Yoga 1/2

  • Víctor Reynoso
Meditar no es solo observar la propia mente, es cambiar nuestro actuar; implica una ética

“Pásame un porro, voy a meditar”. La frase resume la idea de algunas gentes sobre la meditación. Nada que ver, más bien lo contrario, con una corriente que ha encontrado eco en psicólogos, neurofisiólogos, biólogos moleculares y autores destacados como Daniel Goleman, David Richardson, Jon Kabat-Zinn, Robert Wright, y muchos otros. También en historiadores: meditar es la lección 21 que Harari recomienda en sus 21 lecciones para el siglo XXI.

Que un novelista tan reconocido como Emmanuel Carrère escribiera una novela sobre el tema, abría la posibilidad de difundir una idea más adecuada sobre esa actividad: meditar. No parece que vaya a ser el caso.

Carrère se propuso tener un estilo original y lo ha logrado. En esta novela es el autor, el narrador, el protagonista, la víctima, el héroe. Original, pero a veces cansa.

En ella nos dice que medita desde principios de los años noventa del siglo pasado. Presenta 14 definiciones de meditación. Quién está en el tema reconocerá sin duda que Carrère “sabe” del mismo.

Las comillas del “sabe” son importantes. La lectura del libro deja la impresión de que su saber es más bien racionalista, intelectual, “cartesiano”, en el mal sentido del término. Puede responder qué es meditar. Pero no tanto para qué meditar.

Se medita para cambiar la propia vida. Para tener una mayor conciencia de nuestras emociones y de lo que las provoca. Para mejorar la relación con nosotros mismos y con los demás.

Con la meditación se cambia, dicen los neurofisiólogos que miden esas cosas, también el cerebro.

Con cierto tipo de práctica, no con cualquiera. En algunos medios meditar es una moda, como puede ser vestirse de cierta forma, comer determinadas cosas o viajar a ciertos lugares. Lo hacen porque lo hacen algunas gentes. Hasta ahí.

En otros, la intención es clara: disminuir el sufrimiento e incrementar la felicidad. Parece que Carrère no buscó eso, o al menos no lo encontró.

Y el eslabón que le faltó fue, en mi modesta opinión, el de la ética. Meditar no es solo observar la propia mente, lo que nos decimos y las consecuencias que tiene. Es cambiar nuestro actuar. Disminuir el sufrimiento, incrementar la felicidad, implica una ética.

Cada quien teje su propio karma: no es magia, es un complejo laberinto de relaciones causa-efecto. No apto para mentes simples.

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.