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Reflexionan en IBERO Puebla sobre la Teología de la liberación
Desde sus orígenes, el cristianismo ha configurado diferentes formas de interpretar los textos sagrados, el legado de Jesús de Nazaret y las formas de hacer Iglesia. En una conferencia en 1968, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez Merino presentó lo que llamó la ‘teología de la liberación’: una nueva orientación de la fe cuya misión medular se encuentra en la opción por los pobres.
La cátedra, publicada posteriormente en texto, marcó un punto de inflexión en la Iglesia cristiana latinoamericana, pues enfatiza la necesidad de caminar con la disposición de situarse en la realidad y acompañar a los desfavorecidos. Su legado y nuevas expresiones fueron analizadas por dos expertos en un foro virtual de la IBERO Puebla.
Para Karen Castillo Mayagoitia, directora del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, el impacto de la teoría de la liberación es diverso, pero siempre parte de la realidad social de marginación y pobreza. Gutiérrez Merino propone que el ser humano debe ser protagonista de su propia emancipación. La acción sustantiva es uno de los sellos de esta fe.
En cada etapa, la influencia en la mirada teológica ha determinado diferentes formas de interpretar la Biblia, así como la vida y muerte de Jesús para develar nuevos sentidos en la comprensión de las víctimas. “La opción preferencial por los pobres es un punto que abre nuevos rostros. A partir de eso se da origen a nuevas teologías”.
Esta forma de entender la Iglesia no ha estado exenta de controversias. La articulación de dos conceptos que podrían parecer contradictorios —rendición frente a Dios y libertad— parte de la intención de recuperar la praxis de Jesús y ofrecer una teología acorde a la realidad del Cono Sur.
Así lo expuso Juan Luis Hernández Avendaño, rector de IBERO Torreón: “Esta epistemología propia es el antecedente de lo que algunos teóricos llaman ‘estudios decoloniales’. Aquí se hizo dialogar la teología con las ciencias sociales”. Se trata, pues, de la primera visión de la cristiandad que se independiza de Roma y nace en el seno latinoamericano.
La vanguardia teológica vio sus años de auge en los años 70 y 80, cuando miles de cristianos se sintieron inclinados a transformar la realidad de la región desde la fe. Sin embargo, esto desató guerrillas por parte de los grupos más radicales. Pensadores como Ignacio Ellacuría, mártir jesuita, rechazaron categóricamente la violencia como vía para la transformación.
A decir de Hernández Avendaño, el propio papa Francisco recupera elementos de la teología de la liberación. La inclusión de monseñor Óscar Arnulfo Romero —asesinado en 1980 por oponerse a la guerra— en los altares se lee como una reivindicación de la opción de fe a través de la justicia.
Desde las universidades jesuitas, los esfuerzos para acompañar a colectivos de desaparecidos, mujeres víctimas de violencia y migrantes son formas de operar presupuestos de la multicitada ideología. “Es una palabra que se encarna desde la realidad”, refrendó.
Fe en movimiento
Latinoamérica, la región más desigual y violenta del mundo, es tan injusta como católica. En una reunión con obispos en Medellín, el rector de IBERO Torreón defendió la idea de que apostar por la teología de la liberación implica llevar la fe al encuentro con el otro, especialmente con el descartado. “El horizonte es promisorio para quienes quieran salir del confort religioso. Debemos ser menos religiosos y más seguidores de Jesús”.
Evocando el asesinato de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en días pasados, recordó que la criminalidad es la muestra de que los iconos religiosos se usan para matar. “Llevan en las armas imágenes de la virgen de Guadalupe, de Cristo”. Llamó a dejar de practicar una religión infantilizada.
La teología de la liberación ha abierto el diálogo entre diferentes expresiones de fe, tanto entre religiones como con distintas formas de entender el ser cristiano (feminismos, niñez, etc.). “Si hablamos de universidades jesuitas, debemos cuestionarnos cómo incluir estas realidades”.
Karen Castillo convocó a reflexionar sobre la influencia del papa Francisco —de formación jesuita— como generador de conocimiento para las poblaciones no creyentes. Documentos como Laudato si’ y Fratelli tutti atienden asuntos ambientales y sociales desde una perspectiva ética y que llama a la construcción de sociedades incluyentes y fraternas. “La fe toca y se construye en la cotidianidad”, redondeó.