Claudia ¿Mujer de Estado?
- Elmer Ancona Dorantes
Que una mujer haya llegado al poder en Puebla no es garantía de nada, no es sinónimo de buen gobierno, no porque sea un asunto de género sino porque históricamente el poder ha sido corrupto y corruptor y embarra a todos por igual.
En México hemos tenido regidoras, diputadas, senadoras, alcaldesas, gobernadoras y secretarias de Estado bastante malévolas que han saqueados las arcas de sus estados, que han dejado a sus gobernados en la miseria. Nadie las ha frenado. Siguen escalando.
No por el hecho de ser mujer con los pies en el poder tenemos que aplaudir o vitorear; por muy elegante que fuere el vestido o el atuendo no significa nada.
El respeto y el cariño de la gente –del ciudadano, del pueblo, del votante- se gana a pulso. Esa admiración cuesta sangre, sudor y lágrimas, pero es tiempo bien invertido.
En términos de igualdad, de equidad, de paridad (sobre todo en el campo de la política) tenemos que medir tanto a los hombres como a las mujeres con la misma regla. Con la vara de la justicia.
En estos estadios, como en cualquier otro campo, no hay sexo débil ni sexo fuerte. Todos somos iguales. Esa es la auténtica igualdad. Todos somos uno.
Como seres humanos tenemos deberes y obligaciones; tanto hombres como mujeres podemos gozar las garantías que nos ofrece la Ley, pero también debemos acatar su mandato.
Así como el género no me dice nada para hacer un buen gobierno, lo mismo pienso de las ideologías. No importa si eres de izquierda o de derecha, conservador o liberal, si en los viejos tiempos fuiste capitalista a ultranza o socialista al extremo. Nada de esos sirve en estos tiempos. Modernidad manda.
A la gente le vale un comino esos ejes doctrinales, esos términos; lo que la sociedad quiere y necesita es comer, vestir, resguardarse bajo un techo seguro, caminar con seguridad. Vivir con dignidad.
Si en el discurso los hombres y mujeres que gustan del poder salen a relucir la biografía del “Che” Guevara, de Fidel, de Marx, de Ghandi, de Mandela, de Luther King, de Juan Pablo II o de toda la corte celestial, qué bueno. Las palabras son simplemente eso: palabras. Lo importante son los hechos.
Los ciudadanos no debemos dejarnos engañar por falsos espejismos, por el canto de sirenas; debemos estar atentos a los discursos sin fondo, a los discursos “engaña-bobos”, porque no conducen a nada. Es simple retórica.
A nuestros gobernantes –hombres y mujeres- debemos exigirle políticas públicas de calidad sin importar si emanaron de un partido conservador o liberal. Los buenos gobiernos son los más alejados de la inculturación doctrinal, del adoctrinamiento.
En lo personal, considero estupendo que hoy una mujer haya tomado las riendas de la Alcaldía de Puebla, que conduzca los designios de esta hermosa ciudad que ofrece cobijo a quien lo desee.
También considero adecuado haber designado a más mujeres en posiciones clave dentro de su gobierno; siempre he pensado que, pese al poder corruptor, las mujeres expresan sentimientos más sanos hacia la gente, quizá por el instinto maternal que las caracteriza (aunque algunas parecen no tener madre, por supuesto).
Si realmente quiere gobernar bien, Claudia Rivera Vivanco debe dejar atrás los gritos de guerra partidista que utilizó durante su campaña, porque de hoy en adelante gobernará para ciudadanos de todos los colores y no sólo para los militantes de Morena.
La nueva alcaldesa se enfrentará a una gran disyuntiva: ser una Mujer de Estado o ser una Mujer de Partido; lo primero la hará más fuerte, más sensata y trascendente; lo segundo la convertirá en una política “x” que verá pasar la historia sin aportarle nada.
Como mujer preparada, deberá poner sus sentidos, esfuerzos y capacidad profesional para hacer valer el Estado de Derecho que todos ansían. Hacer de Puebla una ciudad de leyes.
Como académica que es, no estaría mal que involucre a la comunidad universitaria (casas de estudio diversas) en la construcción de políticas públicas y de buen gobierno que beneficien a los sectores más vulnerables de la comunidad. Los universitarios son potencia física e intelectual en ese renglón.
Si antepone los intereses colectivos a los intereses personales o partidistas habrá dado un paso titánico en el mundo del poder, porque será reconocida por todos y no por unos cuantos.
Claudia Rivera tendrá una oportunidad de oro para volver a poner en alto el nombre de Puebla, una ciudad sometida a los designios más turbios del crimen organizado y de los delincuentes solitarios.
José Armando Rocha, quien se estrena como Coordinador General de Comunicación Social y de quien al menos en la Ciudad de México se habla cosas buenas como consultor político, tendrá que orientar con seriedad a la nueva alcaldesa que con toda seguridad se enfrentará con problemas nada fáciles durante su administración.
La nueva Comunicación Política que emane de la Presidencia Municipal deberá sostenerse con argumentos sólidos, con razonamientos válidos, no con demagogia. Es ahí donde estaremos viendo la destreza de José Armando. La experiencia parece respaldarlo.
Puebla se merece algo más que divisiones y desencuentros, y para eso, la nueva alcaldesa tendrá que sentarse a negociar no con el diablo –porque ese ha gobernado muchos años- sino con la gente de bien, aunque milite en otros partidos.
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Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y maestro en Gobierno y Políticas Públicas por el Instituto de Administración Pública (IAP) y maestrante en Ciencias Políticas por la UNAM. Catedrático. Ha escrito en diversos medios como Reforma, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.