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Noche de Paz: la historia detrás del villancico más famoso
En 1818, el mundo vivía tiempos difíciles. Las guerras contra las tropas napoleónicas habían dejado estragos en los Alpes austriacos, donde la pobreza, las malas cosechas y las inundaciones afectaban a la región. En este contexto, el pueblo de Oberndorf, cerca de la frontera entre Baviera y Austria, vivía una Navidad sombría, aún más triste por el mal estado del órgano de la iglesia de San Nicolás, roído por los ratones. Sin embargo, lo que parecía una Navidad sin esperanza fue el escenario para el nacimiento de uno de los villancicos más emblemáticos de todos los tiempos.
Joseph Franz Mohr, un joven pastor auxiliar de 26 años, caminaba por el campo nevado en la mañana de Nochebuena, cuando en su bolsillo encontró un poema que había escrito dos años antes. Las palabras, llenas de esperanza y serenidad, comenzaban con "Noche de paz, noche de amor" ("Stille Nacht, heilige Nacht" en alemán). Mohr decidió compartirlo con su amigo, el organista Franz Xaver Gruber, pidiéndole que creara una melodía para el poema, que podría ser interpretada con guitarra, ya que el órgano estaba fuera de servicio.
Por la tarde, justo a tiempo para la misa de Navidad, la pieza estaba lista. Mohr cantó la parte del tenor, mientras Gruber tocaba el bajo con la guitarra. La iglesia de San Nicolás de Oberndorf se llenó de emoción cuando los fieles escucharon por primera vez este canto, que transmitía paz, amor y esperanza en medio de las adversidades. La letra del villancico resonó en los corazones de los asistentes, recordándoles la posibilidad de un mundo en paz, a pesar de la guerra y la devastación.
El villancico se ha convertido en un clásico navideño, cantado alrededor del mundo desde entonces. En 1831, se estrenó en Leipzig, Alemania, y en 1839 llegó a Nueva York. A lo largo de los años, "Noche de Paz" ha sido interpretado por artistas de todo el mundo y ha llegado a más de 100 países. En 2011, la canción fue incluida en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
Aunque el villancico alcanzó una fama mundial, Joseph Mohr nunca vivió para ver su éxito. A pesar de provenir de una familia humilde, Mohr dedicó su vida a ayudar a los más necesitados, construyendo un refugio para los ancianos y una escuela para los niños pobres. Tras su muerte a los 56 años, fue enterrado junto a un indigente que había ayudado. (LV)