Así, pues…

  • Alejandra Fonseca
La pregunta es: ¿cómo anestesió Zavala su consciencia para llegar a lo que llegó?

No, no es un: “¿qué le pasó a Javier Zavala?”, como muchas personas se preguntan dados los fatales acontecimientos últimos; es un: “ya era desde antes lo que demostró ser ahora”, ya que los hechos no sucedieron por generación espontánea, fue un proceso parsimonioso en el que él fue anestesiando su consciencia.

La anestesia de la consciencia es algo que se cuece lento y lleva tiempo; la realiza el subconsciente con detenimiento, con detalle, hilvanando fino para salvarse del inmenso dolor que significa darse cuenta; se define y potencializa por las condiciones concretas de la vida que el individuo evade, aunado a sus decisiones -de acción u omisión- en el mismo sentido, sin darse cuenta que se dirige a un camino sin retorno; no sucede por deseos o hartazgos inmediatos que se pretenden cocinar de la nada.

La consciencia es la capacidad persistente, viva, vigente y habitable que tiene el ser humano en su mente para darse cuenta de su realidad circundante, de cómo reacciona y hacia dónde lo dirigen las decisiones que va tomando; es darte cuenta de lo que te mueve desde dentro para actuar como actúas -conciencia-, y darte cuenta de que te das cuenta -autoconsciencia-.

La consciencia es subjetiva, personal, íntima, secreta, momentánea, intransferible, inefable e inenarrable; su camino es predecible una vez tomada la hebra de la responsabilidad del ‘yo y mis circunstancias’.

El camino de la conciencia nunca es igual para las personas, tampoco se obtiene de una vez y para siempre; se desenvuelve despacio, en un proceso silencioso y sosegado. Pero no te equivoques: no es tranquila ni serena ni templada; es estricta e inflexible; exaltada, apasionada y vehemente, es un láser que penetra en el momento exacto de la oportunidad única de ser consciente; y si la dejas pasar, muta: su contenido regresa al subconsciente que la anestesia con un costo muy, muy alto.

La consciencia es una confesión interior que te haces sin palabras; se propicia por la mirada del otro, que es el reflejo de lo que ves de ti mismo a través de ese espejo que, aunque el otro lo ofrece, no tiene que ver con él, sino contigo. Es decir: el otro que me mira sólo me refleja lo que veo de mí mismo a través de su mirada, lo que soy en ese momento preciso ante mí mismo. Pero va más allá: para darme cuenta de que el ‘otro’ existe, primero debo tener conciencia de mí, lo que hago sólo a través de él’; por lo que no hay un ‘tú’ sin antes haber un ‘yo’ que, paradójicamente, se forma a través de la mirada del ‘otro’.

Una interpretación del mito de Narciso habla del por qué nunca pudo quitar su mirada de su propia imagen reflejada en el lago; no fue su enorme capacidad de amarse a sí mismo; todo lo contrario: no poder girar el rostro y verse reflejado en la mirada del otro, representa la total e insondable incapacidad de amar -a sí mismo y a los demás-. 

Los individuos que anestesian su consciencia no han podido construir un ‘sí mismo’ en el juego y rejuego del espejo de la consciencia a través de la mirada del ‘otro’, y lo suplantan con un yo o ego -en términos modernos un ‘avatar’, encarnación de un dios- de las dimensiones de su carencia, y desde ahí toman decisiones y actúan.
La pregunta es: ¿cómo anestesió Zavala su consciencia para llegar a lo que llegó?
Así, pues…

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes