La Armada de México, de luto

  • Herminio Sánchez de la Barquera
Que descansen en paz, a pesar de la indiferencia de quienes deberían honrarlos debidamente

El viernes 15 de este mes ocurrió un terrible accidente aéreo, en el que murieron catorce elementos de la Armada de México que habían participado en la detención del narcotraficante Rafael Caro Quintero en el estado de Sinaloa. El helicóptero en el que se transportaban se desplomó en una zona de cultivo de Los Mochis. Nueve de estos militares caídos eran miembros de las fuerzas especiales de la Infantería de Marina, y cinco eran tripulantes de la aeronave. Se han manejado diversas hipótesis acerca de las causas que pudieran haber provocado que el helicóptero se accidentara: falla mecánica, error humano o una acción hostil de grupos de narcotraficantes en venganza por la captura del narcotraficante. Al momento de escribir estas líneas, aún se están realizando las labores de peritaje para averiguar cuáles pudieron haber sido las razones de esta desgracia, pero no sé si algún día se darán a conocer.

Una falla mecánica y un error humano tanto en la conducción de la aeronave como, por ejemplo, si es que esta se quedó sin combustible, son causas muy probables. Por el contrario, me cuesta más trabajo creer en la posibilidad de que un grupo de delincuentes haya logrado derribar al helicóptero en el que se transportaban estos marinos, no sólo por la improbabilidad de que tuviesen los medios adecuados para lograrlo, sino porque, si no fueron capaces de proteger a Caro Quintero, quien cayó sin la necesidad de disparar un solo tiro, ¿cómo es que pudieron tener la capacidad logística de detectar al helicóptero, seguir su ruta y derribarlo? Además, hasta donde sé, el aparato no estalló, los restos no se ven como cuando un helicóptero es alcanzado por un misil, y haberlo bajado con disparos de AK-47, por ejemplo, es muy improbable. Sin embargo, estas son únicamente especulaciones, en tanto los peritos no terminen su trabajo.

El helicóptero accidentado era un Sikorsky UH-60 “Black Hawk”, una aeronave de excelentes prestaciones, que entra en la categoría de los helicópteros utilitarios de carga media. Esto quiere decir que se trataba de un aparato polivalente, que, por lo tanto, puede desempeñar diferentes tipos de misiones, tales como transporte de personal, ataque a tierra, asalto, asistencia médica, extracción de personal, ambulancia aérea, apoyo a operaciones especiales, reconocimiento y transporte de material, por lo que ha sido diseñado y construido en muchísimas variantes. Construido por la empresa estadounidense “Sikorsky Aircraft”, es de tamaño medio; su versatilidad y excelente calidad han sido determinantes para que numerosos países se encuentren entre los operadores de este helicóptero. Por eso, la Fuerza Aérea Mexicana mantiene en servicio a alrededor de 20 UH-60, la Guardia Nacional tiene 12 y la Armada de México compró unos 10, de los que quedan, hasta donde sé, 9. Con estos números, México es la nación latinoamericana, después de Colombia, con la mayor flota de “Black Hawks” en el aire.

La cuota de accidentes e incidentes aéreos de la Armada de México ha sido tradicionalmente mucho menor que la de la Fuerza Aérea. Sin embargo, en lo que va de este gobierno (es un decir) federal ha habido ya cuatro helicópteros Mi-17 de la Marina que se han accidentado (el más reciente se cayó en abril pasado), más el UH-60 que estamos comentando. Esto me lleva a una conjetura: si bien no tengo todos los datos acerca de cuántas aeronaves de ala fija y de ala rotativa se han accidentado de diciembre de 2018 al día de hoy, pues no siempre se dan a conocer (y mucho menos los resultados de los peritajes), me extraña la cuota tan inusualmente alta en la Armada, por lo que sostengo que una causa puede estar en las medidas de austeridad que esta administración federal ha llevado a extremos criminales. He sabido, por revelaciones de fuentes internas en las fuerzas armadas, que las labores de mantenimiento técnico se han visto limitadas por esta irresponsable política de querer ahorrar dinero hasta el paroxismo. Así que aquí puede estar otra causa a considerar del lamentabilísimo accidente de hace una semana: la falta de mantenimiento adecuado, que cobró la vida de 14 personas.

¿Quiénes eran estos militares? Además de la tripulación que pereció en el accidente, los nueve restantes eran integrantes de la Infantería de Marina, más específicamente, de sus fuerzas especiales. Como sabemos, una marina de guerra conforma la fuerza armada más compleja de todas, pues requiere recursos para la acción naval de superficie, para el ámbito submarino, para el aéreo (pues es imprescindible el apoyo aéreo en las acciones tanto de combate como de vigilancia, rescate, transporte, etc.) y para el ámbito terrestre (para ejecutar desembarcos, protección de instalaciones, tareas de abordaje, etc.). Por todo lo anterior vemos que, en el caso de la Armada de México, tiene un componente aeronaval, consistente en aeronaves de ala fija y de ala rotativa. Y también tiene un componente, de considerable poder de fuego y capacidades operativas, para tareas en tierra: la infantería de marina.

En Europa, las infanterías de marina datan de hace varios siglos, empezando por la española, la más antigua del mundo, pues la fundó en 1537 el Emperador Carlos I (Carlos V de Alemania, el del chocolate, para que lo identifiquen mis cuatro fieles y amables lectores). Las infanterías de marina alemana, holandesa e inglesa son también muy antiguas y todas ellas siguen en pie, prestando importantísimos servicios tanto a su respectiva marina de guerra como a su país. En América, la infantería de marina también forma parte de las tradiciones militares de casi todas las naciones, como Estados Unidos, México, Perú, Chile, etc. La infantería de marina estadounidense es la mayor y más poderosa del mundo, a tal grado que se considera una fuerza independiente de la marina, caso excepcional en el mundo entero. Es el “United States Marine Corps”, a cuyos integrantes se les conoce familiarmente como los “Marines”. Es interesante anotar que en América tenemos a los cuerpos de infantería de marina más numerosos de todos, pues, por regla general, en Europa el número de infantes de marina es reducido (por ejemplo, en Suecia sólo son 850), con la notable excepción de Francia (aproximadamente 20 000). En nuestro continente, por el contrario, además del contingente enorme de los “Marines” (casi 200 000 efectivos, más el componente aéreo), las infanterías de marina de Brasil, Colombia y México rebasan cada una los 20 000 hombres, con el detalle adicional que las dos últimas, debido a su importante papel en la lucha contra la delincuencia organizada, son las que mayor experiencia de combate tienen.

Los infantes de marina, por las labores que tienen que desempeñar (desembarcos anfibios, protección de objetos, abordajes, infiltración de líneas enemigas, etc.), gozan en el mundo entero de una capacitación muy especial. A esto hay que agregar el hecho de que las fuerzas armadas generalmente tienen que hacer frente en muchas ocasiones a situaciones de altísimo riesgo y que no pueden ser resueltas por grandes contingentes, sino por destacamentos pequeños de soldados muy bien capacitados. Estos contingentes reducidos de militares especial y rigurosamente entrenados, por ejemplo, para liberar rehenes, para luchar contra terroristas, para abatir o capturar a personajes peligrosos, para sabotear infraestructura enemiga, para extraer a ciertas personas amigas o enemigas de territorios hostiles, para infiltrar francotiradores, etc., son las llamadas “fuerzas especiales”. A estas fuerzas especiales pertenecían los nueve elementos fallecidos hace una semana.

Por la naturaleza de sus tareas, los marinos pertenecientes a las fuerzas especiales viven en secrecía, nadie fuera de la Armada sabe sus nombres, sus familias ignoran específicamente qué hacen o en qué misiones participan o han participado. Su adiestramiento cuesta millones de pesos, pues no solamente se entrenan en México, sino que asisten a cursos y a maniobras en otros países. Su armamento y sus medios de comunicación son también más sofisticados que los que utilizan los marinos o soldados de las unidades convencionales. Así que perder nueve personas con este grado de capacitación y experiencia no sólo es un enorme golpe para sus familias y para la Armada en términos de lo que significa perder al padre, al esposo, al hijo, al hermano, sino también al compañero de armas, al colega, al amigo que comparte momentos de enorme peligro y que ahora también compartió con los demás miembros de su célula el camino a la inmortalidad. Es también un serio golpe a la Marina, pues con ellos se pierde muchísima experiencia y capacidades operativas. Todo esto nos hace entender por qué la Secretaría de Marina decretó diez días de luto en toda la institución. Pero precisamente por eso es tan lamentable, tan criticable y tan mezquino, que el Presidente de la República no haya tenido ni el tiempo, ni el interés, ni el tacto, ni la sensibilidad para haber acudido personalmente a las honras fúnebres de estos valientes marinos. Él, quien es el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, no quiso acompañar a la Marina y a los familiares de estos militares en estos momentos tan tristes y estrujantes.

Aquí, en esta columna, hemos señalado nuestra reprobación al papel que las fuerzas armadas mexicanas están jugando en este sexenio, particularmente el Ejército. Pero lo que ocurrió está en otra dimensión, fuera de los avatares de la política y las malas decisiones de la cosa pública. No sólo la Marina debe estar de duelo: la nación entera debería estarlo.

Terminemos este modesto homenaje a los caídos citando las últimas estrofas del Himno de las Fuerzas Especiales de la Armada de México. Que descansen en paz, a pesar de la indiferencia de quienes deberían honrarlos debidamente y estarles eternamente agradecidos.

Una esposa en cada hogar
Solitaria llorará
Por aquel boina negra
Que quizás no volverá.

Pero el fin no llegará:
Al morir, sus hijos vendrán,
Llevarán boinas negras
Para luchar por la libertad.

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Herminio Sánchez de la Barquera

Originario de Puebla de los Ángeles, estudió Ciencia Política, música, historia y musicología en Núremberg, Leipzig, Essen y Heidelberg (Alemania). Es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Heidelberg.