La iniciativa cultural

  • Patricio Eufracio Solano
En el pasado reciente, antes de Amlo, las campañas electorales eran decorativas

A querer y no, llevamos 8 meses de parálisis catatónica en Puebla. El suspense provocado por la elección del 2018 –en la cual Morena ganó prácticamente todo, menos la gubernatura-, alargado por el zafarrancho postelectoral y la muerte de la gobernadora, relegó toda actividad administrativa, financiera, política y, desde luego, cultural, a la inacción, la incertidumbre, la nada. Hoy, a unas horas de reiniciarse el proceso para elegir gobierno, debemos sacudirnos el letargo y tomar la iniciativa… es impostergable… ¡urgente!

En el pasado reciente, antes de Amlo, las campañas electorales eran decorativas, utilitarias y espectaculares cuya finalidad principal era mostrar, placear al elegido por los grupos de poder, complacidos y complacientes con su retoño presidencial. La campaña de Andrés Manuel tuvo un fin distinto: tomar la iniciativa de un cambio. Sus planteamientos, afincados en sus reflexiones y escritos, se redimensionaron en cada mitin y reunión hasta alcanzar la calidad de programa actuante de gobierno, aún antes de serlo en la práctica.

Esta dinámica electoral amloista, provocó –y aún sucede así- que de antemano supiéramos lo que pensaba hacer y, por ello, lo que estaba en juego para todos los mexicanos. En este contexto es como se entienden las furibundas reacciones de todos aquellos sabedores que, al ganar Andrés Manuel, perderían sus sitios de privilegio; y, asimismo, se comprende la masiva reacción de aquellos anhelantes de ese cambio y que, por ello, estábamos dispuestos a sortear las lógicas consecuencias que traería ese giro: los desfases presupuestales, las pérdidas personales (como el empleo en algunos) y la dolorosa, incierta y dificilísima labor de instaurar un nuevo orden y pacto nacional, que incidiera en forma distinta a lo vivido hasta entonces por los mexicanos.

Que recuerde, Andrés Manuel nunca pretendió suavizar la realidad que vendría con el cambio: sangre, sudor y lágrimas momentáneas y probable futuro de equidad y bienestar colectivo para los más, con preferencia y prioridad de los pobres. Lo persistente subterráneo en el discurso era la esperanza y a ello nos aferramos; después de todo ¿qué más podríamos perder con él, que no hubiéramos perdido ya con los otros?

Y así estamos hoy, con algunos dislates, reconversiones, obstáculos y ajustes, siendo testigos de lo vaticinado: la problemática, difícil y escabrosa caminata hacia el cambio. ¿Lo lograremos totalmente? Nadie lo sabe a ciencia cierta, si bien lo deseamos, al menos la mayoría de los mexicanos, según se desprende de las encuestas que miden la aceptación popular del Presidente. ¿Que hay dudas y temores sobre la oportunidad, velocidad, profundidad y provecho de los cambios? ¡Desde luego!, pero lo innegable es que, tirios y troyanos, coinciden en que la desbordada iniciativa del Presidente distingue su quehacer y con ello nos demanda una acción igual; no menos, sino a la par en la tarea de ganar-ganar con el cambio.

Pues bien, en la Puebla actual todo está por comenzar de nuevo y creo que los candidatos a gobernarnos –primordialmente Luis Miguel Barbosa por ser el candidato del partido del Presidente-, deben ofrecernos, con su estilo personal y sus formas y maneras propias, tomar la iniciativa desde el momento mismo en que inicien sus campañas, señalándonos, desde el primer día, cuáles serán los beneficios y consecuencias que viviremos los poblanos durante su mandato, para, de antemano, vislumbrar el panorama en que habremos de vivir los próximos casi seis años. Todo ello sin maquillaje, ni falsas expectativas; realidad pura para una sociedad que, desde el pasado 1 de julio, demanda dejar de ser tratada como estúpida, sumisa y despreciable.

En lo referente a la Cultura, la iniciativa que debe encabezar aquél que nos quiera liderar en este cambio, debe contener –a mi juicio-, al menos los tres compromisos siguientes.

1. Primero el Patrimonio. Puebla, el Estado –y no únicamente la ciudad capital o la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán-, es Patrimonio Cultural de la Humanidad no porque lo reconozca la UNESCO, sino por su ancestral y diverso acúmulo de tangibles manifestaciones culturales de todos sus hombres y mujeres, en todos los tiempos. Conservarlo es preservar la esencia de la poblanidad y, por ende, propiciar su reproducción en nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Difundirlo es esparcir, sin tiempo ni medida, el orgullo de poseerlo, además de compartir los genes, la genialidad, la sabiduría generosa, las diligentes manos y el espíritu sublime de quienes lo crearon. Y este campo de la cultura poblana no debe limitarse a lo patrimonial edificado, sino a todo aquello que con su singularidad nos distingue; por decirlo coloquialmente: moles hay muchos en el país, pero poblano ¡solo uno! Y, esto, lo poblano, proporciona sello y marca diferencial a nuestro patrimonio propio: edificado, material e inmaterial. Por ello, la iniciativa que debe emprender aquel candidato que desee contar con nuestro apoyo total, tiene que comprometerse, parafraseando a Amlo, a que, en materia cultural, en Puebla: ¡primero el patrimonio!

2. Responsables de la Cultura. Una de las diferencias sustanciales de Andrés Manuel, cuando candidato, fue la soltura comunicativa. Con sopesada intención y no poco jiribilla, iba contando lo que haría. Así fue con el nuevo aeropuerto, con los sueldos de los funcionarios, con las pensiones de los expresidentes, con el apoyo a los jóvenes, viejos y pueblos originarios. Y uno de los aciertos de esta estrategia fue la de mostrar a los ciudadanos a aquellas mujeres y hombres en quienes confiaría las distintas instituciones y secretarías de estado. De tal suerte, pudimos conocer –y estar de acuerdo o disentir-, sobre el gabinete nacional y, al mismo tiempo, sopesar la calidad humana, profesional y política de esos hombres y mujeres; y, a la par, indagar sobre su pasado y, con ello, vislumbrar su futuro desempeño. El ejercicio político que se suscitó, sin duda, fue benéfico, pues logramos entrever las filias y fobias de Andrés Manuel; los cuidados y precauciones que tomaría en tal o cual sector; las debilidades y fortalezas administrativas que acusaba y que lo orillaban a elegir lo mismo a un duro, como Manuel Bartlett en la CFE,  que a un súper técnico como Santiago Nieto en la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP. Y, asimismo, pudimos cuestionar a algunos/as que consideramos inadecuados, como es el caso de Alejandra Frausto en Cultura.

Pues bien, este sano diálogo y ejercicio de mutuo respeto entre Andrés Manuel y la República, creo que debe replicarse en el Estado; por lo que considero deseable que los candidatos nos presenten, cuanto antes, a los posibles encargados/as de las distintas secretarías e instituciones gubernamentales. O, al menos, la o él que piensa designar en la renaciente Secretaría de Cultura, pues de esa forma el debate sobre ello se haría cuanto antes y no a partir del inicio del gobierno, evitándose así que se repita el zafarrancho de Anel Nochebuena y que el renacimiento de la SC se demore y posponga por cuestiones de amor y odio cultural poblano.

3. Cultura intraestatal y extraestatal. La última cuestión que trataré en este artículo, es sobre la iniciativa que habrán de mostrar los candidatos en determinar los caminos y perímetros, alcanzables en la realidad, del apropiamiento de la cultura poblana, tanto por los poblanos mismos, como por los connacionales y aún por los extranjeros. Este asunto tiene relación directa con el centralismo cultural poblano de la capital del estado. Esto debe cambiar, buscando hacer que las manifestaciones culturales de una determinada región del estado (y, al final, todas ellas), sean conocidas, apreciadas y difundidas ¡por todos los poblanos y no únicamente por sus lugareños! Esto es, conocer y enorgullecerse verdaderamente, por cada una de las variantes culturales de Puebla toda.

Esto que se dice fácil, en realidad es muy complejo y dilatado, pero hay que empezar en algún momento y, que mejor, cuando el barrunto de los vientos electorales anuncian la incorporación de Puebla a la ola del cambio de régimen y de reconversión transformadora nacional. Una de las maneras que encuentro factible de abordar este asunto, es la de transformar en estatal, algunas manifestaciones locales culturales, pero similares, en fecha, sentido y vocación a las de otras regiones poblanas. Es decir, que cuando sea, por ejemplo, época de Carnaval, en todo el estado y los sitios donde habitan poblanos en el extranjero, se efectúen dicha fiesta y celebración, coordinando y armonizando su contenido, significado y sentido. Y, antes de que empiece la rechifla por considerar que esto es imposible, recordemos que eso sucede en Puebla y New Jersey, Los Ángeles y otros sitios, respecto de la Batalla del 5 de mayo, o de los días de Todos Santos y Muertos. Y, desde luego, he admitido líneas arriba ya la dificultad de esta armonización y sincronía cultural, pero, también, hay que aceptar que no es imposible.

En fin, que el diálogo entre los candidatos y nosotros está por comenzar y es deseable no desaprovechar la ocasión de exigirles compromiso real y tangible y no solamente verborrea, acusaciones y diatribas. Iniciativa, sólida y sustentada, comprometida y realizable. Liderazgo decidido y trascendente en aquello que mayormente distingue y singulariza a Puebla del resto del mundo: su Cultura.

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Patricio Eufracio Solano

Es Licenciado en Lenguas y literaturas hispánicas por la UNAM.

Maestro en Letras (Literatura Iberoamericana) por la UNAM.

Y Doctor en Historia por la BUAP.