Esa canción…

  • Alejandra Fonseca
Me topé con esa canción que desde hace años va al fondo de mi ser y me hace revivir

Es una mujer adulta. De joven debió haber sido muy guapa; ahora es bella y distinguida. Supe que tuvo Covid-19 y estuve pendiente de ella. La visité en su casa cuando ya estaba fuera de peligro de contagiar; asistí con todos mis implementos de salud y sana distancia. Yo parecía astronauta, pero su plática me es indispensable en esta vida porque lo que dice es profundo y esencial y siempre me veo reflejada en sus palabras.

Me encanta la frescura y el desparpajo con los que habla. Me ofreció té medicinal con miel para la tos y gustosa lo preparé para ambas. Está recuperándose del embate que le dio el virus ya que ha tenido algunos efectos secundarios que se atiende con celo.

“Fíjate, -me dice-, ahora que estuve cuatro semanas en cama, no te creas que me puse a pensar en que si me moría o cosas así. Los síntomas son incómodos no puedes hablar ni por teléfono porque te descorcha la tos, te sofocas, tienes fiebre a veces muy alta y muchos escalofríos; duele el cuerpo, sobre todo las rodillas, y la cabeza y bueno, ¡ya sabes todos esos síntomas que ahora son tan conocidos! Pero la mente no para… la usas como quieres y como puedes. Y ahí sí me esmeré: Si me ponía en plan de reproche ¡me jodo porque la vida no tiene culpa de lo que pasa! Al contrario, estar viva es lo que brinda la posibilidad de que te enfermes, la muerte siempre está presente pero no hay que tentarle las nalgas al diablo.

“Encerrada aquí en mi cuarto, sola con mis pensamientos y sentimientos, te voy a platicar lo que descubrí, porque sé que tú si me vas a entender. Un día al buscar en mi celular música que me gusta, me topé con esa canción que desde hace años va al fondo de mi ser, de mi corazón y me hace recordar… ¡No, recordar no es la palabra correcta! Me hace revivir… ¡No, tampoco me hace revivir porque él no está muerto en mí! ¡No me hace sentir viva a mí, sino que él está vivo en mí! Y no es un ‘todavía’, ¡es un siempre! Ahora conozco la eternidad; no es el constante repetirse del momento sino el momento que se prolonga y nunca acaba ¡siempre vivo! ¿Y sabes? ¡Yo fui muy mensa, muy pendeja, y me creía tan chingona! ¡Fui tan inútil! ¿Sabes por qué? Porque ahora que ya soy una mujer madura me doy cuenta que fue el amor de mi vida y lo tuve ahí cuando sólo tenía 20 años y pudo ser una vida… Pero fui tan pendeja que creí que lo que teníamos él y yo, se podía repetir o lo podía encontrar en cualquier lado y con cualquier otra persona ¡porque crees que la chingona eres tú y que puedes sola hacer la magia! ¡Y nooo!… La magia se da entre los dos, por los dos, nunca sola. Los dos juntos hacemos el embrujo y no puede repetirse, no es con cualquiera. ¡Y fíjate yo todavía más pendeja si se puede! Lo que tuve con él, lo que todavía siento vivo en mí, lo busqué con otros hombres, ¡y qué si lo intenté, caray! Y a estas alturas de mi vida, me doy cuenta que nunca pudo ser igual, ni parecido y algo distinto no me va.

Tengo una huella indeleble, no en mi alma que fluye, va y viene; sino en mi corazón que es el que manda. Ahí confirmé que él es el amor de mi vida, que sigue vivo en mí, y cada palabra, cada pausa, cada imagen de esa canción, inunda todo mi ser, sin quedar fuera nada. Pero es el corazón el que late con cada tono musical que sube y baja, cada pausa, cada compás de espera y me veo entre sus brazos, con nuestros cuerpos enredados y el sudor empapando nuestra piel, y su respiración dando el ritmo, y sólo escucho la canción y lo veo, lo huelo, lo toco, lo respiro, lo vibro, siento el roce de su piel, la salvia de su boca, escucho su risa, veo su mirada, y ya que nos quedamos dormidos, le cuido el alma. Y me imagino que, en lugar de haberlo dejado ir o, mejor dicho, de huir de él,

“y a pesar de todo, y sin darnos cuenta, voy a tu puerta a decirte otra vez: es que me gusta tu cara, me gusta tu pelo, soñar con tu voz cuando dices te quiero, me gusta abrazarte, perderme en tu aroma, poder encontrar en tus ojos el cielo… Es que me gusta tu risa, me gusta tu boca, me gusta creer que por mí estás loco… cómo quiero que sientas conmigo la calma y cuando llegue la noche, Cuidarte el alma…”

¡¡Yo ya viví la grande!! ¡Porque la viví, no lo imaginé ni fue delirio del pinchi virus! ¡La viví, la vivo! Estoy joven, quiero vivir mucho y bien, pero la grande ¡ya la viví y la vivo cada vez que escucho esa canción! Te voy a confesar: pagué muy caro mi cuota, cuando reencontré esta canción, lloré lágrimas de sangre varias noches y días; ¡todo en mí lloró! ¿Y sabes? El haber vivido el amor de mi vida y tenerlo vivo en mí, ¡me regresó mi total pasión por la vida y por dentro ha cambiado algo muy grande en mí! ¡Viví la grande! ¿Qué más le puedo pedir a la vida si recuperé mi pasión intensa y mis ganas excedidas? A eso vine a este mundo y ya cumplí ¡porque él sigue vivo en mí, y sigo viva yo!”

*Cuidarte el alma, letra Marc Durandeau y Cristian Zalles. Canta Chayanne

alefonse@hotmail.com

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes