Hechos, ya no palabras
- Xavier Gutiérrez
Escribir en domingo, antes del mensaje presidencial y del nuevo giro que tome el conflicto magisterial, lo pone a un en desventaja. Quizá fuera de tiempo. Y entonces aquí se aplica aquello que decía Fernando Marcos, que “siempre será mejor ser cronista…que profeta”. Sí, hacerle a la profecía es colocarse en el error, o francamente hacer el ridículo.
No obstante, se vale aventurar juicios, a partir de los hechos conocidos y la buena fe.
Lo previsible es que esta mañana del lunes, el presidente Peña quiera salir del conflicto sólo con retórica. (Retórica: Arte del buen decir; dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover) Las palabras, a estas alturas, no sirven para resolver, encauzar o superar un momento crítico severo.
Ya pasó el momento de las palabras.
Por rico, elocuente e impactante que pueda resultar un discurso, no lo veo como un camino de satisfacción o convencimiento para alimentar las esperanzas de la opinión pública. Esta, se encuentra crispada. La gente de la ciudad de México, sobre todo, está altamente irritada con las marchas.
Los agravios que los manifestantes han acumulado contra la sociedad son ya insoportables. Todas las encuestas lo machacan. Igualmente lo es la incompetencia del gobierno federal para dar la cara al país y explicar dónde estamos, qué camino se va a seguir, a qué precio y a cuáles metas llegaremos.
Los problemas son un poliedro. Las caras de este, todas, parecen puertas al infierno.
Por citar cuatro: La economía no crece, la violencia del crimen organizado e ingobernabilidad se multiplican, la corrupción con sus emblemáticos ejemplares muy cerca del presidente se enseñorea, y un reducto de “maestros” provoca, reta, presiona como nunca al Estado con razonamientos carentes de sustento y sustancia.
Frente a esto, el equipo presidencial parece arrinconarse. Se enconcha, tropieza, yerra en la forma y en el fondo.
Hay actores lúcidos fuera del gobierno, de todos los matices ideológicos (Camacho Solís, Castañeda, Lorenzo Meyer, Cárdenas, Alberto Azis, Silva Hérzog Márquez, del Colegio de México, de la UNAM, del CIDE y un muy largo etcétera), que en el debate diario aportan ideas, propuestas, luces para aclarar la confusión y la penumbra, y parecen tener el silencio, cuando no el desdén, por única respuesta gubernamental.
Al menos no se advierten muestras de sensibilidad para escuchar y acoger ideas viables aunque sean ajenas al equipo de gobierno. Esa es una señal pésima. El cerrarse a las ideas ajenas es erigir el primer escalón de la autosuficiencia y la soberbia, en una escalera que conduce al despotismo.
La sola palabra de hoy, si a eso se reduce la aparición presidencial frente a la madeja de conflictos, sólo ahondará la crisis. En este momento, la retórica es un cascarón si no viene acompañada de un imaginativo y sólido paquete de propuestas-acción. El tiempo del verbo divino quedó atrás.
Es innegable que el discurso presidencial de su toma de posesión fue la medicina adecuada…para ese único momento. A partir de tal fecha las expectativas crecieron como la espuma. Bueno, hasta un techo relativo. Luego, todo ha venido en declive. Errores y ausencia de hechos concretos van de la mano día tras día.
En este país, el segmento crítico de la sociedad (regular o ampliamente informado) , sensible ante cualquier acto de gobierno , ya no otorga opiniones favorables en automático, y mucho menos se entrega mansa y ciegamente a la empeñosa cuanto tramposa guía que asumen ciertos opinadores y críticos acostumbrados a la fácil adulación del viejo presidencialismo.
La comunicación no le funciona al gobierno. De nada le sirve contar, como pocas veces, con gran parte del aparato comunicativo fáctico. La propaganda se cae por una razón sencilla y elemental: no concuerda ni se anuda con los hechos cotidianos.
En esencia falta el núcleo del arte de gobernar: falta la política, la magia de la política. El amarre de acuerdos reales, tejidos con finura, imaginación y audacia. Falta la herramienta del diálogo, falta escuchar y tomar en cuenta, falta el discurso de cara a la gente y las acciones, a veces duras cuando no hay de otra, pero con la ley y la razón en la mano. Pero antes, las razones perfectamente explicadas, la sociedad sensibilizada, la podredumbre exhibida para justificar políticas.
Y el camino trazado. Aquí sí, la elocuencia, los hechos. Que los hechos sean la elocuencia.
Y esto es lo que no hay. Tengo mis dudas de que hoy lunes encontremos esto tan larga y hondamente esperado.
Por el bien del país, deseo estar equivocado.
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Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.