La interculturalidad en la Educación Superior

  • Dafne Reyes Jurado
Es necesario aprovechar la diversidad cultural para enriquecer todo proceso educativo

Aprovecho la temática que desarrollaré para invitar al conversatorio titulado “Los desafíos del bilingüismo y la interculturalidad en México”, impartido por el Dr. Antonio Carrillo Avelar, que será transmitido por el canal de YouTube de la Universidad Iberoamericana Puebla, a propósito del Día internacional de la lengua materna, el viernes 19 de febrero, para quien desee acompañarnos.

 

Ahora sí, a entrarle al tema. 

Hablar de interculturalidad en la educación universitaria es, en primera instancia, reconocer y hacer conciencia de que nosotros mismos como profesores contamos con una historia y con un bagaje cultural que nos ha ido construyendo, y que está implícito en las formas que enseñamos, en las formas en las que nos relacionamos con las otras personas. Por ende, es también entender y generar conciencia de que cada estudiante que está en nuestra aula cuenta, a su vez, con un bagaje cultural diferente, y que aprovechar estar diferencia permitiría enriquecer el proceso educativo, sin importar la asignatura, taller y/o curso que se esté impartiendo.

 

La interculturalidad nos permite entender formas distintas de aprender y de relacionarnos con los demás. Comprender este proceso hará que nuestras aulas se beneficien en varios sentidos. Por ejemplo, podemos apoyar para que los estudiantes que vienen de contextos diversos puedan reafirmarse culturalmente, reconocer de manera libre de donde vienen y valorar que los saberes culturales con los que llegan a la universidad, a partir de su propia identidad, son también valiosos. Veremos, entonces, que la diversidad sociocultural y lingüística enriquecen el proceso educativo y lo que aprendan en la universidad será un complemento de éste.

 

Una formación universitaria debe ser intercultural, aún si la institución no se declara como tal. Preparar a nuestros estudiantes con este enfoque es prepararles para saber relacionarse con el otro y, por tanto la relación se ve desde una horizontalidad y una apreciación de la diversidad. Les permitirá apreciar la diferencia y verla enriquecida desde cualquier profesión en la que se desempeñen. Esto significa desarrollar en ellos competencias interculturales. 

 

Una propuesta intercultural desde el aula tendría también que optar por desarrollar trabajo comunitario en las regiones de origen del estudiantado. Yo he tenido el privilegio de acompañar estudiantes de diferentes contextos en la universidad; he visto como algunos se han permitido profundizar en problemáticas propias de sus contextos, la maternidad para las mujeres indígenas de Guerrero, el rescate de la lengua de zapoteco (como el proyecto de Rayo, egresado de la IBERO), las problemáticas socioafectivas de las jóvenes de San Mateo del Mar en Oaxaca. Son proyectos que nacen gracias a esta idiosincrasia propia de su identidad cultural.

 

Hablar de interculturalidad desde y en la universidad es también una forma de reivindicar las luchas históricas de movimientos que han tenido desventajas sobre otros. La universidad, en este sentido, ha sido un espacio que por muchos años estuvo alejado e incluso fue negado a la población con una identidad cultural diferente. Quienes lograron colarse tuvieron que renunciar a sus saberes, a sus identidades, a su cultura para poder estudiar.

 

La interculturalidad desde una mirada crítica dentro de la universidad tendría que buscar que sus procesos inicien de abajo hacia arriba para cambiar las relaciones asimétricas, así como las estructuras y condiciones de poder que se mantienen y/o reproducen dentro de los espacios universitarios y que generan desigualdades y discriminación.

 

Cierro estas líneas para invitar a la reflexión sobre cómo abordar la interculturalidad desde las aulas, desde la relación entre profesores y estudiantes, y desde los trabajos colaborativos. Si bien es cierto que no hay recetas, sí es necesario, como se mencionó al inicio, tomar consciencia del bagaje cultural con el que cada actor cuenta, y reconstruir también de manera crítica estos bagajes culturales, para que de esta manera se puedan reconocer todas las culturas que forman parte y enriquecen la comunidad educativa. Se trata de luchar contra cualquier conducta discriminatoria, prejuiciosa o estereotipada y, sobre todo, generar condiciones de aprendizaje que les permitan a las y los estudiantes tomar decisiones que incidan en la transformación social. Se deben fomentar espacios donde se conozcan otras realidades, partiendo de la propia. Hablar de interculturalidad es reivindicar las diferencias y establecer medidas que contribuyan al reconocimiento; es, finalmente, tarea de todas y todos quienes nos dedicamos a la educación buscar que las relaciones se den en condiciones de respeto, de igualdad y de equidad.


 

La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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Dafne Reyes Jurado

Maestra en Educación Media Superior por la UDLAP, especialista en Orientación Educativa con enfoque sociopsicopedagógico (BUAP) y licenciada en Psicología por la Ibero Puebla, donde se desempeña como responsable del Programa Intercultural de Vida Universitaria Pedro Arrupe, SJ. y como académica.