Enrique y la Incultura

  • Patricio Eufracio Solano
El desconocimiento sobre política cultural es abismal.

El sábado anterior fui invitado a presenciar la reunión de Enrique Cárdenas con sus simpatizantes, relativa a la Cultura. Fue en Profética a las 9:30 hrs. Asistieron alrededor de 20 personas y nadie de la fuente periodística de cultura. El desconocimiento del candidato y los asistentes sobre política cultural es abismal. En materia de Cultura, la Incultura de Enrique es infinita.

Como buena parte de los poblanos relacionados con el medio académico, sabía de él y sus cuitas en la Universidad de la Américas, pero traté a Enrique Cárdenas por vez primera en el 2012.

Durante la campaña política de Enrique Peña Nieto se llevó a cabo una reunión en el Centro de Convenciones cuyo fin era entregarle al candidato propuestas y proyectos de gobierno que, en teoría, formarían parte del Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018. El tedio de una reunión coreografiada por el equipo priísta de campaña, se avivó cuando Enrique Cárdenas subió al templete. La mecánica del encuentro era la entrega en propia mano al “candidato bombón” de los proyectos personales.

Los tres primeros cumplieron dócilmente con su papel asignado, entregándole a Peña Nieto un cuadernillo engargolado, el cual era recibido con una plástica sonrisa y un apretón de manos. Tocó el turno de Enrique Cárdenas quien, cual si viniera del súper mercado, se aproximó ufano y sonriente al candidato cargando dos enormes bolsas. Este se sorprendió por el contenido y solo atinó alguna exclamación entre incrédula y sorprendida –aderezada con el mote de “tocayo”-, cuando agradeció al académico la abultada contribución programática. El ánimo general de la tertulia se tornó en admiración hacia Cárdenas y un poquitín de orgullo poblano compartido por la contundencia de su contribución. ¡Es trinchón el Doctor!, escuché a mis espaldas y, desde luego, compartí la aseveración.

Después vinieron los reportes y noticias que Enrique publicaba sobre Economía y otras materias desde su búnker en el Centro de Estudios Espinosa Yglesias y el respeto se mantuvo. El eclipse inició cuando Enrique atendió el canto de las sirenas políticas y pensó que sería un buen candidato a gobernador, primero por parte de Morena, después como independiente y, al final, como el Frankenstein ciudadano multipartidista en que ha devenido. No quiso entender, ni aceptar –como Enrique Agüera en su momento y Monserrat Galí, a últimas fechas-, que la “Política” es diametral, infinita, monstruosa, terriblemente distinta a la “Academia” y ha comenzado a pagar el precio de su equivocación y soberbia.

Lo expresé hace algunos meses y lo reitero ahora: el  “vaquismo sagrado” de la academia no aplica en el cotidiano devenir arrabalero de la política constante y sonante. Ningún aprendiz de político –¡y mucho menos uno experimentado!-, se arredra ante los grados y medallas académicas, porque en la política electoral y electorera no triunfa el que mantiene la cortesía y prosapia de la cátedra universitaria, sino el que es capaz de entender a su público elector y, transformándose en uno de ellos, liderar sus intereses y demandas prometiendo lo imposible y asegurando un mundo futuro lleno de éxitos y bienaventuranzas. Y eso, es contra natura entre los académicos, educados en el método científico, la bibliografía comprobable y el pie de página preciso y sin afán de plagio. En contra sensu de las ciencias duras, en la Política lo dicho y prometido no tiene que ser veraz, puesto que con ser verosímil cumple su cometido de compromiso; ¡ya si después se logra llevar a la práctica al 100%, qué bien para todos!, pero ¿si no?, ¡pues se adapta y modifica a la realidad y, en vez de un tren maya, se construye un tranvía yucateco!; en el que muchos no cabrán, es verdad, pero nadie en su sano juicio cree, a estas alturas del siglo XXI, que la democracia alcanza para todos. Y, si lo duda, lea con detenimiento las recientes estadísticas publicadas por el INEGI sobre la permanencia infinita en la pobreza, de aquellos que, sin culpa ni deseo, nacieron pobres ya.

De tal suerte, después de su malhadada decisión de ser un “candidato ciudadano” postulado, avalado y jineteado por tres partidos políticos, Enrique emprendió la travesía por un desierto plagado de demonios y tentaciones, los cuales no podían exorcizar sus lecturas, tesis y argumentos académicos. El resultado está a la vista, con las consecuentes mermas personales de prestigio, la conmiseración de sus antiguos alumnos –que no se resignan al “maltrato” del que es objeto-, y las amenazas, reales o ficticias, sobre su patrimonio y allegados. Y, así, llegamos al sábado anterior cuando decidió, por un sentimiento de “culticulpa”, que debía dedicarle, al menos, una hora de campaña a la Cultura poblana. Para ello, convocó, no a un mitin, ni a una mesa de análisis con expertos, ni a una rueda de prensa, sino a “echarnos un café” en Profética; eso sí, pagando cada asistente el suyo, para evitar las suspicacias del INE.

El “cafetazo” inició puntual pues, se nos advirtió, que Enrique debía irse a las 10:30 hrs., a alguna otra actividad. La mecánica fue simple, Cárdenas expondría su sentir sobre la Cultura en Puebla, seguido de una “breve” sesión de preguntas y respuestas. El 90% de su intervención, Enrique habló de lo que sabe de economía; de lo que condena: fraudes, mentiras, ataques; de lo que anhela: equidad y buenas maneras políticas; de aquello que le ha sucedido en campaña, y lo aderezó con algunos guiños a los asistentes y frases incompletas sobre “cosas” que quisiera contar, pero que no se atreve, pues su macro educación académica no se lo permite. El último 10% de su intervención lo dedicó a hablar de lo que no sabe: de Política cultural. Leyó una tercia de cuartillas que pretendían ser un Plan Cultural de Gobierno, en el cual incluyó a todos los nichos culturales y a todos los actores y protagonistas del arte y la cultura que encontró en su biblioteca. ¿La consecuencia? Un galimatías. Acto seguido: las preguntas, “proyectos culturales” de los asistentes, adhesiones solidarias a su esfuerzo y lacrimógenos recuerdos sobre su paso por la UDLA. Yo le pregunté tres cosas: 1. ¿Con cuál tipo de institución gubernativa (secretaría, consejo o instituto) desarrollaría su plan cultural?; 2. ¿Cuáles serían las metas culturales que se alcanzarían en “su” gobierno?, y, 3. ¿Cuál cantidad del presupuesto existente en este año fiscal, dedicaría a la Cultura? No obtuve respuesta a ninguna.

Finalmente, llegó la hora en que Enrique debía partir hacia el otro evento de su agenda y la “cafeteada” se disolvió. El sentir que persistió en mí mientras terminaba el “capuchino con doble carga”, fue la manifiesta Incultura que, en materia de Política cultural, tiene Enrique. Cuando lo expresé, Juan Carlos, socarrón, puntualizó: “¡Pues los otros ‘no cantan mal las rancheras’”. Con el último sorbo, tuve que reconocer la certidumbre de su comentario.

El Lago de los Chismes

1. Como lo apunté hace un par de meses, la disputa por el trono de la renaciente SC se torna cada día más efervescente y los nombres aparecen, reptantes, desde las catacumbas culturales poblanas. En esta última semana de campaña han “aparecido” Óscar Alejo, Dalia Monroy, Miguel Ángel Pérez Maldonado y Miguel Ángel Andrade, y “reaparecido” (empeñada en no desaparecer) Anel Nochebuena. Consulté a las “Divinidades Greco Poblanas” de la  cultura y sus oráculos fueron precisos: En el ánimo del imparable candidato a gobernar nuestro Estado, no está decidido el o la titular de la renaciente SC; no ha definido la estructura organizacional con la cual se desarrollará su proyecto cultural; ni los montos, ni el nicho financiero de donde obtendrá los dineros para la SC; ni ha precisado si en este 2019 se habrá de concretar el renacimiento de la Secretaría del Ramo. Por ello, no se deje engañar, ninguno del verdadero equipo barbosista está recibiendo CV para Cultura. Así que nadie la tiene segura. Lo cierto –me aseguraron- es que, de todos los suspirantes, los de franco o encubierto pasado morenovallista –como es el caso de algunos de los mencionados arriba-, tienen menos oportunidad de continuar; y solo es cosa de recurrir a la hemeroteca para comprobar quiénes fueron beneficiados por Rafael Moreno Valle o por Luis Maldonado o por Jorge Alberto Lozoya o por Moisés Rosas o por Octavio Ferrer, y, actuar en consecuencia.

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Patricio Eufracio Solano

Es Licenciado en Lenguas y literaturas hispánicas por la UNAM.

Maestro en Letras (Literatura Iberoamericana) por la UNAM.

Y Doctor en Historia por la BUAP.