La ilusión de una maestra en la SEP (2)

  • Juan Martín López Calva
La nueva titular de la SEP necesita elementos normativos y estructurales para mejorar

“El político…no puede hacer todo lo que desea. Tiene muchas restricciones. Menciono cinco clases de éstas: las de índole política, pues está sujeto a la voluntad de su superior y a la evaluación que éste hace de su desempeño; las de los “poderes fácticos”, como el Sindicato de Maestros, los gobiernos estatales (en el caso del gobierno federal), los medios de comunicación, los grupos de presión empresariales, eclesiásticos, etcétera; en tercer lugar, las restricciones de carácter financiero, pues dispone de muy escasos recursos económicos para apoyar reformas o innovaciones; en cuarto lugar, las restricciones terribles de tiempo, ante el inexorable reloj sexenal; y por último, las limitaciones humanas de su equipo de colaboradores…”

Pablo Latapí Sarre. ¿Pueden los investigadores influir en la política educativa?

https://redie.uabc.mx/redie/article/view/187/1429

 

            La semana pasada abordé en este espacio el tema de la ilusión del nombramiento de una maestra como responsable de la Secretaría de Educación Pública general y las muy altas expectativas, desde mi punto de vista no bien sustentadas, que generó el relevo de Esteban Moctezuma Barragán por la profesora Delfina Gómez Álvarez.

            Para los lectores que no hayan leído esta entrega, dejo aquí la liga donde pueden encontrarla: https://www.e-consulta.com/opinion/2021-01-11/la-ilusion-de-una-maestra-en-la-sep-1

            En ese texto mencionaba que siempre me ha parecido poco realista la idea de muchos docentes y directores escolares que sostienen que el problema de la mala gestión del sistema educativo se debe a que los secretarios del ramo no son docentes y que bastaría con que un profesor llegara a ocupar la SEP para que las cosas empezaran a mejorar.

            Porque un buen profesor debe moverse con mucha fluidez y eficacia en el pensamiento de sentido común, para poder lidiar cotidianamente con los retos que cada clase, cada estudiante, cada temática por trabajar para el aprendizaje y la formación de los alumnos y cada caso que se presenta en la vida le presentan.

            Sin embargo, un funcionario público debe tener más bien una visión amplia y panorámica de todo el sistema educativo, de la legislación general y la normatividad específica, de las demandas y necesidades de todo el conjunto diverso y amplísimo de escuelas y universidades que operan a lo largo y ancho del país, además de conocer y saber moverse en el campo de la política para tomar decisiones adecuadas en medio de las múltiples restricciones que el contexto nacional le impone.

            De manera que si bien ser docente aporta una sensibilidad y un conocimiento derivado de la experiencia directa del trabajo en las aulas en cierta realidad educativa e institucional, se requiere mucho más que eso para lograr que el sistema educativo enfrente los desafíos del mundo actual y trata de resolver los problemas ancestrales que padece el sistema educativo nacional.

            Un segundo elemento que hace que el entusiasmo por el nombramiento de una maestra al frente de la SEP sea ilusorio es el hecho de que los cambios que necesita la educación nacional no son realizables únicamente por las buenas intenciones personales de un funcionario, aunque sea el secretario de educación y que las barreras y obstáculos que impiden la transformación de la educación nacional tampoco se deben únicamente a la falta de voluntad o a la imposición de intereses de personas aisladas.

            Como afirma Lonergan en su libro Topics in Education, traducido al español como Filosofía de la Educación “…el sistema educativo es un bien de orden…” porque un sistema de educación “…no es la educación de este niño, de este joven ni de esta jovencita. Es un flujo de educaciones. Determina lo que fluye y la dirección en la que ha de fluir…” (p. 69)

            En efecto, lo que la Mtra. Delfina va a asumir es la dirección de un sistema, es decir, de todo un flujo de educaciones que tiene ya una dirección en la que fluye la formación de los futuros ciudadanos de este país, a partir de ciertos modos de funcionamiento de las instituciones, del sindicato de maestros, de las organizaciones de padres de familia, de los alumnos, de los profesores en sus prácticas, de los directores escolares, supervisores y funcionarios de la misma secretaría, etc.

            De manera que para que la educación mexicana se transforme y sea realmente de calidad, promueva la equidad y la movilidad social y cumpla con su misión como elemento central de antifatalidad -para que los pobres no estén condenados a seguir siendo pobres y los ricos a seguir siendo cada vez más ricos- y como motor de desarrollo nacional no son suficientes las buenas intenciones ni el talento de quien encabece la SEP.

            Para lograr enfrentar con éxito los enormes desafíos que implica la mejora de la educación nacional que como muestran los estudios y evaluaciones nacionales e internacionales es muy deficiente en su calidad y muy inequitativa en su cobertura y resultados, la nueva secretaria tendría que tener los elementos normativos y estructurales indispensables para modificar ese flujo continuo de educaciones.

            Porque como dice la cita que sirve de epígrafe a este artículo de hoy, una secretaria de educación no puede hacer todo lo que desea. La nueva secretaria va a enfrentar muchas restricciones en los campos que señala Latapí. Veamos.

            En primer lugar, están las restricciones de índole político que tienen que ver sobre todo con la voluntad de su superior, el presidente y la evaluación que haga de su desempeño. En el caso del presidente actual, es evidente que por una parte no tiene a la educación entre sus prioridades de gobierno como lo ha demostrado tanto en sus discursos como en los hechos y por otra parte, los criterios de evaluación de sus secretarios tienen como eje fundamental su lealtad ciega más que la eficacia de sus resultados.

            En segundo lugar están los poderes fácticos. Las presiones de estos grupos de poder -sindicato magisterial y disidencia, medios de comunicación, empresarios, iglesias, etc.- están siempre presentes y después de la aprobación de la (contra) reforma educativa del 2019 se le regresó a las cúpulas sindicales el enorme poder en la toma de decisiones educativas que tuvieron históricamente durante el pacto corporativo del viejo sistema y se dejó prácticamente sin influencia la voz de todos los demás grupos de la sociedad que de alguna manera hacen contrapeso y aportan elementos de diversidad y de disrupción muy necesarios para el avance educativo en una sociedad democrática.

            En tercer lugar están las restricciones de carácter financiero que este sexenio son más fuertes que nunca ante la política llamada de “austeridad republicana” que ha recortado significativamente los presupuestos para todos los rubros salvo el caso del ejército. La nueva secretaria enfrentará severísimas restricciones por los magros presupuestos aprobados para las instituciones formadoras de docentes, para la mejora de las escuelas y muchos otros aspectos indispensables para mejorar las deficientes condiciones que padece nuestra educación.

            Por otra parte, las restricciones de tiempo que enfrentará dado que tendrá que realizar su plan de gestión en los escasos cuatro años que le quedan a este sexenio de gobierno federal.

            Finalmente, las limitaciones humanas de su equipo de colaboradores que también son muchas dadas las condiciones de despidos de muchos cuadros técnicamente preparados con la llegada de este gobierno, bajo el mismo pretexto de la austeridad y la consigna presidencial de contar con personas que tengan el 90% de honestidad y el 10% de capacidad.

            Ante este panorama, me parece que se puede esperar muy poco de la nueva gestión en la SEP, por más que la nueva secretaria tenga las mejores intenciones y en el supuesto -que también me parece dudoso- de que sea una funcionaria extraordinariamente capaz. El tiempo dirá.

                       

           

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).