AMLO no corrige su criminal estrategia anticovid

  • Raúl Espejel Pérez
Carece de voluntad para reconocer y enmendar errores que privan y dañan la salud

Cuando el coronavirus está a unas horas de cumplir un año de su llegada a México sin que desde entonces nada se haya hecho por contener su propagación, hoy, la pandemia se encuentra situada a pocas horas de rebasar las barreras de los 170 mil fallecimientos y  2 millones de contagios. Esto, sin que el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, admita, en un ejercicio de sana autocrítica, que su estrategia anticovid resultó un absoluto fracaso debido  a que no ha logrado moderar los efectos mortales del covid.

Su gobierno a lo único que se ha circunscrito es a mal atender con notorias deficiencias médicas, en nosocomios saturados, a las personas que contagiadas tuvieron la fortuna de encontrar espacio para hospitalizarse. La mayoría de ellas miles de ellas se han atendido y fallecido en sus domicilios sin la ayuda gubernamental.

Obrador ha demostrado que carece de voluntad para reconocer y enmendar sus errores que están dañando la salud y privando de la vida a miles de mexicanos. Sus principales estrategias de gobierno en materia de impulso al desarrollo económico del país, de seguridad pública, de abatimiento de la impunidad, de impulso al empleo, combate a la pobreza y de erradicación de la corrupción, han resultado un contundente fracaso.

Excepto esa táctica populista o estratagema política que está fomentando más y mayor corrupción, al repartir, a diestra y siniestra, sin controles de fiscalización ni normas operativas, multimillonarias cantidades de dinero que no es suyo.

Su ofrecimiento de exterminar la corrupción se reduce a lanzar diariamente escandalosas y machaconas acusaciones. En los 27 meses que tiene al frente de la presidencia de la república no ha aportado una sola prueba que conduzca a la cárcel a uno de los funcionarios del viejo régimen que incurrieron en conductas viciadas. Por lo contrario, en el régimen de esa cosa mal llamada Cuarta Transformación que inventó López Obrador, la corrupción se está multiplicado y extendido imparablemente en diversos ámbitos de la administración pública federal. Sin que nadie haga algo para evitarlo y sancionarlo.

El ejemplo más claro que esta lacra, ha permeado al nuevo régimen lo constituyen personajes impresentables pero cercanas a AMLO, como la secretaria de Energía,  Rocío Nahle García; Eréndira Sandoval Ballesteros, de la SFP; Manuel Bartlett Díaz de la CFE; Octavio Romero Oropeza de PEMEX; Ana Gabriela Guevara Espinoza de la CONADE; David León Romero, ex director de la Coordinación Nacional  de  Protección Civil de la Segob; Pío López Obrador; hermano del Presidente de la República y la camada de servidores públicos lópezobradoristas que adjudican directamente multimillonarios contratos de obra pública, prestación de servicios y de adquisiciones, a sus proveedores predilectos, sin efectuar las licitaciones públicas que estipula la ley.

López Obrador ha dejado huella indeleble en las decenas de miles de personas fallecidas a causa de un mortal contagio de coronavirus que pudo evitarse si se hubiera hecho lo adecuado para contener su propagación y disminuir sus efectos..

Por eso, cuando se registren en las páginas de la historia de México los estragos que causó covid en la población inerme, el presidente López Obrador no aparecerá junto a las efigies de Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Francisco I. Madero, como pretende, sino se hallará al lado de la imagen del genocida Adolfo Hitler.

México ocupa el tercer lugar de fallecimientos, después de Estados Unidos y Brasil.  En letalidad ocupamos el primer lugar. En materia de contagios estamos clasificados en décimo tercer lugar.

Para tener una idea apegada a la realidad del daño que el presidente de la república Andrés  Manuel López Obrador está causado a la salud y a la vida de cientos de miles de mexicanos hagamos, al margen de simpatías y antipatías, una comparación de los resultados obtenidos en el manejo del Covid-19 en dos países con semejante cantidad de habitantes.

Cifras registradas por la Universidad Johns Hopkins a las 12:23 horas del 10 de febrero, revelan que Japón, con 126 millones 264 mil 931 habitantes, es uno de los países del mundo donde su gobierno de mejor manera y con más responsabilidad ha enfrentado el problema la pandemia del coronavirus, logrando los siguientes resultados: 410 mil 434 personas contagiadas y 6 mil 722 fallecidas.

En dirección opuesta a Japón, en México, con 250 mil 907 habitantes menos que ese país asiático, ocurrieron 4.743 veces más contagios y 25.6 veces más por covid que en Japón. O sea aquí un millón 946 mil 751 personas se infectaron y 168 mil 432 fallecieron.    

Esta es, clara y evidentemente, la diferencia que existe entre el hacer bien las cosas, con un buen gobierno, como el de Japón, que hacerlas mal con un peor gobierno, como el que preside el señor Andrés Manuel López Obrador.

                                                         

Vacunación anticovid-19

 

La aplicación de la vacuna anticovid es otro desastre gubernamental más. Nadie sabe dónde ni cuándo, ni cómo será vacunado. Lo que durante toda la vida fue una actividad sanitaria rutinaria que prácticamente pasaba desapercibida sin menoscabo de su efectividad, hoy es un caótico laberinto. 

Con el inocultable propósito de obtener ilegítimamente un desaseado  beneficio electoral el domingo 6 de junio que le permita al presidente López seguir mangoneando la Cámara de Diputados, se le ocurrió politizar la compra, el manejo y la aplicación del inmunizador que debería llevarse a cabo sin ningún otro interés que servir a la población que está en riesgo de sucumbir por la crisis sanitaria que aqueja al país.

Hasta antes que AMLO llegara a la presidencia había vacunas suficientes en existencia. No había escases. Hoy no las hay. Ni siquiera la de la influenza, las que tradicionalmente se aplicaba oportunamente a la población infantil.

Anteriormente, para ser vacunado bastaba acudir a cualquier clínica u hospital público o esperar la visita domiciliaria de una enfermera del sector salud para recibir el beneficio inmunizador sin estridencia política ni mediación, como ahora sucede, de discursos oficiales aburridores que la vacunación que siempre ha sido gratuita, gratuita será subrayadamente en está ocasión por la sucia búsqueda de votos. 

Esta vez la vacunación, según ha dicho el presidente López, estará a cargo de 120 mil servidores públicos que integrarán 10 mil brigadas compuestas, cada una de ellas, por 12 personas. Sí, se entendió perfectamente bien, por d-o-c-e  individuos. Cuatro “servidores de la nación”, cuya finalidad es hacer proselitismo electoral a favor de AMLO cuando “distribuyen” los apoyos económicos de los programas sociales del gobierno. Cuatro integrantes del Ejército Nacional. Dos voluntarios y dos médicos encargados de aplicar la tan comentada y escasamente aplicada vacuna.

Aun disponiendo de todo ese ostentoso aparatote vacunador, México con penas y apenas a logrado aplicar media vacuna (0.57%) por cada 100 habitantes. Es también, en este otro rubro, uno de los tres peores países que tienen el porcentaje más bajo de vacunación en el mundo. Esto a pesar que el presidente López no se cansa de presumir mentirosamente “que somos de los primeros (países) en contar (¿?) con la vacuna, porque nos adelantamos” a las demás naciones.

Los otros país que están tan malas condiciones como México, son Indonesia  con 0.37%, la India 0.43% y Rusia con 0.55%.

 

AMLO con Covid-19

 

Hace alrededor de un mes AMLO sufrió el contagio de Covid 19 por no usar cubrebocas ni guardar la sana distancia que recomiendan los epidemiólogos. Los primeros síntomas le aparecieron el sábado 23 de enero.     

Entre la tarde del viernes 22 y  la mañana del domingo 24 de enero, el presidente López realizó una breve y rápida gira de trabajo en los estados de Nuevo León y San Luis Potosí. A poco tiempo de su regreso a la Ciudad de México, la tarde del domingo 24, a las 18:30 horas, a través de su cuenta de Twitter, anunció tenía Covid-19. Permaneció confinado en su departamento del Palacio Nacional entre el 25 de enero y 7 de febrero.

AMLO hizo ese viaje en avión comercial sin saber que era portador de coronavirus, poniendo en riesgo de contagio y de muerte a los pasajeros, a todos sus acompañantes ─entre ellos su cónyuge e hijo menor─ y a todas las personas que estuvieron cerca de él durante esos días difíciles.

A pesar de esta su peligrosa experiencia personal, el presidente de la república se niega a reconocer que fallado en el manejo de la pandemia y a corregir su fracasada estrategia abatirla.

Él, junto con el secretario de Salud Jorge Alcocer y el subsecretario Hugo López Gatell, son responsables de los demoledores estragos que la pandemia está causando en la población de México. La mayoría de ella, personas de escasos recursos económicos y más aun de escasos recursos médicos. En injusto contraste,  la atención médica que él recibió fue privilegiada.

No fue la que se proporciona a los enfermos común y corrientes que no encuentran en la cama de algún hospital público o la de los enfermos que permanecen afuera, en la calle, esperando durante varias horas una cama que nunca les asignan o en una ambulancia esperando la atención médica que no se les proporciona por la saturación que desde hace doce meses existe en los hospitales del apabullado sector salud.

 No, el caso de quien no se cansa de asegurar que “primero son los pobres” fue marcadamente diferente. Fue de primer mundo en un país de cuarta. El presidente López no fue  mal atendido por un médico cansado por exceso de trabajo, pésimamente equipado y mal retribuido. AMLO fue y sigue atendido por un selecto grupo de prominentes médicos de altas y diversa especialidades. Fue atendido, en su alcoba real, como rey de los siglos XVI o XVII.

Tuvo y continúa teniendo a su alcance medicamentos suficientes. Su esposa no tuvo necesidad, como cientos o millares de esposas de otros enfermos, de salir del Palacio Nacional a la calle en apresurada e inútil búsqueda tanques o recargas de oxígeno para tratar de salvar la vida del esposo enfermo, cuyo destino final es la  muerte de miles y miles de personas.  Tampoco fue necesario que fueran en auxilio del presidente López loa chamanes que frecuentemente acuden al Palacio Real a efectuarle las tradicionales limpias que le hacen con humo de incienso y   ramas de ramas de pirú.

 

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Raúl Espejel Pérez

Ha colaborado como articulista en la revista Jueves de Excélsior, El Universal de México, El Universal Gráfico, El Universal de Puebla, El Día, Nueva Era de Puebla y la revista Momento de Puebla (versión impresa y digital).