Voto diferenciado y guerra sucia contra Barbosa

  • Carlos Figueroa Ibarra
Los escenarios nacionales y su proyección en el estado de Puebla y la capital.

Cuando faltan aproximadamente 40 días para las elecciones del 1 de julio, Andrés Manuel López Obrador sigue encabezando las preferencias electorales. Desde un punto de vista matemático, resulta  difícil que  Ricardo Anaya lo alcance, a menos que sucediera algo extraordinario. Así las cosas, el fantasma del fraude electoral recorre a México. No obstante que es una posibilidad no descartable, la diferencia entre López Obrador y Anaya es tan grande en este momento (16-20% según las encuestas) que una adulteración de los resultados electorales es mucho más difícil que en 2006. De igual manera, si es cierto que cada punto de preferencia electoral implica 600 mil votos, el PRI y el PAN necesitarían acarrear o comprar el voto de  entre 9.6 y 12 millones de personas. Puede suceder que el establishment neoliberal esté preparándose ya para el escenario de un Andrés Manuel como presidente electo.

Ante esta eventualidad, lo que resulta verdaderamente preocupante para dicho establishment y para la derecha neoliberal,  es que el tsunami López Obrador implique también una reconfiguración de la correlación de fuerzas en el senado y en la cámara de diputados. Que ello implique también la aparición de flamantes gobernadores de Morena en la Ciudad de México, Tabasco, Chiapas, Morelos, Puebla y Veracruz. Y que una buena parte de las presidencias municipales también las gane la Coalición Juntos Haremos Historia. En suma, que la elecciones de julio de 2018 den paso a un nuevo México más allá del monstruo bicéfalo neoliberal (PRI y PAN).

En este escenario, para el PRIAN se vuelve imperativo  el llamado a diferenciar el voto: “Vote AMLO, pero vote por nuestros candidatos a senadores y diputados”. Un López Obrador con un poder legislativo en contra, sería un presidente débil y con una limitada capacidad de acción en cuanto a los cambios que  persiguen Morena y la coalición que encabeza. Esta compleja situación que enfrenta la derecha, en Puebla se vuelve todavía más compleja, porque la marea López Obrador ha elevado a una altura insospechada a Luis Miguel Barbosa y aún a Claudia Rivera Vivanco, como candidatos a gobernador y presidenta municipal respectivamente. El hartazgo nacional en Puebla amenaza con desbaratar los planes de un grupo regional de poder que se ha ido construyendo en la última década bajo la sombra de Rafael Moreno Valle. En Puebla se está decidiendo,  además del triunfo o derrota de Andrés Manuel, la consolidación o debilitamiento del morenovallismo.

Si Moreno Valle logra imponer a Marta Erika Alonso, su grupo de poder tendría todas las posibilidades de ser un émulo del Grupo Atlacomulco. Y ese grupo podría llegar a tener una continuidad similar a la del avilacamachismo. El triunfo de Barbosa significaría un severo revés para esos planes. He aquí la causa esencial de la embestida que todos los partidos han hecho contra el candidato a gobernador de la Coalición Juntos Haremos Historia. Esta es la raíz de la guerra sucia que han emprendido casi todos los medios de comunicación en la entidad. La explicación de que la mayor parte de columnistas políticos de Puebla hayan unificado un discurso que retrata a Barbosa de la manera en que lo hace. El motivo de la conversión de Enrique Doger de candidato priísta a golpeador de Moreno Valle. Finalmente, es éste el origen del slogan “AMLO sí, Barbosa No” que con un financiamiento mayúsculo ha inundado calles y caminos de toda la entidad.

En Puebla se decidirá el 1 de julio, no solamente una alternancia en el gobierno. Sobre todo se decidirá la ruptura o la continuidad de un Maximato regional.

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Carlos Figueroa Ibarra

Sociólogo, profesor investigador de la BUAP, especializado en sociología de la violencia y política. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Fue integrante del Comité Ejecutivo Nacional de Morena (2015-2022).