Derrumbe y exigencias de cambio desde la escultura

  • Elvia de la Barquera
El arte público propicia la apropiación del espacio: “El pueblo pone, el pueblo quita”

Con hormigón reforzado construido por bloques de granito fue elaborado un enorme monumento a Stalin, en 1955 para ser emplazada en Praga, mismo que fue destruido en 1962, quedando solamente el pedestal de hormigón en el Parque Letná. Representaban un grupo de trabajadores en 15.5 m de altura a lo largo de 22 metros de longitud. El escultor fue Otakar Svec, quien se suicidó tres semanas después de la inauguración por amenazas y presiones políticas. Entre 1953 y 1985 se fue generando un proceso de desestalinización en la Unión Soviética, por lo que el monumento significaba una vergüenza para el Partido Comunista de Checoslovaquia. Bastaron 800 kg de explosivos para dar fin a este monumento. Sobre la enorme base se instaló una escultura cinética gigante llamada El Metrónomo en 1991, y en 1996 se instaló la una escultura Michael Jackson de 10 m de altura.

Otro caso de destrucción de la representación de un mandatario tuvo lugar en 1979, cuando el último Sha, Mohamed Reza Pahlavi, fue exiliado de Irán por reclamo popular, lo que marcó el triunfo de la Revolución Islámica. De la estatua del Sha sólo quedaron las botas en los espacios palaciegos de Saadabad. El desterrado “Rey de Reyes” murió en 1980 de cáncer en Egipto.

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=30421581

También el monumento a Saddam Hussein sufrió derribo durante la invasión de los Estados Unidos en Iraq en 2003. El exmandatario fue arrestado y ejecutado en diciembre de 2006 acusado por delitos de lesa humanidad

Sin duda alguna, uno de los derribos más simbólicos tuvo lugar en 2013 en Ucrania donde sucedieron multitudinarias manifestaciones populares en contra del presidente Viktor Yanukovych, durante una de las cuales se destruyó la estatua de Lenin en Kiev, armándose con sogas, marros y barras de metal, llevando las partes del cuerpo como trofeo de la acción para depositarlas en la Plaza de la Independencia, y es que en ese contexto Lenin simbolizó la ocupación soviética en Ucrania.

Tanto la escultura de Stalin como la de Lenin corresponden al Realismo Socialista, corriente artística que surge de la Revolución Socialista Soviética con la finalidad de promover la lucha de clases, la consciencia social, pero también la loa a los gobernantes comunistas y socialistas, ya que surge de las autoridades soviéticas, no de los artistas y mucho menos del pueblo. Surge en Rusia y se implanta durante casi todo el siglo en los países socialistas, llegando hasta nuestros días y hasta nuestros confines; por ello no es de extrañar que, si bien se han derribado estatuas, algunas más se han erigido para alabar a las autoridades en gobiernos totalitarios o casi totalitario o en vías de.

En nuestro continente, en Boca de Río, Veracruz, fue derribada una estatua de Vicente Fox Quezada, por ciudadanos indignados durante un proceso electoral en octubre del 2007. La estatua fue elaborada por el poblano Bernardo Hartasánchez.

Diez años después, en 2017, fue derribada la estatua de Hugo Chávez en una provincia de la Amazonia boliviana. La población reclamaba elecciones democráticas, por lo que se reunió un contingente de al menos 400 personas para derribar esta escultura, alegando manipulación en el cómputo de votos. Utilizaron la cabeza del fenecido mandatario venezolano para dejarla a las puertas del alcalde de la localidad, perteneciente al oficialista Movimiento Al Socialista. Esta estatua se levantó en una plaza de Riberalta en 2013.

Este año lo recibimos con el derribo de una estatua de AMLO recientemente erigida en Atlacomulco, Estado de México, develada en la última semana de diciembre. Al parecer parte de los festejos de Fin de Año fue derribar esta escultura en una tierra, bastión del priismo. Yace el cuerpo descabezado de una escultura de muy mala factura, desproporcionada y sin parecido alguno. La colocación de la estatua fue polémica desde sus orígenes. Al parecer no hay culpable, sino vox populi, que, al igual que las estatuas anteriormente derribadas reflejan un clamor popular, más allá de las encuestas oficiales y de “otros datos”. Este hecho revela varios puntos a considerar:

- Que la escultura pública tiene como objetivo (o debería de tener) mejorar la calidad de vida de los habitantes y visitantes.
- Es propio de los regímenes totalitarios la erección de estatuas de mandatarios, aunque no exclusivo, pues siguen estos pasos políticos y regímenes anquilosados.
- Reina el mal gusto en nuestras latitudes: poca creatividad y falta de conocimiento técnico y anatómico.
- El arte público debería dotar al espacio de elementos estéticos.
- Es un insulto gastar en estos armatostes en una época tan crítica como la que estamos viviendo, existiendo verdaderas necesidades.
- Una de las funciones del arte público es propiciar la apropiación del espacio por parte de la sociedad, lo que sí ha sucedido: “El pueblo pone, el pueblo quita”.

La estatua de AMLO colocada en Atlacomulco es derribada (expansion.mx)

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Elvia de la Barquera

Egresada de Antropología UDLAP, Bellas Artes Universidad de Barcelona y Doctorada en Espacio Público: Arte-Sociedad UB. Artista, investigadora, docente y Crítica de Arte con publicaciones varias