Elección de Estado en Puebla: el discurso político de Morena

  • Miguel Ángel Rodríguez
Los enredados hilos de la vida política de Puebla

“Una Elección de Estado se está fraguando en Puebla” -acusó Alejandro Armenta, senador de Morena frente a las cámaras de un canal de la televisión pública nacional. Era la misma denuncia que el candidato de Morena, Luis Miguel Barbosa Huerta, lanzó sistemáticamente contra el exgobernador del estado, Rafael Moreno Valle, antes, durante y después de la elección del primero de julio del 2018.

La contundencia y seguridad de las argumentaciones del legislador Armenta entierran la recomendable sabiduría de la duda. De ser cierta la grave denuncia entonces también es igualmente cierto que todo cambió para seguir igual, puesto que, al parecer, condenados como ratones a correr eternamente dentro de una rueda, en realidad jamás nos movemos un ápice ni abandonamos la misma escena autoritaria de la tradición política de Puebla.

Aceptar como válido el juicio de Armenta sería, en los hehos, volver el tiempo a la elección para gobernador del pasado primero de julio del 2018, a las mismas condiciones de dominio político, crecientemente tecnotrónico, que prevalecieron cuando Rafael Moreno Valle era el cacique absoluto de la entidad. ¿Cuál es fundamento de verdad de las palabras y la fuerza de voluntad que mueve a Armenta cuando denuncia que Morena prepara una elección de Estado contra Morena?  

No cabe duda, los enredados hilos de la vida política de Puebla pudiera ser el espejo del futuro político del país. El triunfo de Morena, parte voluntad popular y parte azar, ofrece un espléndido escenario para los estudiosos del sistema político mexicano, laboratorio dirán los amantes de la técnica, porque fue el epicentro de un poder político paralelo al de las instituciones del Estado. Los tres poderes constituyentes del estado en una voluntad movida por el misterio, como dice el profundo conoceder de sí mismo que era Schopenhauer -precursor de Freud cuando afirma que la esencia íntima de la voluntad son los órganos genitales.   

¿Cómo entender si no, desde el mirador de la oscura voluntad, la actual contrahechura del sistema de partidos?

Vale la pena pensar en el barroco contexto político poblano.

Aunque legalmente el triunfo electoral para la gubernatura le correspondió al PAN y sus aliados, así lo resolvió el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la muerte hizo una chocarrera jugada de ajedrez en el tablero de la política y trocó en miseria la prometida abundancia del  morenovallismo. La mayoría morenista en el congreso del estado era la responsable de nombrar a un gobernador interino y esa voluntad colectiva, por no se qué brebaje confundida, decidió que no había ciudadanos honorables y capaces de gobernar el estado y decidieron eligieron a un priista de larga trayectoria en la política del Antiguo Régimen, a Guillermo Pacheco Pulido, como gobernador interino.

Primer fenómeno novedoso de la Cuarta Transformación. La voluntad popular legitima a Morena como primera fuerza política del estado y, por el dedo del misterio, gobierna en Puebla un batidillo de personajes del morenovallismo y el marinismo.

Se dice, se rumora en los medios, que esa elección casi unánime de los legisladores poblanos se debió a un guiño de consentimiento de Andrés Manuel López Obrador, pues Pacheco Pulido, para cerrar con broche de oro su vida política, habría acordado, para cumplir con su anhelado sueño de ser gobernador, dejar la mesa puesta para Luis Miguel Barbosa Huerta.

Una razón de peso para creer en la lealtad del nuevo gobernador interino es suponer que uno de sus hijos financió parte de la campaña, se la jugó con el candidato a gobernador por Morena, en las violentadas elecciones que finalmente perdió Luis Miguel en el controvertido dictamen del TEPJF.

¿Pero qué necesidad…?

Alejandro Armenta, como haría cualquier político mexicano promedio, tomó al vuelo la oportunidad que la errática jugada del congreso le representaba y, descubriendose el pecho, se tiró sobre la piedra sacrificial. Caminó sobre las claves de la razón partidista a la que perteneció por muchos años y se dijo -y nos repitió en el canal del senado: “…el nuevo gobernador interino, Guillermo Pacheco Pulido, por inercia, actuará conforme a los cánones de la patrimonialista tradición PRIANISTA poblana, guiará su voluntad de manera natural para heredar a los hijos, cuñados, yernos, hermanas, hermanos, tíos, esposas, primos, etc., la llave del presupuesto y los cargos públicos, más aún, que será el fiel de la balanza si se trata de decidir entre Barbosa y él mismo.”  

Armenta, conocedor de los laberintos del poder del priísmo, se dio cuenta del sentido de posibilidad que se le abría y actuó en consecuencia. Contó la historia de que algo muy grande, espeso y viscoso, algo monstruoso, se movía en esta elección a la gubernatura y, de paso, que esa mancha oscura se habría apoderado de la voluntad de los diputados y diputadas, mayoría morenista, del congreso poblano.

La narrativa mantiene la misma estructura, el mismo sentido que Armenta imprimió a su campaña para senador contra el monopolio político de Rafael Moreno Valle. Como si no estuviese de por medio un viraje histórico radical que comenzó con la elección del primero de julio del 2018, como si la ciudadanía poblana careciera de memoria histórica.

En descarga de la denuncia del exmarinista Armenta se pude decir que las aguas están muy revueltas en Puebla. Todo aparece como un galimatías indescifrable. Se dice que él mismo, en su voluntad de poder, convoca a los restos del morenovallismo y el marinismo a sumarse a su candidatura y eso si resulta de suma gravedad de cara al futuro inmediato, porque por ese camino Morena será muy pronto el basurero del naufragio del corrompido sistema de partidos.

Otro episodio que retrata muy bien el río revuelto es el nombramientio de Fernando Manzanilla Prieto como nuevo Secretario General de Gobierno de Guillermo Pacheco Pulido. La historia de la voluntad de poder no tiene desperdicio. En principio, antes de aceptar su nueva responsabiliad pública como funcionario de un gobernador priista, hubo de dejar la diputación federal del PES (Morena); es decir, no significó ningún dilema moral elegir entre la representación de la voluntad popular y sus propios intereses de promoción política. No es extraño, es el mismo sentido pragmático de su profesor. Nadie olvida que Fernando Manzanilla fue el segundo de a bordo y que participó como beneficiario del sultanato panista de Rafael Moreno Valle ni era, antes de caer de su gracia, el cuñado más poderoso de Puebla.

Todo parece vuelto al revés en la tierra del poeta Manuel M. Flores.

Como punto de partida se puede revisar el estado interno de los partidos políticos que se disputarán la gubernatura. Ni el PRI ni el PAN tienen candidatos medianamente competitivos, todo les arrancó de tajo el vértigo de poder morenovallista, es lamentable ver caminar a la escuálida caballada, el mismo Rocinante luciría como atlético campeón olímpico a su lado.

El PAN nuestro de cada día quedó envenenado y, en esas condiciones, nadie quiere, ¿nadie puede?, oficiar la eucaristía. Con la trágica muerte de Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso se fueron muchos ambiciosos proyectos. Una cosa es segura, en ninguno de ellos se contemplaba, como era la aspiración de Manuel Gómez Morín, fundador de la doctrina del PAN, la construcción de “Una ideología de la vida mexicana, de los problemas que agitan a México, una ideología sin mistificaciones de oratoria, adecuada a propósitos humanos que resuelva en la acción y no en la literatura, las graves contradicciones que estamos viviendo”.

Por eso la burbuja morenovallista se consumió en el aire, porque nunca hubo un proyecto ideológico, ningún fin superior, ninguna antorcha que levantar del incendio, nadie con la estatura intelectual y moral para enderezar el barco: una nave cargada, cargada, cargada de…las formas, métodos y contenidos de dominio autoritario y ultrapragmático Rafael Moreno Valle, alumno formado, como Mario Marín Torres, en la famosa escuela de Melquiades Morales Flores.

El morenovallismo, si es que alguien aún se identifica con ese proyecto, representó la antítesis del pensamiento de Manuel Gómez Morín, quien, como subraya Soledad Loaeza, buscaba una tercera vía entre socialismo y capitalismo, tenía muy claro que “el capitalismo de la concurrencia ciega y el maquinismo ciego”, lo mismo que “la vulgaridad, la venalidad administrativa y el peculado” propias del Estado posrrevolucionario mexicano eran fuerzas opuestas a la idea de acción.

El Partido Revolucionario Institucional, por su parte, está irreconciliablemente confrontado entre marinistas y dogeristas y, por si fuera poco, el desprestigio, la escandalosa corrupción de la administración del expresidente Enrique Peña Nieto continúa creciendo, se hace monstruosa, conforme el nuevo gobierno federal investiga más pormenorizadamente el estado de la cosa pública. Ese lastre, como veremos, será catastrófico para cualquiera de los cuatro precandidatos a la gubernatura -entre los cuales, para variar, brillan por su ausencia las mujeres-, no es necesario ser un profeta para adelantar que, con muy altas probabilidades, el candidato del PRI a la gubernatura de Puebla podría pasar a la historia como el primer enterrador del probervial partido hegemónico a nivel local.

Los mejores cuadros de ambos partidos, más el PRD casi completo, fueron seducidos por la promesa del oro, literalmente del oro negro, ilusión que al final se evaporó como fuego fatuo. Lo que resta es muy poco capital político, menos capital económico y ninguna figura popular entre la clase política PRIANISTA.

Bastarían esas evidencias para desactivar la bomba que arrojó Armenta sobre Morena y, por supuesto, para mostrar que la escena partidista no es la misma sin el dinero y la influencia del Moreno Valle sobre las voluntades de todo el aparato estatal. Esto es, en esas condiciones no hay competencia política posible, como lo revelan las encuestas más recientes en el estado, que perfilan a Morena como movimiento triunfador de la próxima elección para la gubernatura.

El escenario político del estado es otro, muy diferente al de la elección del 2018, y aunque por todos lados miro los mismos rostros de siempre ejerciendo el poder político, debemos admitir que muchas cosas se transformaron en sentido democrático desde el pasado primero de julio.

Para empezar, los parciales árbitros del Instituto Electoral del Estado y los magistrados del Tribunal Electoral de Puebla fueron, con justicia, desechados de sus funciones por su manifiesta incapacidad moral para organizar la elección. No lo dijeron, no podían decirlo así, los consejeros del Instituto Nacional Electoral, pero por la vía de los hechos los dos organismos electorles fueron desechados por incompetentes, por la sombra de complicidad con Moreno Valle, a quien debían servidumbre, porque su elección como funcionarios se decidió en Casa Puebla.

En mi opinión, los consejeros del IEE deberían renunciar porque sus servicios ya no fueron requeridos por la ciudadania poblana. Se podría decir que Fuenteovejuna los dejó sin materia de trabajo -como argumentan los leguleyos neoliberales. Es necesario reestructuar a fondo el funcionamiento del IEE, quizá llamar a una refundación del mismo, con criterios más transparentes y democráticos para la elección de los consejeros electorales.

Como se sabe, las elecciones para gobernador serán organizadas por el Instituto Nacional Electoral y eso, por lo menos en parte, mejora sustancialmente la vitalidad de los principios fundamentales sobre los cuales se desarrolla una elección democrática: legalidad, certeza, transparencia, objetividad e imparicalidad. Tampoco es que crea tanto en los juicios equitativos del INE -la candidatura de Marychuy los dejó muy deslegitimados-, pero, como ya quedó explicitado con abundancia, en ausencia de una reñida contienda por la voluntad de la ciudadanía poblana, el INE tendrá un horizonte inmejorable para vestirse de luces, puede librar con honores la fácil prueba electoral de Puebla.

Así las cosas, las palabras, el discurso de Alejandro Armenta, comprensible en el contexto histórico del pasado inmediato, adquiere tonos innecesariamente extremistas en el escenario actual. Nadie en Morena tiene las redes de poder, ni los intereses, ni los proyectos económicos que concentraba el exgobernador Rafael Moreno Valle.

Al respecto conviene tener presente que cuando las palabras pierden su valor, su vitalidad para nombrar las cosas y los seres y son desplazadas por el recurso fácil de los lugares comunes, nos encontramos muy cerca de la oscura y fatua demagogia. El discurso de Alejandro Armenta, en el sentido de denunciar una elección de Estado, deslegitima la candidatura del ex-candidato Luis Miguel Barbosa Huerta y, de manera simultánea, arroja el velo de la duda sobre la independencia y autonomía de la voluntad, pensamiento y acción de la mayoría de legisladores y legisladoras locales de la Cuarta Transformación.

Dije que no le faltan razones a Armenta para levantar la crítica a los procesos internos de la vida partidista que de fundan en la sospecha de parcialidad, pero también digo que a sus razones les faltó sentido histórico y precisión conceptual.  

Quiero decir, una elección de Estado ocurre, y Armenta lo sabe bien, cuando así lo exigen las condiciones extraordinarias de competencia política partidista, cuando se juega o se pone en peligro un proyecto político de nación. En este momento tanto él como Barbosa se encuentran más bien en el mismo proyecto de Estado nacional, que es el de la Cuarta Transformación, el de Andrés Manuel López Obrador.

No hay manera de sostener razonablemente una razón de Estado en disputa.

Quizá fuera posible, con cierta certeza conceptual, hablar de una elección de Estado en el proceso de elección del domingo primero de julio del 2018, ahí sí estaba claro que había dos proyectos de nación enfrentados violentamente. Se trataban de Rafael Moreno Valle y su modo de dominio autoritario sobre las instituciones electorales, sobre el poder legislativo y sobre el poder judicial, él sí representaba, él sí reunía las fuerzas necesarias para promover una elección de Estado, porque, además, él sabía que le iba la vida en ello. Alejandro Armenta, eso hay quen reconocerlo, fue muy valiente al denunciar y enfrentar al exgobernador cuando éste estaba ejerciendo a plenitud todo su poder político, pero la denuncia de elección de Estado en estos momentos es un exceso lingüístico que no encuentra correspondencia ni en la aburrida teoría política ni en la escena histórica y electoral del momento actual.  

Se entiende que el senador busque compartir espacios de poder en el gabinete del próximo gobernador de Puebla, Luis Miguel Barbosa Huerta, pero es necesario que los políticos aprendan una lección histórica invaluable que, me parece, no han sabido justipreciar lo suficiente, y es que lo primero que se pudre de los proyectos políticos emergentes es el lenguaje.

En ese sentido, en alguna ocasión, no hace mucho tiempo, con la ingenua intención de conjurar la peste racionalista que gangrena los discursos políticos, le sugerí respetuosamente a una destacada figura de Morena que impregnara sus discursos de contenidos poéticos.

No logré nada, pero seguiré insistiendo en que el seco y racionalista discurso de la política se puede desplazar, lo que significaría cambiar el fundamento de verdad, en lugar de una técnica un hablar, un decir más humano. Se trata de poetizar el lenguaje con el humor irónico, por ejemplo, de Paz, Sabines, Novo, Lizalde, Bonifaz Nuño, Rulfo, Leduc, Neruda, Cortázar, García Márquez, Monsiváis, Serna, Bolaño y, en el centro, la Invitación al vómito de mi admirado Oliverio Girondo.

En suma, no habrá elección de Estado porque las circunstancias históricas se transformaron, ciertamente de manera extraña, de medio año a la fecha y, lo más relevante desde entonces en Puebla es el triunfo de Morena y el crepúsculo acelerado del cacicazgo morenovallista, ambos sucesos concentran energías en el sentido fortalecer la voluntad ciudadana y la democracia local.

Se puede obsevar, sin embargo, que por el momento no hay contrapesos políticos suficientes para equilibrar el carisma del Presidente de la República.

Finalmente, les dejo una estampa beisbolera, suspendido todo juicio de valor, para ilustrar como veo el partido de la próxima elección de gobernador.

En el campo de beisbol solo el Peje con el bat al hombro, mientras un pitcher errático y nervioso lanza bolas lentas desde la loma de los disparos y, al fondo, ningún corredor veloz capaz de fildear un modesto Texas Leaguer y menos aún con la audacia para lanzarse al vacío y atrapar una pelota, al filo de la barda, con la punta del guante, para evitar el jonrón que sueña pegar el próximo dos de junio el dueño de la Chingada en Puebla.

Algunas interrogantes me inquietan del futuro próximo del sistema de partidos y de la aún misteriosa voluntad de poder que mueve a Morena…  

¿Y si Andrés Manuel pega un batazo contra la mafia en el poder y, con la energía del impulso cardenista, devenimos en sistema de partido único y carismático…?

¿Volveremos al sistema de partido hegemónico con sus respectivos satélites?

¿Superará Morena, sin resquebrajamientos, la ceguera política, las crecientes ambiciones y los enfrentamientos de sus variopintos cuadros dirigentes?

 ¿Desaparecerán de la escena política principal el PAN, el PRI y el PRD -los actores del neolioberal Pacto por México…?

Algunas respuestas a esas cuestiones del destino nacional se están filmando, en estos momentos, en el plató de la barroca política poblana.

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Miguel Ángel Rodríguez

Doctor en Ciencia Política y fundador de la Maestría en Ciencias Políticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Investigador y filósofo político. Organizador del Foro Latinoamericano de Educación Intercultural, Migración y Vida Escolar, espacio de intercambio y revisión del fenómeno migratorio.