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Cubrebocas dificulta comunicación de personas con padecimientos auditivos
La utilización de cubrebocas resta herramientas de comunicación a las personas con problemas de audición; sin embargo, su uso correcto protege de contagios por la COVID-19 y otras enfermedades que se transmiten a través de pequeñas gotas que se producen cuando las personas infectadas tosen, estornudan o hablan, por lo que se ha vuelto indispensable durante la pandemia, señaló Antonio Soda Merhy, académico de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Durante la emergencia sanitaria, los pacientes han tenido que enfrentar la situación como pueden: tomar distancia, solicitar que el interlocutor hable con más volumen o que lo haga con lentitud. Por ello es importante que la población tenga paciencia y ayude a facilitar la comunicación, sugirió Soda Merhy.
Y es que la mascarilla “deforma” la voz y disminuye los decibeles a los que nos escuchan; aún más, impide ver la boca y la expresión facial, fundamentales para que alguien con disminución auditiva pueda leer los labios o entender mejor a su interlocutor. Su empleo se convierte en desventaja laboral, escolar y de relación con otros seres humanos, alertó.
El especialista recordó que en términos médicos la reducción auditiva se describe como hipoacusia y tiene diferentes grados. Alguien con audición normal percibe de 0 a 20 decibeles; con ese padecimiento superficial, de 20 a 40; media, de 40 a 60; severa, de 60 a 80; y profunda, más de 80.
Las causas de la hipoacusia, explicó el otorrinolaringólogo, pueden ser congénitas o adquiridas. En el primer grupo están los niños que nacen con mala audición, y en el segundo las personas que pierden la capacidad de oír debido a diversas enfermedades. “Aquí lo importante es que alguien que nace con audición adquiere lenguaje; los que no, se convierten en pacientes sordomudos”.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud en el mundo existen aproximadamente 70 millones con esa condición; más de 80 por ciento vive en naciones en desarrollo. “En nuestro país, más de 10 millones de habitantes podrían presentar algún grado de disminución auditiva”, refirió el universitario.
Al respecto el especialista explicó que la anatomía del oído se divide en externo, medio e interno: el externo está constituido por el pabellón auricular y el conducto auditivo que termina en el tímpano; en el oído medio hay tres huesecillos (martillo, yunque y estribo); y el interno está formado por la cóclea o caracol y el laberinto (distintos nervios).
La audición se lleva a cabo cuando al entrar la onda sonora impacta al tímpano, que mueve a los huesecillos y el estribo al líquido del oído interno; hasta ahí, el estímulo es mecánico. Al movilizar al líquido, el caracol funciona como un transductor de energía que convierte los estímulos en ondas bioeléctricas, que a través del nervio auditivo son enviadas a la corteza cerebral donde se procesa para tener la sensación auditiva. De acuerdo con esto, las hipoacusias son conductivas cuando el problema es en el oído externo o medio, y sensorineurales a nivel del oído interno.
“Cuando hay problemas en el oído externo y medio, y la onda sonora no llega al oído interno, se llama hipoacusia conductiva, porque la conducción del sonido está interferida ya sea por un tapón de cerumen (cera que se produce en el conducto auditivo externo), o falta de desarrollo del mismo; en el oído medio, por perforación de la membrana timpánica, presencia de moco o pus y caries o fijación de los huesecillos. Y si el problema es a nivel del oído interno, se trata de una hipoacusia sensorineural”.
En el primer caso hay diversos tratamientos: ampliar el conducto, sustituir la membrana timpánica o colocar algún injerto para corregirla si está perforada, o poner prótesis en lugar de los huesecillos. En el segundo tipo, cuando una persona nace sin audición, o se pierde progresivamente por el envejecimiento, los audífonos o auxiliares auditivos pueden ayudar. No obstante, si es severa o profunda ya no son de utilidad.
En esta área se registra una “revolución” que son los implantes cocleares, uno de los avances más significativos en otología y en Medicina, porque se sustituye un neuroepitelio dañado por un dispositivo eléctrico. De esta manera, el destino de una persona puede cambiar de ser sordomudo a desarrollar lenguaje normal sin tener que ir a escuelas especiales, estudiar, trabajar y pagar impuestos; esa es la relación costo-beneficio, recalcó Soda Merhy.
El experto universitario comentó que para que el cubrebocas no sea un obstáculo en la comunicación, se pueden diseñar cubrebocas con una ventana de material transparente a nivel de la boca con el fin de que se puedan leer los labios; de hecho, ya se utilizan en España en la comunidad silente. “Son herramientas que se van creando para tratar de sustituir una baja auditiva que se acentúa con la mascarilla, y tratar de que no sea así”.
Destacó que los pacientes con falla auditiva que no usaban con frecuencia el audífono en sitios tranquilos, ahora lo utilizan más. El experto recomendó evitar los sitios con ambientes ruidosos.
Con información de la UNAM