar el interés general por delante de cualquier otro interés.

A diario, nuestros políticos nos demuestran que la retórica supera la acción: “por el pueblo”, “todos juntos”, son frases trilladas que brillan como slogans pero que, sin embargo, están ausentes en la toma de decisiones diaria, dado que pocas veces se favorece a la mayoría o a los que menos tienen.

Ser buenos gestores en política significa gobernar para el pueblo, para la gente. Cuando ciertas políticas o reformas se piensan para la tribuna -llámese medios, campañas o clase alta- resultan definitivamente incompatibles con el interés general. Así, las decisiones se convierten en mercancías que se venden al mejor postor.

Entonces, aunque le duela al mercado o a los que más tienen, de ninguna manera podremos hablar de “salida de la crisis” si los efectos no alcanzan a todos y todas, porque la democracia se fundamenta en el término “todos”, y si esto no ocurre, cualquier medida o política social irá en contra del bienestar colectivo.

Estamos convocados como ciudadanos a la participación diaria, a vigilar qué hacen nuestros representantes con nuestro voto de confianza; de alguna manera  la nueva democracia implica más y mejor participación activa y, por parte de los gobernantes,  la correcta rendición de cuentas.

A través de las nuevas tecnologías, la democracia participativa incorpora activamente al ciudadano, por ejemplo con las herramientas digitales que promueven e incrementan la participación, fomentar el desarrollo de aplicaciones que faciliten la relación de los ciudadanos con entidades gubernamentales y, por supuesto también, con la vigilancia tan necesaria para el buen funcionamiento de todo el sistema democrático.

Mientras se busque el bienestar colectivo sostenible -no ya como un concepto creativo con fines publicitarios sino como base incorruptible e imprescindible para gestionar los recursos del Estado- estaremos garantizando empleos bien pagos, servicios públicos de calidad, seguridad social… es decir, estaremos construyendo un estado de derecho confiable, resistente y duradero.

Podríamos mencionar algunos campos que evidencian si se han tomado o no buenas medidas: educación, seguridad ciudadana, alimentación, agua potable, energía eléctrica, transporte, viviendas dignas, calidad de vida, etc. Con observar esto en tu barrio, si miras a tu vecino, si observas la presencia o ausencia de indigentes en la calle, podrías evaluar cómo son las decisiones de tus representantes.

El gran desafío de todo líder es lograr el bienestar colectivo de la ciudadanía. Claro que para que esto sea posible deben coincidir las agendas de varios actores de la sociedad: la clase política, el empresariado y las instituciones. Las épocas electorales son una gran oportunidad para elegir a conciencia a quienes nos representen y guíen hacia una sociedad más humana, equitativa y solidaria.

Es importante analizar, criticar y erradicar de los discursos el marcado individualismo y el clientelismo que nos aplasta en estos tiempos. ¿Cómo lograr que quienes se postulan a puestos gubernamentales, puestos en donde se toman decisiones que rigen el estado de toda una sociedad, piensen en lo colectivo? La respuesta es todo un desafío. La clave está en lograrlo. Porque hasta ahora, en su gran mayoría, la clase política aspira a “hacer carrera”, a escalar posiciones de poder en un entramado sin fin de estrategias y alianzas que la distancia de su meta original. De esta manera, las ambiciones personales se imponen a la función pública, esa función de “estar al servicio de quienes votan”, esa función en la que deberían depositar todo su esfuerzo sin pensar en el “después”. Podríamos repetir como un mantra: vive aquí y ahora. Así, los políticos tomarían decisiones que se reflejen en el día a día, sin pensar en su próxima candidatura. 

 

(*) Master en Comunicación Política y Gobernanza Estratégica, George Washington University; miembro de la Red de Politólogas -mujeres dedicadas a la Ciencia Política Latinoamericanista- y del National Association of Hispanic Journalists (EEUU).  Síguela en Twitter: @lmarcelinaromer

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Marcelina Romero

Politóloga y Comunicadora feminista reside en U.S, corresponsal medios nacionales e internacionales. 

Master en Comunicación Política y Gobernanza Estratégica, George Washington University, miembro de la Red de Politólogas. Fundadora Radio Radar