El desánimo, abstencionismo y desconfianza ciudadana son las etiquetas de este proceso electoral invadido por las guerras sucias, descalificaciones y las escasas propuestas ciudadanas que intentaron convencer a un electorado renuente a las tradicionales promesas de candidatos pre-fabricados.

Las cosas como son…..y Puebla Unida se alzó no con un carro sino con una “carroza” completa en la capital del estado, lo que también puede traducirse como una operación quirúrgica, de esas que suelen darse en las llamadas elecciones de estado.

Quedaron exhibidas las viejas triquiñuelas que llevan la marca de un partido tricolor por excelencia, sin embargo en la oleada azul no podemos dejar de ver de lado el reparto de dinerito “contante y sonante”, así como una gran cantidad de despensas y una lluvia de utilitarios que sin la menor duda brincaron por mucho los ridículos topes de campaña.

Esta es la realidad con la que el pasado el 7 de julio nos amanecemos los poblanos.

La derrota priista será dura, sobre todo para aquellos que en su necedad intentaron hacer de una campaña política, un evento masivo universitario.

Los reacomodos se seguirán dando en un PRI desmembrado, donde muchos miran la derrota como su VICTORIA personal….total, saldaron viejos pendientes.

Otros van en la búsqueda de los premios de consolidación que seguramente les darán derecho de picaporte para permanecer en la congeladora por los próximos 5 añitos.

Para los ganadores e invencibles titanes de la Puebla Unida se pronostican buenos tiempos….de esos donde hay que copiarle a los Dioses del Olimpo, por lo tanto habrá buena cosecha para la soberbia, el egocentrismo y una que otra lucha cuerpo a cuerpo.

Hoy quienes levantan su brazo como vencedores, no deben olvidar  que ganaron con una mínima representatividad ciudadana, pues el abstencionismo y la desconfianza terminaron por acotar los padrones electorales.

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