Marín, del trono a una mazmorra

  • Xavier Gutiérrez
Surgió de un remoto pueblo mixteco, soñó emular a Juárez, se perdió en el poder

Un forastero que llegara de lejanas tierras y leyera que Mario Marín, en menos de 24 anduvo de Acapulco a Cancún, diría, “¿caray, nada mal para un ex gobernador, de un paraíso del Pacífico a otro del Caribe!”.

La realidad es otra y bien lejana.

El brazo largo de la justicia por fin lo alcanzó, al cabo de 15 años de andar a salto de mata.

Terribles lecciones entraña su caso. Para él una pesadilla macabra.

No está en la cárcel por actos de corrupción, favoritismo en la asignación de contratos de obras, costos inflados, desvío de recursos y sobrecostos, como se acusó a su gobierno.

No, sino de un presunto delito de tortura y abuso de poder.

Su historia comenzó hace 67 años (nació el 28 de junio de 1954) en un oscuro pueblo de la mixteca poblana. Nativitas Cuautempan, municipio de Coyotepec.

De ahí se encumbró a las máximas alturas. Es verdad, lo dijo en entrevistas, él soñó alguna vez con ser émulo de Benito Juárez.

Su infancia fue pobre. Después le atribuyen una gigantesca fortuna.

“El Maracas”, líder ya muerto de los voceadores poblanos, contaba que le llegó a pedir chamba. Y lo ayudó. Marín era un adolescente. Y decía Toño Madrid que sí, se empeñaba el chamaco, que “era muy bueno para empalmar periódicos y vender “La Voz de Puebla”.

Escaló  los peldaños del poder con constancia y astucia. Como un coyote; “lugar de coyotes”, significa su municipio de origen.

Secretario particular de Pacheco Pulido, subsecretario de gobernación con Piña Olaya, titular de gobernación con Manuel Bartlett. Después gobernador. Le ganó la carrera a Germán Sierra y le robó la base al gobernador Melquiades.

Después, la gloria, el trono, la gula del poder, el cambio, la operación del lunar en la frente, la locura que enferma a casi todos los poderosos.

Hacía alarde de los trajes finos y bien cortados. Decía que siempre había aspirado a ese placer. La estatura no era un buen elemento estético en su caso, aunque eso  sí lo aproximaba a Juárez.

Juárez medía un metro 55 centímetros, igual Armando Manzanero. De ese corte es Marín.

Aunque el 16 de diciembre de 2005 detienen a Lidia Cacho en Cancún y Marín se ufana “de darle un coscorrón a esta p… vieja”, la bomba estalla unas semanas después.

El 14 de febrero de 2006, el periódico “La Jornada” publica las comprometedoras declaraciones donde Marín, eufórico, después se supo que alcoholizado, comenta con el empresario Kamel Nacif la aprehensión y castigo a la activista Cacho.

Paradojas de la vida. Marín es capturado el día 3 de este febrero. Justo a 11 días de que se cumplan 15 años de aquél fatídico Día de San Valentín. Valentín (Menéses) era precisamente su jefe de prensa, a quien les estalla la bomba mediática y no supo cómo manejarla. Hoy Valentín…también está en prisión, al parecer por otros asuntos.

Uno de los puntos vulnerables del gobierno  de Marín fue justamente su torpe comunicación social. Sus responsables del área llenaron de dinero a vivales y, carentes de oficio, jamás hicieron la tarea encomendada: comunicación. Pero esos son cohetes de otro mayordomo.

Hoy Marín duerme en una masmorra en el caribe mexicano. Lejos quedaron los sueños de opio.

Dos de sus cercanos compañeros de aventura sexenal tuvieron derroteros distintos. Javier García Ramírez, su responsable de obras y a quien consideran el más enriquecido del equipo, se fugó para siempre. O por lo menos hasta ahora.

Dicen que a veces no hay que utilizar las palabras:  siempre y nunca.

El doctor José Alfredo Arango García, director del ISSSTEP entonces, pasó meses en prisión en el gobierno de Moreno Valle. Después quedó libre. Quizá fue el único que pagó relativamente pecados sexenales.

La crónica de la captura de Marín en una insegura colonia de Acapulco,  refiere que estaba temblando y se quedó mudo. Los policías super armados lo esposaron y al día siguiente ya estaba en el mundialmente famoso destino turístico. Esta vez Marín no como turista VIP.

La soledad de un cuartucho maloliente sin duda le traerá a Marín mil y un recuerdos.

Alla lejos las noches de bacanal en Nueva York, en Madrid, una de esas veces invitado por una poderosa empresa constructora española. La buena vida, el asomo a un mundo que nunca imaginó en su oscura infancia allá en el sur poblano, más allá de la cordillera del Tentzo.

Los buenos potajes, los buenos vinos, el “bellísimo” coñac por supuesto, los restaurantes caros.

El recuerdo de aquel viaje en el que, al llegar a Nueva York, una grave apendicitis por poco le cuesta la vida. Fue el doctor Arango quien se movilizó aprisa y le salvó la vida, con una intervención de emergencia al llegar a la Urbe de Hierro.

El otro audio que terminó de hundirlo en aquél negro sexenio (de 2005 a 2011), referente a sus amoríos con una jovencita. Esta nota también cimbró a los medios, probando lo tantas veces dicho: el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

Los tratos, acuerdos, pactos secretos, intercambio de favores, la negociación de impunidad con Fox, Calderón, Moreno Valle, un voluminoso archivo de recuerdos bajo llave que le garantizaron libertad, mas no le borraron jamás el estigma del “gober precioso”, como lo bautizó y lanzó tristemente  a la fama el rey de la mezclilla Nacif.

Por si faltara, los tiempos y las noticias que llegan ponen a Marín otra vez en escena y lo zarandean nuevamente. Su nombre figura entre los 23 mexicanos a quienes decomisaron 48 mil millones de pesos en el Banco Privado de Andorra. El reciclaje informativo apenas empieza.

 En las cuatro paredes de la prisión costeña llegarán también los  recuerdos  de los inicios en el mundo político poblano, en puestos menores y con placeres sencillos, clasemedieros, el Bacardí con dos o tres amigos en tardes y noches de farra en cantinuchas o departamentos de barrio del centro histórico de Puebla.

Marín nunca rebasó aquel ambiente con cualidades o virtudes sobresalientes. Tampoco era un hombre de cultura o lecturas.

Es célebre la anécdota que me contó un periodista cuando, en su campaña por la gubernatura, el colega quiso ayudarlo con una entrevista a modo, con preguntas fáciles como quien pone un balón frente a la portería…sin  portero.

En su oficina de campaña le preguntó:

-¿Y qué está leyendo ahora, licenciado Marín?

-Los estatutos del partido.

Esa era la estatura del abogado Marín en el proceso para llegar a la gubernatura.

Emergió Marín de un pueblecito polvoriento del semidesértico sur poblano, se encumbró  en las nubes del poder máximo en su estado, soñó con llegar a la presidencia a partir de su cuna humilde, pero se ahogó en las trampas del poder a la mexicana.

Hoy tiene por residencia el CERESO de Cancún. Adiós al mundo de los lujos y privilegios, de las grandes camionetas y caravanas de guaruras, de los ujieres prestos para cualquier mínima necesidad del señor,  de la chequera libre e ilimitada, de la leyenda sobre grandes propiedades y fortunas.

Marín, una lección viviente de un político a la mexicana, como hay tantos.

El expresidente estadunidense Dwight Eisenhower, dijo una vez acerca de las cárceles:

“Si quieres seguridad total ve a la prisión. Ahí te alimentarán, te vestirán, te darán cuidado médico y mucho más. La única cosa que no tendrás es…la libertad”.

xgt49@yahoo.com.mx

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.