El esclarecimiento del homicidio de Karla López Albert llama a la reflexión en varias vertientes. La primera de ellas, es sin duda alguna, la presión social y el trabajo de la familia de la joven ultimada, que sin escatimar esfuerzos, críticas, cuestionamientos, acudieron y recurrieron a todo lo que implicara aclarar la muerte de su hija.

El trabajo de la Procuraduría General de Justicia dio resultados varias semanas después; y no es restar méritos a la autoridad, sino es analizar fríamente qué hubiera pasado si la presión de la familia y grupos sociales no hubieran empujado con tanto ahínco, quizá la investigación seguiría su curso, pero con la lentitud acostumbrada y evidenciada.

Una de las vertientes más importantes que no podemos dejar pasar, el tema de los feminicidios en Puebla. Acostumbrados desafortunadamente sólo al morbo policiaco, nos olvidamos del tema medular, que es analizar y preguntarles a las autoridades correspondientes qué están haciendo, cómo están trabajando, qué medidas de prevención se aplican, la orientación social si es que la dan y sobre todo, las tan vapuleadas cifras que no se encuentran en los organismos oficiales,  donde el feminicidio pasa desapercibido.

Es tiempo que los gobiernos dejen de decir: “No es tema”, cuando se trata de hablar de algo tan doloso que afecta y vulnera a mujeres poblanas.

La cuantificación de agresiones y muertes de mujeres por distintas circunstancias las logramos hallar en organismos no gubernamentales y universidades que se han ocupado del tema, pero la pregunta está latente para mirar el trabajo real que hacen los diferentes niveles de gobierno al respecto.

Talía, Claudia, Karla y muchos nombres se han sumado a la muerte de mujeres en condiciones violentas y dolosas que llaman a poner atención en lo que ocurre en Puebla.

Los suculentos programas de gobierno atiborrados de magnas obras no responden a estas preguntas crudas que una buena parte de la sociedad nos hacemos, y que van ligadas, a ese otro rostro o realidad que difícilmente los gobernantes se detienen a mostrar. Saben que el lado oscuro de cualquier ciudad, donde se concentran los tabuladores de inseguridad, homicidios, feminicidios y muchos más, no les suma rentabilidad política, por el contrario, inhiben esa omnipotencia con la que pretenden ser vistos y juzgados.

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