Los encantos de la Secretaría de Gobernación

  • Xavier Gutiérrez
De todo ha pasado ahí. La dupla que está a cargo podría resultar una fórmula virtuosa

Hay cambios en la aldea. En la cúpula, atrás del despacho del gobernador Miguel Barbosa.

Con la semana que se acaba igual se fue David Méndez, el secretario de gobernación. La denominación del cargo es otra, pero la función es esa.

El puesto de suyo es importante, es el alter ego del gobernador en turno. Quien lleva en la sombra el poder, quien comparte decisiones y riesgos con el gobernante.

Y un requisito clave: debe asumir que juega un papel de segunda. Si saca la cabeza más allá de ese ámbito se muere. Es el hombre de más confianza de quien manda, quien le cuida las espaldas, quien recibe los golpes. Quien hace la obra negra. Eso dice el librito.

La verdad es que cada gobernador impone su estilo.

A veces juegan ambos a que uno es el suave y otro es el duro. El gobernador concede, el secretario niega. Si un ejemplo de ello hubo fue la dupla del doctor Alfredo Toxqui y Carlos Trujillo.

Sui géneris fue el caso de Mariano Piña Olaya, donde este parecía el secretario (despatarrado, frívolo, vulgar) y Alberto Jiménez era quien tenía el poder, no siempre para bien.

Hubo un secretario de gobierno quien pese a su fama de jurista, siempre anduvo armado. Eduardo Langle Martínez, con Gonzalo Bautista. Langle, en penumbra, fue quien empinó a Gonzalo, a quien con sus consejos rudos, implacables, perversamente arrulladores, echó a Gonzalo a dormir en los brazos de la ultraderecha.

Langle andaba temeroso. Ese gobierno mandó matar a Joel Arriaga y Enrique Cabrera, dos líderes de la izquierda universitaria. Ahí cavó su tumba “Gonzalito”, como le decían.

Este gobierno empezó con Fernando Manzanilla en gobernación. A los pocos meses renunció. No hubo química entre él y el gobernador. Ni física.

Eran dos estilos incompatibles. Fernando había trabajado con tres gobernadores. Nunca se entendieron, eso fue evidente. 

De atrás de la puerta, ahí en casa Aguayo,  apareció David Méndez. Pareció encarnar toda la esperanza del gobernador Barbosa, incluso lo exaltó y encomió  más de una vez.

 Extraño el caso, pues no parecía tener mérito alguno ni experiencia. Lo arroparon con la izquierda universitaria pero quienes conocen la vida en Puebla tienen claro que ni él ni la familia tuvieron raigambre y compromiso en ese flanco.

En razón a la cercanía en el trato que el gobernador le tuvo, causó extrañeza la forma en que fue defenestrado. Lo exhibieron como desleal y traidor, que cobijó tras bambalinas a docenas o cientos de panistas.

Queda en el misterio cómo pudo ocultar esas huestes socavando el poder del gobernante, tanto tiempo y ahí en la casa del poder. ¡Averíguelo Vargas!, decía un viejo dicho.

Y es precisamente Ardelio Vargas la primera señal previa a la ruda salida de Méndez.

Este abogado serrano es nombrado subsecretario de gobernación. Ya había cohetones que anunciaban el brinco hacia arriba. Cuestión de días.

¡Nones!, dijo terminante el licenciado Barbosa.

Y sacó como del sombrero de un mago el nombre de una dama, Ana Lucía Hill Mayoral, sonorense pa´mas señas. Politóloga, nada menos que egresada del ITAM, quien termina un doctorado en manejo de crisis, desastres y riesgos. ¿Premonitoria esa formación? El tiempo lo dirá.

Lo cierto es que se trata de una funcionaria con preparación académica, frescura, experiencia dentro y fuera de México, relacionada y culta, además le gusta la actuación teatral. Diremos literalmente que tiene tablas. 

Tenía un año y un mes de trabajar en el gobierno poblano, en el área de Protección Civíl, que es otro de los temas que domina. Ciertamente no ha tenido experiencia de mando aquí ni está familiarizada con la geografía poblana, pero con las herramientas que tiene merece el beneficio de la duda.

El perfil mismo es una novedad interesante. Puede ser el gran elemento que le hace falta al gobernador Barbosa.

Al nombrar a Ana Lucía, pareciera que el gobernador por fin siguió el consejo del millonario estadounidense Warren Buffet: “Contrata a los mejores y déjalos hacer lo que saben. Si no, contrata a los más baratos y que hagan lo que tú dices.”

El binomio que está en gobernación, aunque parece un coctel extraño, a la vuelta pudiera resultar una fórmula acertada.

De don Ardelio no existen buenas referencias, lo pintan como un hombre duro, rudo; quizá le ha faltado aclimatarse en Puebla, pulir la imagen y ganar terreno. Tiene experiencia, conoce el estado, al parecer goza de la confianza del gobernador. Estas cualidades pueden resultar un excelente trampolín y cobijo para la flamante secretaria.

El trabajo diario, las responsabilidades que comparten, el compromiso con quien los nombró, puede dar como resultado un complemento fructífero, un ensamble virtuoso si ponen ambos talento, sensibilidad y prudencia en el ejercicio del poder.

Queda claro que después de la gubernatura, la secretaría de gobierno es el puesto más relevante.

El maestro Enrique Olivares Santana, quien fue magnífico  secretario de gobernación con López Portillo, solía decir que esa secretaría debería ser como la humedad, estar presente sin hacer ruido. Ni más, ni menos.

El cargo exige gran capacidad, habilidad y disposición para negociar, tomar decisiones y ser tolerante, no caer ante la seducción del brillo que representa, asumir la subordinación con disciplina espartana y ser eficiente.

De 1917 a la fecha, en ese puesto han estado por lo menos 67 personajes. Algunos inclusive han avanzado en el escalafón y llegado a la gubernatura.

El economista José Alarcón publicó un estupendo libro, “Los Encantos del Poder”, donde relata las actuaciones importantes, curiosas o pintorescas de quienes por ahí han pasado.

Habría que agregar, actualizando datos curriculares, que hoy en día  dos ex secretarios de gobernación, que en su momento disfrutaron los encantos del poder a que hace referencia Pepe, hoy están en la soledad de la prisión: Mario Marín y Valentín Meneses.

¡Qué cosas tiene la vida, Mariana…!

xgt49@yahoo.com.mx 

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.