Educación, justicia, reconciliación y paz

  • José Guadalupe Sánchez Aviña
La situación de violencia en México exhibe y renueva la aspiración de justicia, reconciliación y paz

El pasado lunes 20 de junio, la noticia del asesinato de dos Jesuitas, en Cerocahui, población en la Sierra Tarahumara, ocupó los titulares de todos los medios informativos; relacionado a éstos, murió también, un guía turístico y desaparecieron dos jóvenes. Hoy, aún con indignación y rabia, debemos impedir que lo sucedido, sea convertido en una efeméride de mártires.

Un hecho, que además de mostrar, una vez más, la situación de violencia prevalente en el país, exhibe y renueva la aspiración de justicia, reconciliación y paz; tres componentes esenciales para el bienestar humano, que más que elementos del discurso político o deseo del indiferente, son necesidades características de una emergencia social.

Justicia como, el medio llave, para alcanzar la sociedad humana y humanizante que requerimos para revertir la situación de desesperanza en la que nos encontramos sumidos; reconciliación, pues si existiera una certeza en medio de esta época incierta, es que la división es el lastre que nos hunde cada vez más, cerrando cualquier posibilidad de generar respuestas colectivas, a las problemáticas que nos aquejan; y paz, como el entorno propicio para el desarrollo humano, pero también como ese estado personal que nos permite conectarnos con los demás, en armonía.

Cierto es, que ni la violencia la engendró el actual gobierno ni es sólo su responsabilidad  enfrentarla; sin embargo, también es cierto, que el Estado es el garante obligado y primero, de garantizar el bienestar de la población. Pero si algo es necesario, es abandonar definitivamente la posición, social e individual de esperar que los problemas se resuelvan por decreto y por obra y gracia de los funcionarios de gobierno en turno; se hace obligado adoptar una posición participativa, que puede ser, desde informarse y forjar una postura propia, hasta llevarla a la acción social transformadora.

La problemática de la violencia se puede abordar y atender desde múltiples dimensiones, en particular, como es natural a mi perfil, me ocupa pensar en la educación; una vez más, se nos presenta la magnífica oportunidad de revisar lo que estamos haciendo. Cuando digo educación, me refiero a todo espacio social, familia, grupos de amigos, entornos laborales, hasta a las escuelas; especialmente me cuestiona, desde las escuelas, ¿qué estamos haciendo para atender esta urgencia social?

Rechazando la normalización de la violencia, y sobre el eje de la justicia, la reconciliación y la paz, esbozo algunas características que vislumbro, de una educación propositiva, desde sus alcances formativos: Una educación que forme personas íntegras, que desarrolle sus potencialidades, personales y las pongan a disposición de la comunidad; una educación que forme personas sensibles y conscientes de la realidad, capaces de discernimiento: en resumen, personas para y con los demás.  En fin, habrá mucho que decir al respecto, para lograr un marco referente que permita evaluar lo que, en nuestro sistema educativo, real, no el de escritorio, prevalece; lo que no se me quita de la cabeza, es que los promotores de la violencia, en algún lugar se educaron.

De manera adicional, tengo que decir, que tengamos cuidado de confundir las cosas. El llamado que se hace a la jornada de oración por la paz del próximo domingo, es más un llamado a levantar la voz, que perpetuar la pasividad social, o la contemplación complaciente y resignada del cordero. En este sentido, dos consideraciones que no puedo dejar de mencionar, conociendo comentarios y reacciones en diversos medios a la convocatoria: por un lado, es de llamar la atención, las dificultades para analizar cada situación desde su propia dimensión y contexto, dejando de lado, aunque sea por un momento, la ceguera ideológica, lo cual, además de restarle importancia a un planteamiento de este tipo, que en este caso hace la “iglesia”, la reduce al pobre escenario de la verborrea que descalifica y perpetúa el adoctrinamiento. Por el otro, aquellos que, aprovechando cualquier resquicio, hacen suyas, sin mayor pudor ni interés por los involucrados, cualquier situación que les proporcione elementos para golpear al enemigo político. Ambas posturas, igualmente cuestionables.

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José Guadalupe Sánchez Aviña

Doctor en Educación, Sistema Universitario Jesuita ademas de ser maestro en Investigación Educativa por la Ibero Puebla realizó su licenciatura en Sociología por la UNAM . Actualmente es Académico de Ibero Puebla