Los “milagros” tecnológicos…

  • Rafael Alfaro Izarraraz
La tecnología está modificando la relación entre los propios seres humanos y los objetos

En esta entrega tratamos el tema de la tecnología y el impacto social que tiene en nuestros días. La importancia del tema no es simplemente tecnología e impacto social así simplemente dicho. Al expresar lo anterior, queremos decir que esa relación entre tecnología y sociedad está no sólo modificando o dando un salto de calidad en el uso humano de la tecnología, sino en el hecho de que la tecnología está modificando la relación entre los propios seres humanos y los objetos: las máquinas.

Se trata de una revolución como ocurrió hace muchos años durante el inicio de la sociedad industrial. En aquella época que podríamos ubicar entre los siglos XVIII y XIX con el uso de la tecnología, el nacimiento de la sociedad industrial, introdujo una revolución social y tecnológica que implicó el traslado de la actividad que tenía como eje al campo y se mudó a la ciudad, transformando a la sociedad, particularmente los campesinos, en apéndices de las máquinas. Hubo resistencia.

Los luditas eran artesanos que, en Inglaterra, organizaron un movimiento en contra de las máquinas. Su movimiento consistió en destruirlas porque implicaba la destrucción de su propia actividad que era la producción familiar-artesanal de telas. Lo que hacían las máquinas, que ahora eran parte de la moderna actividad fabril, era producir a una escala diferente y a menor precio, concentrando en un mismo espacio a cientos de trabajadores (Ver a Christian Ferrer. Los destructores de máquinas. In memoriam).

Mientras nos ocupamos de fenómenos como el neoliberalismo, la globalización, la guerra comercial entre EU y China, la energía nuclear, como soporte de todo lo anterior y de lo que a veces no nos damos cuenta, ha surgido una corriente de pensamiento que sitúa a los seres humanos ya no como los reconocía la ilustración, el humano como la medida de todas las cosas y que por cierto eso en realidad era una falacia. Los humanos, la sociedad, ha sido descentrada y ocupa un lugar dentro de un mundo en donde los objetos (las máquinas) toman decisiones: la Inteligencia Artificial (AI).

A diario mantenemos relaciones con las máquinas que lejos de ser solamente un objeto que pueda ser manipulado, con la IA la máquina también participa en el orden del mundo a través de lo que nos transmite. Bueno, no es la máquina sino sus creadores. Lo hacemos cuando preguntamos a nuestra computadora sobre un tema a resolver en la escuela, cuando observamos, durante una guerra, el ejercicio de un misil que se proyecta sobre un objetivo y en el camino resuelve la dirección que debe tomar o cuando incorporamos una prótesis “inteligente” a nuestro cuerpo, oído, pierna, mano ojo, etcétera.

Esto que hemos mencionado ha dado origen al surgimiento de una nueva generación de filósofos que han creído en la existencia de una nueva era, a la que han llamado posthumana. Parten de reconocer que estamos en una nueva época en donde los antiguos postulados humanistas de la Ilustración, igualdad, libertad, justicia, no fueron resueltos por la modernidad; deben ser enfrentados con las herramientas que proporciona la llamada Cuarta Revolución Tecnológica que se funda en la revolución ocurrida en la cibernética (Gabriela Chavarría Alfaro, investigadora costarricense, ver: Los desafíos del pensamiento y de la práctica posthumanista en el siglo XXI).

La Inteligencia Artificial se encuentra en los ejemplos que ya hemos expuesto, incluido nuestro celular, pero lo más común son los robots que son máquinas constituidas por programas electrónicos que les permiten realizar actividades propias de los seres humanos porque el dispositivo que poseen les permite detectar el ambiente en el que operan, como cuando ahora estacionamos el automóvil y el dispositivo nos envía mensajes de que tan cerca o lejos estamos de un posible contacto con otro objeto. O simplemente operan en líneas de producción industrial sustituyendo la función que los antiguos luditas rechazaban.

Como los antiguos luditas que no se oponían a toda la tecnología, sino que lo hacían contra aquella que representaba un peligro para su existencia, hoy los todavía llamados humanos ¿deben oponerse a la revolución tecnológica que estamos viendo y en la que los nuevos filósofos del poder nos colocan como un objeto entre otros tantos, pero programados con un tipo de IA, en donde los seres humanos forman ahora parte de un fluido de información que existe independientemente de la que generan los humanos y al mismo tiempo condicionados por su existencia?

Dice Chavarría Alfaro, quien cita a Hayless que: [El gran sueño y promesa de la información es que puede ser liberada de las limitaciones materiales del mundo mortal. Marvin Minsky precisamente expresó este sueño cuando, en una reciente conferencia, sugirió que muy pronto sería posible extraer las memorias humanas del cerebro e importarlas, intactas y sin modificación alguna, a un disco de computadora. La clara implicación es que si podemos convertirnos en la información que hemos construido, podríamos conseguir una efectiva inmortalidad].

Sloterdijk, filósofo alemán, ha insistido en la posibilidad que brinda la tecnología con respecto al nacimiento y la posibilidad de mejorar la especie de lo que él llama el “parque humano”. Dice que la historia de la humanidad está marcada por el uso de la tecnología para mejorar semillas, actos de los humanos frente a su entorno y los riesgos que representan para la vida, en plantas, animales y los mismos seres humanos. La selección prenatal implicaría un paso sustancial en la conformación del parque. Dicho sea de paso, su postura recordó la selección “aria” del nacionalfacismo.

En esta época en la que celebramos la Navidad, el nacimiento del “niño Jesús” y que viene acompañado por la nostalgia que ocasiona el fin de año, existe un tema que es pertinente comentar con todos mis amigos, buenos lectores, como colofón del año que termina y como punto de inicio del año que está por venir. Con la tecnología, los ciegos pueden ver, los que no caminan, andar; los sordos oír, los ciegos podrán ver, el cuerpo desplazarse a otro ritmo y velocidad, vencer a la muerte… En el pasado, atribuciones divinas.

La tecnología históricamente ha sido un medio que en el contexto de sociedades de clases o jerárquicas siempre ha devenido en el fortalecimiento de relaciones de poder y dominio, es decir, de las desigualdades sociales. La advertencia de los promotores de centros como el Silicón Valley de la posibilidad de que la IA pueda independizarse de acuerdo a los discursos de los filósofos cibernéticos socialmente y representar un peligro en sí mismo (la existencia de IA artificial autónoma e independiente del manejo humano) no deja de ser por el momento un dispositivo de control.

Por ello y por la referencia histórica y social que implica este fenómeno, debe contextualizarse el debate en la existencia de sociedades jerárquicas. La tecnología no resolverá tal y como lo hizo la modernidad las desigualdades sociales, porque verán, andarán, correrán, oirán y vencerán a la muerte quienes cuenten con las condiciones mínimas para adquirir lo que sin duda será un negocio. Será necesario crear un posthumanismo con otros valores, con nuestras creencias, a partir de una realidad que nos sitúa en una geografía especial, la latinoamericana y comunitaria.

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Rafael Alfaro Izarraraz

Periodista por la UNAM, maestro por la UAEM y doctor en Ciencias por el Colegio de Postgraduados-Campus Puebla. Es profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de la UATx y Coeditor de la revista científica Symbolum de la Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología.