Los tiempos pasados no fueron mejores

  • Raúl Bringas Nostti
Aunque en el pasado hubo cosas estupendas, ahora hay cosas mejores en cine, música, arte.

De manera recurrente, quienes superan la barrera de los 40 años, o incluso algunos más jóvenes, comienzan a quejarse de los nuevos tiempos en que viven. Añoran los años pasados en los que supuestamente las cosas eran mejores. Comienzan a ver sólo virtudes. Una especie de paraíso perdido en el que sólo ocurrían cosas buenas. Hacen de los años lejanos algo perfecto y pasan horas comentando con sus compañeros de desgracia la maravilla de los tiempos pasados. Por ello existe la frase “los tiempos pasados fueron mejores”, que puede tener un significado irónico, pero que mucha gente interpreta de manera literal.

Quienes añoran el pasado argumentan que las cosas ya no son como antes, que los coches son frágiles, que los aparatos mecánicos o eléctricos se descomponen pronto, o que los productos de consumo inmediato no se elaboran con el mismo cuidado. En relación con las expresiones culturales, es común escuchar que las películas ya no son tan buenas, que la música ha degenerado, que las artes han perdido todo referente o que la televisión es basura pura, cargada de realities o violencia. Con respecto a las nuevas generaciones, los amargados les echan en cara que ya no se interesan por nada o que cada día son menos capaces.

Estoy en desacuerdo con todos aquellos que exaltan el pasado. Si bien el presente no es mejor en todos los aspectos, en la mayoría de las cosas hemos progresado bastante. Pongamos el ejemplo de los coches. Ahora contaminan menos, ahorran más combustible, incluyen mayores medidas de seguridad y se descomponen mucho menos. Ya no son tan sólidos como los de antes y qué bueno. Los coches de antaño eran unos tanques que, en caso de accidente, le propinaban al conductor y sus acompañantes un golpe seco que los mataba. El coche resistía más, pero los humanos recibían un impacto no amortiguado. Aunque usted no lo crea, los materiales frágiles del presente permiten dosificar el golpe a la manera de un colchón.

Cuando navego por Internet y tengo todas las respuestas del mundo no puedo más que agradecer los tiempos que vivimos. Lo mismo ocurre cuando advierto la variedad de productos a nuestro alcance y la facilidad con la que podemos desplazarnos de un lugar a otro. Usted dirá que no todos pueden disfrutar de estas cosas. Tiene razón, las diferencias sociales siguen siendo lacerantes, pero hasta en ello ha habido avances. Los pobres de ahora no son tan pobres como los de hace 50 años. Quién iba a imaginar un televisor en una casa humilde en la década de 1970 o a casi todas las personas con la capacidad de comunicarse por teléfono gracias a los celulares.

Se quejan algunos de que la música ya no es la misma. Sólo tienen oídos que han dejado de escuchar y que ya no se actualizan. Como en el pasado, en la actualidad hay músicos extraordinarios que conviven con los mediocres éxitos musicales. La gran diversidad a nuestro alcance hace más difícil que encontremos lo valioso. Si alguien me dice dónde está el John Lennon de ahora, yo le puedo responder que allí se encuentra Father John Misty, con composiciones extraordinarias cuyas letras son incluso superiores a las de Lennon. En el cine pasa lo mismo. Ya me es imposible ver las viejas películas, con malos efectos, actuaciones teatrales, sonido atroz o escenarios acartonados. Ahora lamento las grandes limitaciones de mis películas favoritas del pasado que tanto me emocionaron. El cine es mucho mejor ahora, tanto el comercial como el de arte. Repito, el problema es que hay tanta variedad que se nos dificulta saber dónde comenzar. Lo mismo ocurre en la literatura. Las novelas vienen mejor editadas, pensadas y estructuradas. ¿Qué me dice de los deportes, donde los antiguos ídolos son oscurecidos por las capacidades de los atletas del presente? ¿Le gusta el fútbol? Compare un partido mundialista de hace 40 años con uno de ahora.

El espacio no me alcanza para multiplicar los ejemplos que desmienten que el pasado fue mejor. Así que, estimado lector, evite glorificar el pasado, pues, al hacerlo, sólo demuestra que se está convirtiendo en un anciano. Y que conste: la vejez está en la mente, no en el cuerpo.

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Raúl Bringas Nostti

Es licenciado en antropología por la Universidad de las Américas Puebla. Es también maestro en Estudios sobre Estados Unidos de Norteamérica por la misma universidad. Y es doctor en Historia por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.