Saber y colonialidad

  • Rafael Alfaro Izarraraz
Las revoluciones científicas conllevan intereses de clase ocultos

Dice Walter Mignolo (ver Desobediencia epistémica. En: https://antropologiadeoutraforma.files.wordpress.com/2013/04/mignolo-walter-desobediencia-epistc3a9mica-buenos-aires-ediciones-del-signo-2010.pdf) que el saber, desde la segunda mitad del siglo XX, se empezó a discutir en términos de que era un instrumento de la dominación y que, por lo tanto, habría que llevar a cabo una serie de acciones para descolonizar ese saber y del ser como subjetividad. Mignolo, quien cita al sociólogo peruano Anibal Quijano, dice que Quijano incorpora el concepto colonialidad. Establece que si el conocimiento es un “instrumento de la colonización, una de las tareas urgentes que tenemos por delante es descolonizar el conocimiento” (Mignolo, 2010, p. 9-11)

En ese sentido, Occidente ha creado su propia historia de la ciencia, de la mano de uno de sus representantes, como lo es René Descartes, el creador del método científico y punto de partida de la modernidad/racionalidad occidental. Esta historia de la ciencia se asocia en general con las aportaciones que cada uno de los científicos hicieron al saber de occidente. La regla utilizada para construir esa historia, es la de hacer visible las ideas que la fundaron sin vincularlas al proceso socio histórico en donde surgieron.

La historia de la ciencia es un campo del conocimiento que hace alusión tanto a los descubrimientos como a sus autores. La secuencia de los descubrimientos del cosmos, los organismos vivos, los fenómenos naturales, el oxígeno, los órganos del cuerpo humano y del mundo animal, los productos químicos, la energía eléctrica, la física, etcétera, son por lo general acontecimientos abstraídos de la realidad socio política. Lo mismo la biografía de los científicos, sus aportaciones parecen más bien hechos particulares que sociales.

La Estructura de las revoluciones científicas, de Tomas S. Kuhn, es una aportación al estudio de las revoluciones científicas en Europa y Estados Unidos, pero carece, como el mismo lo reconoce, de las revoluciones ocurridas en las ciencias sociales dejando la sensación de que las revoluciones científicas. Como modelo se queda en el ámbito de la producción y las revoluciones que dieron origen a paradigmas en la ciencia, sin tomar en cuenta el impacto social que tuvo en la vida de cientos de millones de seres humanos.

Kuhn (Khun, Thomas. (¿1971. La estructura de las revoluciones científicas. México, FCE. En : https://materiainvestigacion.files.wordpress.com/2016/05/kuhn1971.pdf)) No dice nada de aquellos saberes que se introdujeron durante la conquista como las técnicas de explotación, opresión y saqueo de los bienes de las naciones conquistadas e, inclusive, de cómo la experiencia en la “periferia” europea sirvió para afinar los mecanismos “científicos” de explotación de la clase obrera del naciente capitalismo. Las revoluciones paradigmáticas que instalan un saber dominante, hegemónico, están atravesados por intereses de clase, dominante que se oculta.

El paradigma científico impone un saber al interior del mundo científico que es el saber del capitalismo, que también se silencia. Esto implica la imposición de un saber imperial, colonial a otras naciones, las conquistadas. Los paradigmas no son comprensiones del mundo también son formas imperiales de dominio cultural. Los paradigmas y las revoluciones científicas sirvieron para facilitar la eliminación de otros saberes que se rigen por otras reglas, por otros sentidos.

Ese desacoplamiento de la ciencia con la sociedad, en tanto que surgió en el seno de lo que fueron las metrópolis europeas, es entendible pero no justificable. La producción de saberes que tiene una raíz social profunda, fue transformada en actos individuales de personajes asociados con los grupos hegemónicos de las naciones europeas, que respondían a sus intereses tanto en cuanto a los saberes que producían como a los objetos a los que se dirigía ese conocimiento. La epistemología y la ontología están impregnadas de un sedimento de clase bastante clara.

Con respecto al padre de la modernidad/racionalidad, René Descartes, es imposible creer que su filosofía y el método científico que fundó no tuvieron como sustento social las necesidades de las clases a las que pertenecía y sirvió. El promovía entre la Iglesia el abandonar el aristotelismo escolástico en favor de su filosofía y método (Fernández, Cárdenas y Mesa,  . Como es sabido y el mismo lo comprendió tanto por el antecedente de Giordano Bruno como por las acusaciones que se hicieron contra Galileo, que estuvo a punto (lo salvó su astucia), de terminar bajo las mismas brasas que Bruno.

Un hombre como Descartes que había participado en la Guerra de los Treinta Años al servicio de los grupos dominantes, que enfrentó a Francia con España y Alemania (futuras naciones Estado), tenía como inspiración el mundo y las ideas que circulaban en ese escenario. Para la figura y fundador de la modernidad, el “pienso, luego existo” constituye la piedra angular de su pensamiento y de la modernidad. En ese principio son las matemáticas las que constituyen el hilo conductor hacia la verdad, el fin último de su filosofía y método (Ver: Fernández, Cárdenas y Mesa, 2006. René Descartes, un nuevo método y ciencia. Scientia Et Technica, núm. 32, pp. 401-406). Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/849/84911652071.pdf).

Pero la modernidad/racionalidad no inició con el “pienso, luego existo” sino con el “Yo conquisto”, de acuerdo a Enrique Dussel (Dussel, Enrique. 1996) La filosofía de la liberación. En http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/otros/20120227024607/filosofia.pdf); Recordemos que tanto en la Europa renacentista como en el caso de todas las sociedades, incluida la antigüedad helénica, los intereses de la ciencia y sus campos del conocimiento al que se dirigen los científicos son los intereses de las clases dominantes, parafraseando a Marx. El interés por el cosmos o la medicina, la aritmética o la geometría, tiene que ver con sociedades cuyas élites tienen interés en medir guiar barcos, medir propiedades y contabilizar los bienes conquistados.

Iniciar por lo más simple, desmenuzar las partes hasta agotar su conocimiento para después regresar al todo, que es el método descartiano no suena a apropiación de tierras del imperio durante las conquistas… Logramos la descolonización pero nos quedó el colonialismo cultural…

 

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Rafael Alfaro Izarraraz

Periodista por la UNAM, maestro por la UAEM y doctor en Ciencias por el Colegio de Postgraduados-Campus Puebla. Es profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de la UATx y Coeditor de la revista científica Symbolum de la Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología.