10 de junio, herida abierta

  • Rodrigo Rosales Escalona
Todo poder, en nombre del terrorismo, justifica represión y masacre contra movimientos sociales

“Si oyes estallar la bomba es que todavía estás vivo”
Expresión del mexicano en el Ejército soviético en la Guerra Patria

A 51 años de la matanza estudiantil del Jueves de Corpus de 1971 imposible olvidar y callar el hecho de ese infame como cruel y cobarde halconazo donde fueron asesinados jóvenes, una siniestra represión y extensión de un acto genocida tres años antes con la matanza de Tlatelolco, dando origen a una Guerra Sucia hasta los ochenta.

Militares usaron sus armas para terminar con una protesta estudiantil en la Plaza de Tlatelolco, la cual dejó cientos de muertos, heridos, desaparecidos y detenidos.

Los universitarios no dejaron morir su movimiento, pero pasaron más de dos años sin organizar una nueva marcha masiva contra el gobierno.

Por décadas coexistimos con la retórica oficial de la mentira, con la manipulación y difamación en contra de movimientos sociales y estudiantiles, a quienes se les acusaba de “terroristas y agitadores profesionales”. Cuantas veces se imprimió, se vociferó en la radio y recurrieron informadores disfrazados de conductores de “noticias” en la televisión, que acusaban a los movimientos de falsos, de traidores a la patria, de comunistas y un mar de expresiones que se apegaban a la línea gubernamental. La manipulación de los hechos de represión, masacres y genocidios, en esos medios orgánicos, ocultaban los actos criminales del poder, a quien vestían de democracia y de proteger al pueblo de los enemigos de la nación.

“La grandeza humana tiene que ser reconquistada una y otra vez. Triunfa cuando rechaza el asalto de la objeción en el corazón de cada hombre. Aquí se halla la verdadera substancia de la historia.”
Ernst Jünger, Tratado del rebelde

El 10 de junio de 1971, justo cuando se celebraba el Jueves de Corpus, estudiantes principalmente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) salieron a las calles en apoyo a la huelga de la Universidad de Nuevo León (UANL), reuniéndose en los alrededores de la estación del metro Normal para marchar hacia el zócalo capitalino.

En 1969, en la UANL profesores como estudiantes presentaron una ley orgánica donde se proponía un gobierno paritario. Gracias a esta llegó a la rectoría Héctor Ulises Leal Flores en 1971. En total desacuerdo, el gobierno redujo los presupuestos y obligó al Consejo Universitario a aprobar un nuevo proyecto de ley donde se suprimía la autonomía de la universidad. Por ello, los estudiantes salieron a las calles a manifestar su descontento y, quienes integraban el comité estudiantil, pidieron a las demás universidades del país su apoyo. Tanto la UNAM como el IPN respondieron, decidieron unirse y realizar una manifestación masiva el 10 de junio de 1971.

La marcha iniciaría en las inmediaciones del Casco de Santo Tomás, para después tomar la Calle de Carpio y salir hacia la Calzada México-Tacuba. Sin embargo, cuando el contingente avanzaba por Avenida de los Maestros, los llamados halcones abrieron fuego contra los estudiantes desde las alturas.

“Los halcones” eran los miembros de un grupo paramilitar, jóvenes reclutados en barrios marginados y violentos de la capital mexicana que habían sido entrenados por militares de los gobiernos de México y los Estados Unidos a finales de esa década. Con balas calibre 45 y carabinas 30 M-2 abatieron a jóvenes manifestantes, quienes corrieron para poder salvar sus vidas. No obstante, la persecución acabó después de horas; hombres armados intimidaron en las salas de urgencia de los hospitales a médicos y enfermeras: no debían atender a los marchistas heridos, incluso, algunos de los heridos fueron rematados, asesinados en las camas de emergencia mientras eran atendidos por heridas. El objetivo no era disolver la manifestación… era matar.

Testimonios de manifestantes ese día dicen que la emoción era mucha. Era volver a tomar las calles que les habían intentado arrebatar en 1968. Entonces el 10 de junio era volver a tomar las calles y tenía un simbolismo muy importante.

El golpe brutal del 68 se extendió al 10 de junio de 1971. Esta vez no eran uniformados de la policía del Departamento del Distrito Federal (DDF) ni del ejército, los que intentaban "romper" la protesta, como en 1968. El ataque vino de jóvenes vestidos de civil que cargaron contra el contingente estudiantil. Porque la cobardía es la madre de la crueldad.

“No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, o ya la frente silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”
Francisco de Quevedo y Villegas
(Epístola al Conde-Duque de San Lucas)

Como luego reconocería el coronel Manuel Díaz Escobar, entonces funcionario del DDF, los "halcones" fueron financiados y capacitados por el gobierno. El militar también había estado al frente del batallón "Olimpia" que atacó a los estudiantes de la masacre de 1968.

El ardid grotesco de la tragedia contra estudiantes, las autoridades encabezadas por el entonces presidente de la República Luis Echeverría Álvarez, actuó de igual forma que Gustavo Díaz Ordaz, con odio genocida, quienes utilizan la agresividad para conseguir ciertos objetivos, siendo su respuesta hostil como estrategia útil para hacer sentir el poder del Estado.

Como si fuera un campo de tiro, fue un ataque indiscriminado, que tuvo toda la intención de dispersar a los manifestantes y, nuevamente, mostrar el poder del Estado, pues la policía y el ejército respaldaron las acciones.

Fue una ratonera. Como la táctica de yunque y martillo: hay una fuerza que empuja al enemigo contra una fuerza superior que los aplasta.

51 años después, nadie ha sido juzgado ni encarcelado por lo ocurrido.

En la década de 2000, el gobierno de México creó una fiscalía especial para investigar sucesos como el de 1971. Se intentó que el expresidente Echeverría fuera procesado por "genocidio".

La Suprema Corte determinó que ese delito no había prescrito para Echeverría y su secretario de Gobernación (Interior), Mario Moya Palencia, por lo que podían ser juzgados.

Pero la magistrada del caso, Herlinda Velasco, consideró que no se acreditaba el delito de "genocidio", sino de "homicidio simple", que sí había prescrito luego de transcurridos más de treinta años de lo ocurrido.

Nuestra historia de luchas sociales no culmina con el 10 de junio, se mantiene sangrando, ampliando las heridas del 68 y Jueves de Corpus, durante la Guerra Sucia. Durante el gobierno de Carlos Salinas, con Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Ernesto Peña Nieto, las ejecuciones y desapariciones de líderes sociales, de estudiantes, de obreros, campesinos y de hermanos indígenas, se suman a esa crueldad criminal.

Acteal, Aguas Blancas, El Charco, La Parota, en Puebla en el municipio de Coyomeapan, son unos cuántos ejemplos donde el poder del Estado y de la oligarquía no aceptan que ciudadanos se atrevan a exigir se ejerza la Constitución como herramienta suya de justicia.

El odio contra el pueblo ha conducido a la cleptocracia y a la oligarquía por la senda de la impunidad total, acumulando capital de manera corrupta, saqueando o expulsando campesinos de sus tierras en su beneficio, reprimiendo obreros, rompiendo sus huelgas. A los estudiantes negándoles o deformando la educación para hacerlos guiñapos moldeables a sus intereses.

“Si suprimes la verdad, si ocultas la verdad, si no te levantas para hablar claro al encontrarla, si hablas claro al encontrarla sin decir toda la verdad, entonces eres menos verdadero que la verdad. Dejadme contemplar el rostro de la verdad. Decidme qué aspecto tiene el rostro de la verdad.”
Jack London

Entendamos: “El 71 no fue una repetición del 68", sostiene. Fue parte de la estrategia “contrainsurgente" para combatir a grupos sociales, en momentos en que el comunismo se consideraba un peligro geopolítico en el occidente liderado por Estados Unidos. Era parte de la estrategia contrainsurgente que el gobierno tenía desplegadas. Después, con los tecnócratas en el poder, no fueron sutiles en continuar reprimiendo, lo ampliaron bajo el esquema de “guerra contra el narco”, en el fondo, el objetivo sigue igual.

Fuentes
Ortiz. O (1971). Jueves de Corpus. México: Diógenes
Condés, E. (2001). 10 de junio ¡No se olvida! México: BUAP
Escamilla, Y. (en prensa). El 68 en México: protesta radical y violencia política, en J. Mendoza, A. Carpio & M. González (coord.). El 68 en México: medio siglo de voces y memorias. México: UPN
González de Alba, L. (1971). Los días y los años. México: Era
González, M. & Mendoza, J. (coords.). Memoria colectiva de América Latina. México: Biblioteca Nueva, UAM-I
Guevara, G. (1988). La democracia en la calle. Crónica del movimiento estudiantil mexicano. México: Siglo XXI, UNAM
Guevara, G. (2001). 1968: política y mito. En E. Florescano (coord.). Mitos mexicanosMéxico: Taurus , 99-105
Guevara, G. (2004). La libertad nunca se olvida. Memoria de 1968. México: Cal y Arena 

rodrigo.ivan@yahoo.com,mx

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Rodrigo Rosales Escalona

Periodista y analista político en medios locales y nacional, filósofo, docente en nivel superior, activista social, comprometido con la justicia.