Ser ‘genderfluid’ es no hacerla de pedo

  • Alejandra Fonseca
No hay géneros puros, somos una mezcla de lo que somos y lo que queremos ser

Desde chiquita fui una decepción para mi mamá porque ella quería que yo asumiera el rol de niña de esa época: jugar a las muñecas, a la casita, a la comidita, que luciera mis vestidos de manera impecable, que no los ensuciara ni me metiera al río, al lodo o a la alberca con mis zapatos nuevos, que me comportara mustia, muda y marchita. Yo prefería (y prefiero) jugar a la pelota: beisbol, futbol, volibol, basquetbol, softbol y más: canicas, yo-yo, trompo, quemados, espiro, andar en bicicleta, echarme en avalancha, carreras de cochecitos y tamaladas leves. Desde niña siempre jugué con niños cosas de niños y me vestían con pantalones, shorts, playeras y tenis cuando estaba con ellos, apoyada por mi papá.

Siempre me gustaron los niños por ser más divertidos y astutos. Tuve la suerte de tener a mi hermano Moncho (DEP) y a primos con quien jugar; mi identidad sexual como mujer, mi género femenino y mi atracción hacia los hombres, han sido invariables.

En ese entonces (y ahora), nuca tuve conflicto con ser niña; por el contrario, era una gran ventaja porque los niños me tenían consideraciones y me consentían, además admiraban mi destreza mental y física para ejecutar juegos y dar respuestas. Sobra decir que nunca me gustaron las muñecas de cualquier tamaño, forma o material y me asustaba que movieran los ojos. De cinco o seis años me regalaron una muñeca de mi tamaño que hablaba y caminaba -¡horror!-, la despeinaba jalándole las mechas y mi mamá la mandó al salón de belleza y me obligó a jugar con ella. Yo no sabía cómo jugar con muñecas ni con niñas, así que lo que hice fue sacarla a la puerta de mi casa para ver qué se me ocurría. Llegó una niña, se acercó, me dijo:

“Está bien bonita tu muñeca”.
Le pregunté: “¿Te gusta?”
Dijo: ‘sí´,
“¡Pues te la regalo!”, contesté y se la di.

Feliz entré a mi casa, cerré la puerta y al verme sin la pinchi muñeca, preguntaron dónde estaba (la muñeca) y les dije que se la había regalado a una niña que le gustó. Salieron corriendo a buscar a la niña ¡y no podía yo entender por qué, si se la había regalado! Total, que, en mi infancia, adolescencia, mi primera juventud (y esta segunda que vivo), nunca me ocupé en ponerle nombre a todo ‘eso’ que soy: gustarme mi ser niña; crecer, divertirme y pensar como niño y no hacerla de pedo con nadie.

Al realizar una investigación de la variedad de géneros y preferencias sexuales de cómo se identifican y definen ahora según sus parámetros, me confieso: Mi identidad sexual es de mujer, género binario (hombre-mujer). Mi preferencia sexual es sólo hacia el grupo de mi sexo opuesto (hombres) por lo que soy monosexual (atracción por un solo grupo) y heterosexual por mi atracción hacia mi sexo opuesto (hombres); mi identidad de género en lo físico es femenino porque siempre me ha gustado ser la mujer que soy en todos los sentidos (de chiquita la ropa, accesorios y zapatos me estorbaban y ahora es uno de mis vicios); en lo mental, la manera en que pienso y me desarrollo emocionalmente soy masculina porque resuelvo problemas y pienso como hombre, -con ellos crecí, me crié y aprendí a amar con ellos hacia ellos-, son resolutivos y prácticos, (aunque no dejo de tener torbellinos emocionales femeninos que todo lo descomponen), por lo que en este aspecto soy género fluido, no binario ya que puedo cambiar de identidad de género, dependiendo el contexto.

La atracción hacia las actividades de vida: madre, pareja, compañera, amiga, es femenina; los de mecánica, plomera, albañila, chofera, forma de pensar, de ver el mundo y dar soluciones, es masculina; mi identidad de género no encaja entre la variedad de géneros binarios (hombre-mujer) por lo que la gran divergencia me permite asignarme características particulares de estos géneros para cumplir con mis deseos de identidad;  entonces soy género no-binario o género fluido y no la hago de pedo.

Al género fluido también le llaman ‘genderqueer’ que, cuando conviví por más de 25 años con este género, fuimos iguales de extravagantes, exóticos, inauditos, excéntricos, originales, extraordinarios, fantásticos, caprichosos, geniales, entre otros aspectos por la manera de inventar la vida y la de vestir (sobre todo la de vestir donde no sé quién le copió a quién). Soy genderqueer al combatir las instituciones productoras de estigmas y paradigmas.

Si realizamos un análisis sincero, franco, abierto de nosotros mismos para nosotros mismos, sabríamos que no hay géneros puros; somos una mezcla de lo que somos y lo que queremos ser; de lo que traemos y lo que hemos adquirido por voluntad o por obligación; a veces cargado hacia un lado; a veces en el medio; a veces hacia el otro lado; o bien hacia los extremos. Somos lo que somos y somos lo que pudimos haber sido. Y no la hacemos de pedo.

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes