Formar terrícolas

  • Juan Martín López Calva
El desafío es formar personas, miembros de una comunidad, ciudadanos de un país y terrícolas

A partir de ahí se dibujan las dos grandes finalidades ético-políticas del nuevo milenio: establecer una relación de control mutuo entre la sociedad y los individuos mediante la democracia y llegar a realizar la humanidad como comunidad planetaria. La enseñanza por lo tanto, debe contribuir no sólo a que tomemos conciencia de nuestra Tierra-patria, sino que además ha de permitir que esa conciencia se traduzca en una voluntad de realizar la ciudadanía terrícola.
Edgar Morin. Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación, p. 122.

Uno de los cambios centrales que contiene la propuesta de nuevo Marco Curricular que ha planteado la Secretaría de Educación Pública (SEP) a nivel nacional y que inició en este ciclo escolar su etapa piloto en una muestra de escuelas de todo el país, es el de la transición de un modelo de aprendizaje centrado en el estudiante a un modelo centrado en la comunidad.

La principal virtud que puede tener este cambio de enfoque es la ruptura de esa visión de la escuela como una torre de marfil aislada de su contexto, en la que se enseñan muchos contenidos que la mayoría de las veces no tienen o al menos los educandos no les encuentran, una relación y aplicación a la vida.

Sin embargo, el riesgo que se corre con esta propuesta planteada en el nuevo Marco Curricular es la generación de aprendizajes dispersos, puesto que al ser la comunidad el centro del aprendizaje y tener un país con tantas comunidades diversas -diversos pueblos indígenas, diversas comunidades rurales, diversas comunidades urbanas-, es posible que se pierda de vista la necesaria construcción de una identidad nacional basada en lo común y abierta a lo distinto.

Un segundo elemento de valor que han destacado las autoridades a cargo de la nueva propuesta es el de la incorporación de los saberes tradicionales que la comunidad ha ido desarrollando por ensayo-error a través de las generaciones, que se plantea de manera idealista como un conocimiento más auténtico y “puro”, contrario al que ha generado la llamada “ciencia neoliberal”.

No cabe duda que es positivo el rescate y enseñanza de los saberes tradicionales de la comunidad en la que está inserta la escuela; sin embargo, idealizarlo y satanizar el conocimiento científico etiquetándolo como neoliberal es, una visión simplificadora que tiene el riesgo de formar a los futuros ciudadanos en una visión sesgada, que absolutiza el conocimiento de sentido común, que es un tipo de saber útil para la vida cotidiana, pero insuficiente para una educación básica que tiene que pensarse como antecedente de la educación media superior y superior, que requiere del aprendizaje de las ciencias, la tecnología y las artes, para prepararse para un mundo cada vez más exigente y competitivo.

Pero este tema de la necesidad de articular, distinguir e incorporar a la educación básica los distintos tipos de conocimiento, da para un desarrollo más amplio que abordaré en otra de estas entregas en el futuro cercano.

Hoy quiero enfocarme en otra dimensión de esta propuesta de educación centrada en la comunidad que hace la SEP: se trata de la necesidad cada vez más presente y urgente en este mundo globalizado, de trascender las visiones parciales y simplificadoras y construir modelos educativos que asuman la complejidad del ser humano, para enfocar el aprendizaje de una manera multidimensional.

Un elemento fundamental de la concepción compleja del ser humano, según plantea el pensador francés Edgar Morin en su obra es la perspectiva triunitaria del ser humano que es simultáneamente individuo, sociedad y especie.

Para construir una educación que esté a la altura de los desafíos del cambio de época resulta indispensable centrar el aprendizaje no sólo en el educando como individuo como lo planteaba el modelo educativo anterior ni exclusivamente en la comunidad cercana a la escuela como lo hace la propuesta actual de la SEP, sino de forma simultánea en la persona del estudiante como un ser único, irrepetible y con una dignidad inalienable en la comunidad cercana a la escuela, en la sociedad mexicana en su rica diversidad y en la comunidad planetaria con su aún más grande pluralidad.

Una educación que se centre exclusivamente en la comunidad entendida como el contexto cercano a la escuela, será sin duda una educación que mira hacia atrás, que se centra en la herencia cultural -que sin duda es un elemento muy rico que debe estar presente en la educación, pero no el único o el fundamental- y renuncia a mirar el presente de un mundo globalizado y el necesario futuro de una humanidad integrada, fraterna y en relación armónica con la naturaleza.

Porque el mundo necesita de sistemas y modelos educativos que contribuyan a la realización de las dos grandes finalidades ético-políticas que señala Morin en la cita que abre el artículo de hoy: una formación ciudadana que aporte al establecimiento del control mutuo entre la sociedad y los individuos mediante la consolidación y la renovación de la democracia y una formación en la ciudadanía planetaria que logre realizar a la humanidad como comunidad que comparte nuestra Tierra-patria.

En un artículo previo publicado en otro medio periodístico compartí, a inicios del sexenio, cuando se planteó la (contra) reforma educativa del gobierno actual, que la llamada Nueva escuela mexicana (NEM) debería ser una Nueva escuela planetaria, una escuela enraizada en lo local, con mirada en lo nacional y perspectiva global. El artículo puede consultarse en esta liga: https://www.ladobe.com.mx/2019/08/la-nueva-escuela-planetaria/

Hoy, ante este planteamiento simplificador, reitero esta postura y planteo que el aprendizaje en la educación básica -y en todos los demás niveles- debe estar centrada en el estudiante y centrada en la comunidad sí, pero en la comunidad entendida en su triple escala: local, nacional y planetaria.

Porque nos guste o no -a mí no sólo me gusta, sino que me parece formidable vivir este tiempo de aldea global, con todo y sus retos- cada comunidad está inserta en una realidad nacional y nuestra nación está plenamente inserta y es interdependiente de los demás países del mundo y la educación debe reflejar esta triple dimensión de lo comunitario si quiere contribuir a construir integración y no a reforzar la actual dispersión y el desencuentro entre las distintas sociedades y culturas.

Como lo repito cotidianamente en cursos y conferencias, el desafío de los educadores actuales es mucho más complejo que el de los docentes del pasado, porque hoy tenemos el enorme desafío de formar personas, miembros de una comunidad, ciudadanos de un país y terrícolas simultáneamente.

Ojalá que los educadores y educadoras comprendan este reto de formar ciudadanía terrícola.

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).