Abrigar la esperanza

  • Juan Martín López Calva
La educación es la profesión de la esperanza, con oportunidades para la realización de la humanidad

#YoDefiendoAlCIDE

Con mi solidaridad para el Mtro. Rodolfo Ruiz y el equipo de e-consulta.


 


“En su versión hebrea, la palabra enfermo significa sin proyecto, y ésta es la más grave enfermedad entre las muchas pestes de estos tiempos. Pero alguien, quién sabe quién, escribió al pasar, en un muro de la ciudad de Bogotá: Dejemos el pesimismo para tiempos mejores.”

Eduardo Galeano. Patas arriba. La escuela del mundo al revés,  p. 184.


Inicio estas líneas informando a mis cinco lectores que este es el último artículo del año 2021, agradeciendo el seguimiento y la lectura semanal de estas líneas y deseando que después de unas fiestas lo más profundas y felices que sea posible dentro de las condiciones actuales, nos reencontremos en este espacio que generosamente me brinda e-consulta a partir del lunes 10 de enero del 2022.

Parece increíble, pero se está terminando el año. Un año tremendamente complicado y cargado de incertidumbre, desgaste físico y emocional, pérdidas humanas dolorosas, crisis económica y social, violencia y más violencia -tristemente ya normalizada-, espectáculos políticos vergonzosos por todos lados y a todos los niveles y esta pandemia que no se acaba, aunque nos ha dado últimamente una pequeña tregua.

Todos estos elementos nos hablan de una sociedad enferma. Vivimos en efecto, en una sociedad enferma de desigualdad, de pobreza, de discriminación, de machismo, racismo y clasismo; de promesas políticas incumplidas por quienes dicen ser diferentes pero son iguales o tal vez peores -porque al menos los de antes, no se sentían distintos y moralmente superiores-, de un sistema de salud incapaz de adquirir y distribuir los medicamentos mínimamente necesarios para cuidar a su población y del cáncer de la delincuencia organizada que va extendiendo progresivamente su área de dominio en cada vez más regiones del territorio nacional.

Pero sobre todo vivimos en una sociedad enferma, en el sentido hebreo que señala Galeano en la cita que sirve de epígrafe del artículo de hoy: una sociedad sin proyecto, que como afirma el escritor uruguayo, es la más grave de todas las pestes que puede padecer una sociedad humana.

Porque los seres humanos somos por naturaleza y estructura, seres en proyecto, seres necesitados u obligados a hacerse a sí mismos en su hacer el mundo y de hacer el mundo a partir de su hacerse a sí mismos en el mundo. Somos siempre ya y todavía no, como decía mi querido maestro Ricardo Avilés Espejel, porque se puede ser humano hoy y “fracasar mañana. Ser humano es algo que, si lo somos, lo somos precariamente. Es un continuo reto…” dice el filósofo canadiense Bernard Lonergan.

Este es el origen y la razón de ser de la educación, el hecho de que los seres humanos seamos seres educandos, seres necesitados de hacerse a sí mismos, de autoconstruirse, de autorrealizarse en el mundo con, para, desde y a pesar de, el contexto que nos rodea y lo que los otros significativos quieren que lleguemos a ser.

La educación nace y sigue teniendo sentido porque el ser humano es proyecto, pero en una humanidad enferma, un ser humano sin proyecto, ya no requieren de educación porque se asumen como terminados, como encerrados en su situación actual, sin un futuro por construir.

Es por ello que la educación actual es una tarea contracultural, un trabajo arduo que va en el sentido opuesto de la corriente del mundo, de este sistema mundo alienante que ha ido vaciando de sentido la existencia, enfermando a las personas y a las sociedades, dejándoles sin proyecto.

Pero como he escrito en este espacio en múltiples ocasiones, la educación es la profesión de la esperanza, la actividad sistemática y planificada que tiene como misión aportar a la sociedad elementos de organización de la esperanza en un futuro que siempre tiene retos y obstáculos -a veces enormes, como ahora- pero que siempre tiene también oportunidades para la realización progresiva de la humanidad.

Los educadores estamos hoy, en la sociedad enferma, más que nunca llamados a redoblar esfuerzos para hacer realidad la re-moralización de la sociedad, es decir, para la reconstrucción del deseo de vivir humanamente, a partir de la formación de ciudadanos sanos, es decir, ciudadanos con proyecto: con un proyecto de vida personal y con propuestas de proyectos sociales renovados y renovadores que pasen de la protesta sin propuesta a la propuesta con protesta como decía Xabier Gorostiaga.

La esperanza no es lo mismo que el optimismo, como también he afirmado en este espacio a partir de la frase de Václav Hável que planteaba que el optimismo es creer que todo va a salir bien, pero la esperanza es tener la convicción de que lo que hacemos tiene sentido, no importa cuáles sean sus resultados.

Por ello creo que los educadores de este cambio de época, los profesionales de la esperanza en esta sociedad enferma, deberíamos hacer nuestra la frase que, como cita Galeano, escribió un autor anónimo en una barda de Bogotá: dejemos el pesimismo para tiempos mejores.

El fin de año es siempre un espacio para la reflexión y el balance de lo vivido, para pensar en todo lo que hicimos bien y hacia el bien de la sociedad y de nosotros mismos y de todo lo que no hicimos o de plano hicimos mal, lo que contribuyó a reforzar la enfermedad social de nuestros tiempos, a confirmarnos y confirmar a los que nos rodean en la falta de proyecto de vida para la humanidad actual.

Las fiestas y el cambio en el calendario sirven también para hacer propósitos y buscar elementos de crecimiento y renovación para emprender en el año que inicia. Ojalá los educadores aprovechemos este receso y este descanso tan necesarios para realizar esta reflexión y renovar o construir un proyecto viable para contribuir a que nuestros educandos y nuestras comunidades escolares enfermas, puedan progresivamente ir sanando a partir de la incidencia persistente y tenaz que tengamos en cada espacio educativo curricular o extracurricular que nos ofrezcan los meses por venir.

Ojalá los educadores nos decidamos por fin a dejar el pesimismo para tiempos mejores y conspiremos para que esos tiempos mejores puedan irse haciendo realidad. Estas últimas líneas del año quieren ser un mensaje de ánimo y aliento a todos los educadores, para seguir creyendo que es posible un país y un mundo distintos a pesar de que vivamos en una sociedad enferma y tengamos todo o casi todo en contra de la promoción de proyectos de humanización para la humanidad a través de la educación de los ciudadanos del futuro.

Termino con una frase del mismo escritor uruguayo, porque esta invitación es fundamentalmente, un llamado a abrigar la esperanza:         

“En lengua castellana decimos, cuando se nos ocurre decir que tenemos esperanzas: abrigamos esperanzas. Linda expresión, lindo desafío: abrigarla, para que ella no se nos muera de frío en estas implacables intemperies de los tiempos que corren.”

Eduardo Galeano. Patas arriba. La escuela del mundo al revés,  p. 184.

 

 

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).