Peña Nieto desplaza a Ninel Conde

  • Juan Pablo Proal

“¿Cuál es el colmo de Peña? Que su signo zodiacal sea leo”. “¿De dónde provienen los mayas, presidente? -Pues de Mayami”. “Señor Peña Nieto, ¿qué opina de la primera presidenta que tuvo Chile? - Pues que yo siempre he respetado las preferencias sexuales de la gente y si él decidió cambiar de género, pues muy su gusto”.

Enrique Peña Nieto desplazó a la actriz Ninel Conde como el protagonista principal de chistes sobre la idiotez. Los usuarios de redes sociales inundan el ciberespacio con videos, “memes” y  bromas que sistemáticamente ridiculizan al mandatario.

Un total de 408 mil 686 personas están suscritas a la página de Facebook “Chistes de Peña Nieto”. El buscador Google arroja 6 millones 580 mil resultados al escribir las palabras “chistes Peña Nieto”, que se vinculan a páginas y blogs que satirizan al presidente. Publicaciones igual de abundantes se sitúan en las redes sociales Youtube y Twitter.

El escritor estadunidense Kurt Vonnegut, autor de “La Cruzada de los inocentes” y especializado en ciencia ficción y comedia negra, escribió en su ensayo “Como un perro cavando un pozo” una reflexión sobre la esencia de la sátira: “El humor es casi una respuesta fisiológica al miedo. Freud decía que el humor es una respuesta a la frustración –una de varias-”.

Tomando como verdadera la premisa de Vonnegut, es oportuno preguntar: ¿A qué responde la abundancia de chistes sobre la figura presidencial?  El investigador italiano Carlo Galli, profesor de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bolonia, podría ayudarnos a responderlo. En su libro “El malestar de la democracia”, plantea:

“El tipo de hombre que vive hoy en día en las democracias reales tiene hacia la política una actitud que hace cada vez más difícil la democracia: una repulsa rabiosa o resignada, generada por el desconcierto de una muerte que no se puede anunciar”.

Hacer cotidianamente escarnio de un mandatario electo mediante las instituciones del Estado es un reflejo de la ira, la desesperanza y la vergüenza que su figura provoca. Si bien es verdad que la comedia ha tenido en la política y sus gobernantes uno de sus temas recurrentes, destaca la frecuencia y profusión con que los ciudadanos comunes comparten chistes sobre lo que Peña Nieto les significa, inspirados en los constantes equívocos públicos del priista.

También destaca la respuesta de un sector de la prensa ante el escarnio popular. Cuando miles de cibernautas reprobaron que en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara Peña Nieto no haya podido citar correctamente tres libros que lo hayan influenciado, la presentadora Adela Micha, una de las principales figuras de Noticieros Televisa, justificó al mexiquense: “Que sea un lector voraz o no es completamente irrelevante a la hora de gobernar bien o mal”. En diciembre pasado, la revista estadunidense Foreign Policy incluyó al mandatario en su lista de los “100 principales pensadores globales de 2013”. En febrero de este año, la revista Time llevó al político en su portada, con la frase “Salvando a México”. Y la edición actual de Rolling Stone México se refiere así al exgobernador del Estado de México: “Peña Nieto. El reformador. ¿Tonto?... ni tanto”.

Sin las pruebas que lo corroboren, sería irresponsable aseverar que el gobierno federal financió  estas publicaciones para revertir la mala imagen del mandatario. Sin embargo, lo que es irrefutable es que la actual administración despilfarra el erario en promocionar a Peña Nieto. Tan sólo el año pasado fueron utilizados mil 22 millones de pesos de recursos públicos en difundir las actividades del mexiquense. 

A pesar de esta dilapidación de recursos, la ridiculización del mandatario es moneda corriente y las encuestas sobre su gestión indican una desaprobación mayoritaria por parte de los votantes. Lejos de inspirar y ser una figura que imponga respeto –como el presidente de Uruguay José Mujica, por citar un ejemplo evidente-, la imagen de Peña Nieto se asocia principalmente con la estulticia, el cinismo y el descaro.

Esta percepción no fortalece la participación ciudadana ni la confianza en el sistema democrático. Sí, en cambio, alienta a perpetuar las prácticas de impunidad, corrupción, ilegalidad y desinterés en los asuntos públicos. Si alguien tan imbécil llegó a ser presidente –se infiere de los infinitos chistes sobre Peña- el sistema no merece credibilidad alguna.

 También refuerza la idea de que en las democracias reales de la actualidad la figura presidencial no tiene mucha importancia, pues, en los hechos, otros son quienes mandan, como lo adelantó el sociólogo Wright Mills en su vigente tesis “La élite del poder”:

“Los individuos de la minoría poderosa no son gobernantes solitarios. Consejeros y consultores, portavoces y creadores de opinión pública son con frecuencia quienes capitanean sus altas ideas y decisiones. Inmediatamente por debajo de la minoría están los políticos profesionales de los niveles medios de poder, en el Congreso y en los grupos de presión, así como entre las nuevas y viejas clases superiores de la villa, la ciudad y la región”.

Los chistes sobre Peña Nieto no son tan graciosos como parecieran serlo. Más bien reflejan la cara de la tristeza y la derrota de quienes no creen más en el sistema democrático. Una resignada sonrisa como la única forma de participación social efectiva.  

Una carcajada que desconsuela.  

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