Escuela confinada

  • María Teresa Galicia Cordero
La virtualidad es una exigencia emocional extenuante tanto para profesores y para alumnos

En mis recorridos esporádicos en las calles y avenidas de la ciudad, suelo observar como lo que antes denominábamos “horas pico” (entrada y salida de los escolares de sus escuelas) ya no existen, las escuelas lucen desoladas, siempre cerradas y algunas hasta deterioradas y muchos niños observan con tristeza desde sus ventanas, lo que ocurre en exterior de sus casas.

El confinamiento en el que desarrollamos nuestra vida cotidiana ya se alargó por más de un año y fuera de las escuelas se viven realidades diversas que están afectando no solamente a los alumnos y a sus familias. Continuar la educación en casa, sin asistir a la escuela ni ver a sus amigos o a sus pares, ha afectado de diferente manera a los estudiantes de los diversos niveles y modalidades educativas, a sus familias y también a los docentes

Las temáticas previstas en los currículos oficiales están diseñados para que se enseñe y aprenda en la escuela, por tanto,  se aprenden mucho mejor en la escuela, ya que las competencias previstas  son muy difícil de adquirirlas siguiendo un curso por internet o una pantalla de televisión, además, así como señala Sylvia Schmelkes,  en la escuela se aprende a convivir: “es lo que nos enseña a ser responsables, nos enseña a ser ciudadanos, el aprendizaje cooperativo, el trabajo en equipo, la participación democrática, la solución no violenta de conflictos, que lo que siembra es paz y la responsabilidad”.

El tiempo pasa y aquello que esperábamos fuera temporal y aunque la intención es que nos quedemos en casa para cuidarnos a nosotros y a los demás, está situación está llevando al límite a muchos de nuestros estudiantes que ya empiezan a sentir mucho más el peso del confinamiento, especialmente porque no tienen bien definida la separación del tiempo dedicado a las actividades escolares y a lo que sucede en casa, donde la presión de sus familias está generando un ambiente complicado.

Sigue sin tratarse de manera decidida el importantísimo rol que juegan las emociones dentro de cualquier proceso de aprendizaje y de enseñanza, si bien es algo que sabemos desde hace tiempo, olvidamos que se genera mayor aprendizaje cuando se presenta asociado a las emociones.  

El trabajo docente se ha vuelto mucho más exigente y agotador, porque no solo ha sido complejo planear actividades limitadas por el tiempo, el espacio y las propias circunstancias derivadas del confinamiento, también porque tienen que tomar en cuenta el logro de un impacto emocional significativo en los estudiantes, ahora se está comprobando que la virtualidad presenta una exigencia emocional extenuante tanto para los profesores como para los alumnos.

Muchos de manera empática, al comienzo de cada clase conversan con los alumnos unos minutos sobre la contingencia para inferir cómo se sienten o cómo están viviendo la situación, porque ahora los alumnos y los profesores no están en el mismo espacio físico, las “clases” se efectúan en diferentes realidades que requiere de una constante interacción sobre el contexto, con el fin de actualizar la información necesaria sobre el entorno de aprendizaje.

No es nada fácil ser profesor o profesora en este tiempo de pandemia, especialmente cuando se toma en cuenta el lograr que se disfrute el aprender con otros, por lo que las instancias de aprendizaje no pueden reducirse a solo ver un power point o responder una guía de trabajo, ver videos o utilizar los recursos tecnológicos para el trabajo colaborativo, siempre hay que dinamizar e innovar las clases.

Si bien algunos docentes no han modificado su mentalidad y solo visibilizan una única forma de vivir y enfrentar el sistema escolar porque siempre y por muchos años se ha hecho así, la mayoría, ante la realidad que enfrentan, se han abierto a la posibilidad de trabajar con una mentalidad de crecimiento. Ponen a prueba de manera sistemática y permanente otras formas de enseñar y de aprender, utilizando diferentes modalidades para la enseñanza, promoviendo comunidades de aprendizaje siendo aprendices permanentes, lo que no ha sido nada fácil especialmente cuando los padres de familia y la sociedad en general no valoran la innovación y nuevas maneras de ser y hacer, están conscientes de que en la adversidad surgen desafíos y oportunidades que todos podemos enfrentar.

Han tenido que aceptar que no es posible lograr todos  los objetivos de aprendizaje que se tenían para un ciclo escolar normal, por lo que han tenido que tomar decisiones con respecto a que contenidos y conceptos asociados al aprendizaje son indispensables y procurar que al concluir el año escolar se hayan aprendido, además de  que la evaluación tome en cuenta   los niveles de procesamiento que el profesor logra generar en sus alumnos a través de sus clases a distancia, virtuales o  con una guía de aprendizaje.

Es importante destacar que hay autoridades, zonas escolares o colectivos docentes que no solamente priorizan jornadas de actualización o de información para los docentes, también, jornadas de formación en habilidades emocionales, a partir de una metodología participativa y vivencial que integra la experiencia de los docentes porque los profesores  requieren  de apoyo para gestionar sus emociones puesto que su trabajo se desarrolla en un entorno complejo y sumamente demandante, pero sigue existiendo mucho profesorado que carece de esos apoyos.

Insisto en la necesidad de escucharlos, hay investigaciones que resaltan la necesidad de leer y escuchar con atención los comentarios aportados por los docentes sobre sus vivencias en una escuela confinada (Imbernón, 2020) donde se destaca que han sido las emociones, las tradiciones, los vicios o virtudes desarrollados en su propia trayectoria docente, el academicismo dominante y las prescripciones administrativas, las que han configurado su práctica:

De todo esto resulta una práctica docente que han denominado “confinada”, que se instaura en la incertidumbre sobre el “saber hacer”, se aleja del “saber” y se desarrolla con un elevado grado de malestar

                A) “… unos se aferran al libro como siempre y a la nota y tareas repetitivas. Un sinsentido. Ni en esta situación vamos a modificar nuestras prácticas
                B) “Lo vivo con un sentimiento ambivalente
                C) “… con la impotencia de no poder llegar a todos”
                D) “Personalmente sobrepasado
                E) “Me siento decepcionado por el abandono de la Administración a nosotros y a los       alumnos”
                F) “… el absurdo de la rueda burocrática que me engancha en su engranaje para              simular que hago justicia”

Así, el profesorado está intentando educar bajo la presión de las circunstancias, se ocupa y se desvela por la inmediatez, por el día a día, por la creación de un clima de confianza y apoyo con el que pueda generar aprendizaje con sus alumnos que no saben cómo están ni que necesitan porque a pesar de sus esfuerzos, muchos estudiantes siguen alejados de su escuela y los maestros poco pueden hacer para enfrentar la crisis social, sanitaria y económica que todos estamos viviendo.

Ante la realidad de la escuela que podría seguir estando confinada por situaciones de contagio o por nuevos brotes, mucho ayudaríamos generando climas de convivencia y de aprendizaje en el hogar y socialmente, siendo más receptivos y empáticos con quienes realizan la tarea de educar, porque tanto ellos requieren de apoyo como todos lo requerimos también.

Referencia

Imbernón, R. García, J Marrero, J. Rigero, J. (2020) Profesorado en confinamiento http://www.ub.edu/obipd/vivencias-de-un-profesorado-en-confinamiento/

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María Teresa Galicia Cordero

Doctora en Educación. Consultora internacional en proyectos formativos, investigadora social, formadora de docentes e impulsora permanente de procesos de construcción de ciudadanía con organizaciones sociales. Diseñadora y asesora de cursos, talleres y diplomados presenciales y en línea. Articulista en diferentes medios.