Gimiendo en el patíbulo

  • Mauricio Saldaña
En el estado de Puebla ha habido tres años de sangre, definitorios para la capitulación estatal

Leí las declaraciones vertidas por representantes de algunos grupos de presión, a los que les llaman dirigentes empresariales. Recordé a Manuel Buendía, quien cuando escuchaba comentarios por el estilo, soltaba que le parecían más divertidos que un timbiriche.

Le presento algunos datos duros sobre la inseguridad en el estado de Puebla, no solamente en condiciones de guerra como las actuales, sino conforme ha pasado el tiempo.

Apunte una verdad de Perogrullo: durante el lapso de análisis, como el dinosaurio de Monterroso, los dirigentes empresariales ya estaban ahí. Varios fueron advertidos de lo que ya ocurría. Y se escondieron, haciendo de su miedo y omisión, complicidad.

Comienzo por las ejecuciones. Con datos analizados desde 2005 a la fecha, las ejecuciones pasaron de 50 a 261 en 2017, luego bajaron a 210 en 2018 y en 2021 se dispararon a 420, el año más sangriento en la historia contemporánea del estado de Puebla en materia de ejecuciones. Acaso, ¿alguien está facilitando la limpieza de la entidad?

Notará la mesocurtosis de 2005 hasta 2016 y el pico de 2017, así como la caída casi vertical en 2019. Vea el crecimiento de 2021 en ejecuciones. Haciendo de lado los términos raros, se mantuvo el crecimiento de ejecutados en Puebla, desde 2005 hasta 2016.

Parafraseando al mismísimo Hilario Ramírez Villanueva, exalcalde de San Blas en Nayarit, de 2005 a 2016, las ejecuciones iban creciendo de a poquito. Se tardaron 11 años para saltar de 5 a 50. Y en un año, saltaron de 50 a 261.

Paso a las personas desaparecidas. La gráfica que pongo a su consideración fue generada con base en los datos del Gobierno Federal, analizados por un servidor. Notará que se trata del mismo periodo, de 2005 a 2021.

Observará usted que los desaparecidos en Puebla saltaron en 2016, siguieron creciendo en 2017, alcanzaron su cúspide en 2018 y luego cayeron en una pendiente casi vertical, algo increíble y poco probable.

En español: los ejecutados se fueron a las nubes en 2017, al igual que los desaparecidos y en 2021, los desaparecidos se evaporaron al tiempo que los ejecutados hicieron récord en cantidad. ¿Quién cuchareó los datos?

Así, Puebla tiene tres momentos de extrema violencia y desaparición forzada: 2017, 2018 y 2021. Notará usted una curiosidad: los tres años en comento coinciden con gobiernos distintos y en dos casos, de partidos políticos diferentes.

La alternancia parece ser letal para Puebla, independientemente de lo que se diga en el terreno de lo democrático, las elecciones y las buenas costumbres. Los cambios de mando le vienen fatales a la entidad.

Pero aquí viene la reconcomía. Hay algunas frases vertidas por los dirigentes apuntados que me llaman la atención. Las entrecomillo.

“Aparte de la pérdida de vidas, hay un estado de derecho fallido, una procuración de justicia que no llega a dar los resultados que esperamos tanto en Puebla como en todo el país”.

Pues, para empezar, no hay estado de derecho fallido, sino un estado paralelo: los delincuentes y las autoridades cogobiernan simultáneamente. Y la probabilidad de esclarecimiento de un delito, alrededor del 1 por ciento, no es de 2022 sino casi estática desde que se inició el cálculo correspondiente, esto es, al menos desde 2012.

“Yo haría un llamado a la sociedad, porque estamos viviendo tiempos bien complicados, donde la sociedad estamos ya acostumbrándonos a vivir en un estado digamos de violencia”.

No estamos viviendo tiempos bien complicados. Al menos desde 2017, la entidad poblana ya daba signos de alarma que no fueron atendidos por nadie, incluyendo a los dirigentes empresariales. Cinco años después, ¿apenas se percataron?

“Cabe destacar que se invitó al Secretario de Seguridad Pública del estado, pero lamentablemente no tuvimos respuesta; sin embargo, dejamos abierta la posibilidad de que en algún momento podamos concretar una reunión”.

Justamente, en 2017 se llevaban a cabo reuniones “de seguridad pública” en las que participaban dirigentes empresariales con el gobierno. No sirvió de nada. Tuve la oportunidad de escuchar de viva voz a uno de esos liderazgos, con la ocurrencia de proponer que las reuniones de seguridad tuvieran la participación de jóvenes universitarios.

Es de imaginar una reunión de seguridad pública estatal, con mandos militares, marinos y policiacos para atender temas sensibles, convertida en un foro público. Cuando alguien propuso que se transmitieran por Facebook Live, asumí que la seriedad había muerto entre los brazos de los presentes.

Peor aún, si creen que el raterillo de barrio no depende de una jerarquía criminal, no hay forma de ayudarles. Son miles los delincuentes que operan en Puebla y funcionan como un sistema nervioso.

Años ha, un servidor vio en San Pedro Garza García, como los empresarios locales no se tomaron la foto al regalar una patrullita. Compraron lotes enteros, los equiparon con todo lo imaginable y de su bolsa, hasta pagaron investigaciones al personal contratado.

Los resultados permitieron identificar que, el tamaño de la inversión es proporcional a lo esperado. No hicieron publicidad de los policías a los que invitaron el almuerzo en un restaurante por detener a un delincuente relevante. Los empresarios entendieron que no podían hacerlo, porque le ponían un blanco en la frente al policía en comento. Y a su familia.

En el estado de Puebla ha habido tres años de sangre, definitorios para la capitulación estatal a favor de la delincuencia organizada. En esos años, cabe suponer que había líderes empresariales. Y no hicieron nada comprobable que reforzara la seguridad de la entidad.

Tampoco cabe sacudirse el golpe, señalando que esos eran otros dirigentes. Si su sistema de elección interna no funciona bien, es un tema que deben atender.

Ahora mismo, la entidad se debate en la esquizofrenia y la ignorancia: tirios y troyanos se inventan culpas. Hace unos días, alguien expelió que los mercados no estaban controlados por la delincuencia organizada. Apenas hace unas horas, se dijo que los mercados deben ser vigilados por las policías municipales.

Sólo es de imaginarse el miedo que los barones territoriales de la delincuencia organizada en Puebla capital, deben tener al suponerse vigilados por policías de la capital. Los jefes criminales tienen más halcones y narcomenudistas que policías tiene el Ayuntamiento.

La capitulación poblana confirma lo obvio: si eres corresponsable de la tragedia estatal, inventa un culpable. El tiempo hará el resto.

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Mauricio Saldaña

Doctor en Administración Pública con estudios de doctorado en Ciencias Penales. Especialista en inteligencia y cotrainteligencia con más de 30 libros publicados. Ha diseñado un mapeo sobre la feudalización de la delincuencia organizada en México.