106 años de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM)

  • Herminio Sánchez de la Barquera
Aniversario ensombrecido por las difíciles condiciones para cumplir sus deberes

El pasado miércoles 10 de Febrero se conmemoró un aniversario más de la fundación de la FAM, que cumplió 106 años de existencia. Esta fecha, que debería ser motivo de alegría, se ve ensombrecida por las difíciles condiciones en las que los soldados de la FAM tienen que cumplir con sus deberes, desde hace décadas. En primer lugar, tienen el dudoso honor de servir en la única arma aérea del mundo que depende del ejército de tierra, siendo que en todos los demás países que poseen arma aérea, esta es autónoma, como lo son los componentes de tierra y mar. La dependencia con respecto al ejército es muy desventajosa para la FAM, pues no puede fijar sus propias prioridades y su comandante depende del Secretario de Defensa, que en México, por ley, es un militar del ejército de tierra. Presupuestalmente, el ejército siempre se queda con la mejor parte, relegando al arma aérea de manera visible. Además, la FAM, al ser dependiente del Ejército, no tiene el mismo nivel político que este último y que la Armada.

Ni siquiera el Subsecretario de Defensa puede ser un piloto militar, ni el Oficial Mayor de la Secretaría de la Defensa, ni el Inspector y Contralor. Esto en parte explica el descuido en el que se tiene a la FAM, lo que la ha llevado a convertirse, más que en una verdadera arma del aire, en una especie de servicio de transporte aéreo del ejército. Su dependencia del ejército se refleja, por ejemplo, en que no hay un plan específico para la FAM en materia de auxilio a la población civil en caso de desastre, sino que se incluye en el Plan DN III - E, del Ejército; por su lado, la Marina pone a funcionar su “Plan Marina” y me acabo de enterar de que ya también hay un “Plan GN” (de la Guardia Nacional, que iba a ser, por cierto, una estructura civil). Veamos algunos datos muy esclarecedores.

La cobertura aérea que garantiza la FAM para proteger el espacio aéreo mexicano oscila entre el 27% y el 32%, cifras verdaderamente miserables. Hace 10 años, la operatividad de la flota aérea era de aproximadamente un 85%, mientras que hoy es del 62% de sus 370 aeronaves operativas. Esas son cifras sumamente preocupantes, pues significan que solamente tiene 229 aeronaves de ala fija y de ala rotativa en funcionamiento pleno. Además, si bien el ala de transporte es considerable, la FAM no posee, por ejemplo, aviones cazahuracanes que pudiesen servir para apoyar a las autoridades de protección civil, ni aviones de patrullaje, ni interceptores; tiene aviones de combate de 40 años de antigüedad y no hay planes inmediatos para adquirir o construir aparatos nuevos, debido a la bendita austeridad republicana del Presidente López, que tampoco entiende de estas cosas.

El tener un arma aérea digna de un país como México no es para que desfilen cada 16 de Septiembre, sino para que presten servicio al país todos los días en diferentes frentes: si tuviéramos aviones de intercepción (que no deben ser forzosamente de cuarta generación), sería más fácil interceptar a los aviones que ingresan ilegalmente en espacio aéreo mexicano procedentes de Centro y Sudamérica con grandes cargamentos de droga. Casi todos estos aviones logran su objetivo de atravesar nuestras fronteras sin ser molestados. Además, los aviones de patrullaje permitirían identificar a tiempo incendios forestales y localizar pistas clandestinas de aterrizaje, entre otras cosas.

Para que nos demos una idea del equipamiento austero de la FAM, diremos que la nave más cara que tiene es el tristemente célebre avión presidencial, que está bajo su resguardo, dada a la dificultad para venderse, cosa que ya habíamos advertido desde hace años en esta columna, debido a su particular configuración, a que el mercado para dichos aviones ejecutivos presidenciales es muy limitado, y a la mala fama que el propio Presidente de la República se ha esforzado en hacerle. Recordemos que para la actual administración federal es más importante el espectáculo que los resultados.

Es por eso que, desde un principio, el actual gobierno federal, con su típica visión de los años 70 del siglo pasado, declaró que no invertiría en equipamiento militar y que recortaría gastos en materia aeronáutica. Estos no son “gastos”, sino “inversiones”, como lo demuestra, lamentablemente, el hecho de que desde que inició la presente administración ha aumentado el número de accidentes aéreos en la FAM, lo que parece que se relaciona con el recorte presupuestal en el área de mantenimiento. Esto no sólo acarrea la pérdida de aeronaves, sino, lo más importante, de vidas humanas; de vidas humanas de altísimo valor agregado, para colmo. Pero el Presidente López busca resultados épicos con costos ridículamente bajos, lo cual es una fórmula que augura una catástrofe, pues en dos años ha recortado la flota aérea, sus recursos y sus capacidades. Por eso, muchos elementos de gran capacidad profesional están abandonando las filas de la FAM, en una sangría humana que tardará años en reponerse.

¿Qué proponemos para revertir estas malas tendencias? Hace falta, de entrada, que en México entren aires modernos, renovadores, en nuestras fuerzas armadas y en nuestros dirigentes políticos, que por regla general no conocen de temas militares (es una enfermedad común a todos los partidos). Debemos cambiar las prioridades de inversión: en lugar de invertir la mayor parte del presupuesto de defensa en el ejército, luego en la marina y las migajas para la FAM, deberíamos invertir primero en la FAM, luego en la Armada y al final en las tropas de tierra, en un esquema similar al brasileño. Quien domina los aires domina la tierra y el mar, por lo que la FAM debería ser la primera línea de defensa (junto con el componente aeronaval de la Armada), a esto le sigue el despliegue de las fuerzas navales con su proyección de poder desde el mar y al final tenemos al ejército, con fines de ocupación territorial. Es decir, el despliegue del arma aérea es estratégico para la seguridad y la defensa de los países e nuestros días, lo que ha venido consolidándose desde la Segunda Guerra Mundial.

Lo anterior quiere decir –sencilla, inexplicable y penosamente- que la visión mexicana de la defensa nacional es arcaica, pues data de antes de la Segunda Guerra Mundial. Desafortunadamente, ante el marasmo que está caracterizando a la administración federal actual en materia de defensa nacional (y en otros ámbitos más), creo que debemos dar por perdido a este sexenio. Ciertamente ha aumentado muchísimo el presupuesto asignado a la Secretaría de la Defensa Nacional, pero eso se debe a las inversiones para las obras de carácter civil que se le encomendaron al ejército. Habrá que esperar a que las cosas cambien en el 2024 y emprender, de una buena vez, una reforma integral de las estructuras mexicanas de la defensa nacional. Por lo pronto, celebremos el pundonor, el profesionalismo y la generosidad de los soldados del aire, que pese a todo siguen cumpliendo con su deber, llegando incluso hasta al sacrificio de la vida.

 

 

Dr. Herminio S. de la Barquera y A.

Decano de Ciencias Sociales

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Herminio Sánchez de la Barquera

Originario de Puebla de los Ángeles, estudió Ciencia Política, música, historia y musicología en Núremberg, Leipzig, Essen y Heidelberg (Alemania). Es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Heidelberg.