Y de “azul y blanco” se viste nuestra ciudad

  • Ma. Teresa Cordero Arce
Un reconocimiento más a la insigne ciudad de Puebla

Y antes de relacionar el título con un eslogan político permitan iniciar con mi narración acerca de la talavera poblana en el marco del segundo aniversario de su nombramiento como Patrimonio Intangible.

La ciudad de Puebla es conocida entre otras cosas por su extraordinario desarrollo en el campo de las artes aplicadas a la cerámica vidriada. Deambular por la ciudad es   encontrarse en muchos de sus edificios, en sus fachadas y patios en su mayoría del siglo XVIII, este tipo de mosaico llamado Talavera.  Hace dos años, el 11 de diciembre del 2019, fue nombrada conjuntamente con la de Tlaxcala y México en nuestro país y la de la Reina y el Puente del Arzobispo en España, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, convirtiéndose en la primera inscripción binacional de México (nuestro país con otra nación) y la primera transcontinental de América Latina.

Cada mosaico de talavera tiene un sello de identidad. Es parte de una herencia y por ello fue considerada con un alto valor hasta llegar al punto de obtener el nombramiento ya comentado. Para valorar el desarrollo de este arte en Puebla, importa conocer el largo viaje que realizó el azulejo por los confines de nuestra múltiple herencia cultural. Ramos Delgado comenta que la palabra azulejo proviene del árabe “azzuleich, que quiere decir “pequeña piedra bruñida”. No obstante, existen varias versiones sobre su origen. Una de ellas sostiene que el vocablo comenzó a usarse porque el color azul predominaba en los azulejos persas.

En cuanto a los antecedentes de la  talavera en México, no hay que olvidar que se remontan a la hechura de vasijas por las culturas mesoamericanas, que también fueron reconocidas por la amplia herencia sobre la manufactura y decorado; sin embargo, antes del siglo XVI en México no se conocían ni el torno ni una técnica semejante a la del azulejo.

Al inicio del Virreinato, los alfareros que llegaron de España, tuvieron que buscar materiales adecuados para la elaboración de vasijas y loza, por lo que se empezó a trabajar con diferentes materiales hasta obtener productos de buena calidad, convirtiéndose la Ciudad de los Ángeles (Puebla) en el centro más importante de la Nueva España en la producción de loza.

La llamada talavera de Puebla se desarrolla con gran auge en el siglo XVII. Hugo Leich comenta que, los talleres estaban situados en su mayoría en la zona norponiente de la ciudad. Esta ubicación respondía a causas prácticas, como buscar que la acción de los vientos dominantes alejara de las casas de los vecinos el humo producido por los hornos. El avance en la hechura de la cerámica en nuestra ciudad provocó   la necesidad de crear las ordenanzas (reglamento) las cuales fueron dictadas en 1653 y pregonadas hasta el año de 1666.

Fue en la época barroca que la  talavera tuvo gran difusión implementando su uso en diferentes artefactos, convirtiéndose en una modalidad ornamental en donde la arquitectura no fue la excepción. Variedad de diseños y contrastes fueron creados conjuntamente con la piedra gris y el “petatillo” (barro) logrando crear un “estilo” representativo de una ciudad, dándole al barroco mexicano una expresión única e identificable a nivel internacional.

Es amplia la herencia que poseemos. En ella encontramos motivos para seguir preservando los lugares, obras, tradiciones, técnicas, leyendas y todo aquello que consideramos importante dentro de nuestro contexto cultural. ¿Qué tan importante es el reconocimiento de estos elementos a nivel internacional, como el concedido a la talavera? Sí, si es importante, es motivo de orgullo, pero más importante es que reconozcamos de manera personal su gran valía dentro de nuestro cotidiano, ya que hace que un día cualquiera en Puebla, sea una experiencia única

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Ma. Teresa Cordero Arce

Arquitecta por UPAEP, maestra en Restauración de Sitios y Monumentos UG y doctorante en Administración Pública. Docente y especialista en proyectos de conservación y difusión del patrimonio cultural. Su trabajo es reconocido a nivel nacional e internacional, por la difusión del patrimonio de México.